Lectio Divina: Quinto Domingo de Pascua. Ciclo B

on 25 Abr, 2024
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Roma (Italia), Prof. Yolanda Valero, 28 de abril 2024.-“Permanezcan en mí y darán mucho fruto”.

ORACIÓN INICIAL

Iniciemos esta lectio divina, uniéndonos a la Iglesia universal con la oración colecta de la liturgia de este día: «Oh Dios, que nos insertaste en Cristo como sarmientos de la vid verdadera, confírmanos en tu Espíritu, para que, amándonos unos a otros, seamos primicias de una nueva humanidad». Por Jesucristo, nuestro Señor, Amén.

EVANGELIO

 Jn 15, 1-8 

«Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Si uno de mis sarmientos no da fruto, lo corta; pero si da fruto, lo poda y lo limpia para que dé más. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado. Seguid unidos a mí como yo sigo unido a vosotros. Un sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no está unido a la vid. De igual manera, vosotros no podéis dar fruto si no permanecéis unidos a mí. Yo soy la vid y vosotros sois los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí nada podéis hacer. El que no permanece unido a mí será echado fuera, y se secará como los sarmientos que se recogen y se queman en el fuego. Si permanecéis unidos a mí, y si sois fieles a mis enseñanzas, pedid lo que queráis y se os dará. Mi Padre recibe honor cuando vosotros dais mucho fruto y llegáis así a ser verdaderos discípulos míos».

CONTEXTO

El evangelio de Juan concentra la mayor parte de las enseñanzas de Jesús a los discípulos en los capítulos13 al 17, durante la última cena. El texto de hoy es presentado con una metáfora/alegoría, Jesús recurre a esta imagen, que todos podemos entender, para hacer comprender que cualquier rama que se desprende de su tronco, termina muriendo. De ahí, lo esencial que este unido a él, de quien recibe la savia que le da vida, porque de lo contrario, se marchitaría. Así, a través del verbo “permanecer”, repetido varias veces, Jesús deja claro que la actitud dominante de la relación con Él es precisamente la fidelidad a su amor permaneciendo unido a su vida y misión. 

La tradición del Antiguo Testamento con frecuencia utiliza esta imagen de la viña, un grupo de vides, para indicar al pueblo de Israel, objeto de cuidados atentos por parte de Dios (Sal 80; Is 5,1-7; Jer 2,21; Ez 19,10-12), pero que al fin de cuentas no dio fruto. Jesús, en cambio, habla de sí mismo como la "vid verdadera", una sola planta, con un solo tronco y de él muchas ramas que brotan: Él es la vid y nosotros los sarmientos, en el cual el sueño de Dios finalmente puede hacerse realidad: ¡el fruto esperado, la obediencia llena de amor, llega en Jesús y da fruto en abundancia! Esta es una bella imagen de unidad, de comunión y al mismo tiempo de fecundidad, porque los sarmientos se extienden rápidamente en muchas direcciones, pero todas partiendo de un solo cepo que infunde la sangre de la vida.

Para el hombre, permanecer significa aferrarse activamente a lo hecho en el pasado, comprenderlo en el presente y ver el futuro en función de ello. En cambio, para Dios o para Jesús, permanecer expresa la estabilidad de los dones de la salvación concedidos a los creyentes. Con fidelidad el creyente une, sin peligro de dudas, su vida a Cristo en quien los dones de Dios le son concedidos para siempre; esta fidelidad implica también un camino de conversión, de dejarse podar, y de fe, para continuamente crecer y dar frutos.

Jesús dijo: «Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador», el Evangelio de Juan, muchas veces comienza sus palabras de revelación diciendo "Yo soy" (Ex 3,14) y Jesús lo usa absolutamente diciendo “Yo-Soy”, o especificado por un atributo: Yo-Soy el pan de vida (Jn 6.35), Yo-Soy la luz (Jn 8.12), Yo-Soy el buen pastor (Jn 10.11), Yo-Soy el camino, la verdad y la vida (Jn 14,6) y en esta última metáfora: “Yo-Soy la vid verdadera”. Jesús se presenta como la vid verdadera, pero también involucra al Padre y a todos nosotros, hablando de la relación entre nosotros y él y de él con el Padre. Somos sus sarmientos, bien injertados en la planta, pero necesitados de poda, una poda que la hace directamente el Padre, en su amor y misericordia infinita.

 La clave del dar fruto está en la unión con Jesús, en «estar en él» en «permanecer con él». preguntémonos en silencio: ¿Qué significa para mi permanecer en Jesús? ¿Qué sentido tiene en mi vida el «Yo soy» de Jesús?

INTERIORIZACIÓN

La vid y los sarmientos tienen la misma savia, la misma vida y solo en esta unidad con el sarmiento puede producir mucho fruto; entonces si no estamos efectivamente unidos a Jesús con la misma vida, con la misma savia, el mismo Espíritu, con el mismo amor que él tiene, estamos secos, infecundos, muertos. El centro de nuestra vida de creyentes y de toda nuestra acción es permanecer en Jesús, estar unidos a él, porque cada uno produce según lo que es: si está unido a Cristo, produce muchos frutos como él. Como un sarmiento, quedo ahora unido a la vid, que es mi Señor, y a Él me abandono, me dejo alcanzar por la savia de su voz silenciosa y profunda, que es como agua viva (Jn 4). Así, me quedo en silencio y no me alejo. Entiendo, ahora, dentro de esta Palabra, que no soy, si no en Él y que no puedo llegar a ser nada, si no permaneciendo dentro del ser de Él, trato de descender a lo más profundo de mi ser, superando miedos, atravesando toda la oscuridad que puedo encontrar y recojo aquellas partes de mi ser, de mí mismo, que más siento sin vida. Los tomo en mi mano con delicadeza y se los llevó a Jesús, se los entregó a su "Yo soy”, al dador de la vida, para que con su savia me devuelva la luz.Cuando nos sentimos bien en un lugar, con una persona, no queremos irnos, la separación es triste, genera nostalgia, ganas de volver, regresar lo antes posible, porque somos felices de quedarnos donde nos sentimos como en casa. Aquí Jesús nos invita a hacer un hogar en Él, pero también a permitirle establecer su hogar en nosotros, a permanecer en un hogar acogedor con él. Esta relación depende de nosotros, en el Apocalipsis él se presenta como aquel que está a la puerta y llama (Ap 3,20), pero no derriba la puerta por la fuerza. Espera a que se abra. Su amor por nosotros es tan grande que respeta nuestra libertad, aceptando incluso el riesgo de ser rechazado. Somos nosotros quienes elegimos, si nos abrimos a Él y permanecemos con Él para dar frutos en abundancia y dar así la gloria a Dios. Dar frutos es símbolo de poseer vida divina y esto implica crecer en unión con Jesús, sin olvidar que este dar frutos exige también la comunicación de vida a los demás, ya que la vida cristiana es comunión y compromiso. Por tanto, no basta con ser cristiano, no basta con creer en Jesús o incluso amarlo; debemos producir frutos, es decir, amar al prójimo. Si no amas concretamente al prójimo, no amas al Señor que dio su vida por sus hermanos. Sin este amor de hermanos uno puede ser bautizado y ser sarmiento muerto que hay que cortar. En otras palabras, un cristiano sin dar fruto es un cristiano de nombre y no de hecho.              

Preguntemos entonces: 
  • ¿Decepcionaré las expectativas del Padre que cada día me cultiva, me limpia, me abona y protege para que dé fruto en abundancia?
  • ¿A quién entrego los frutos de mi existencia, de mi corazón, de mi mente, de mi alma?
  • ¿Para quién soy yo, para quién decido y elijo vivir cada día, cada mañana al levantarme?
 

PIDAMOS Y SE NOS DARÁ

Una forma concreta de permanecer en Jesús es escuchar sus palabras. Si hacemos esto, entonces cualquier cosa que queramos, sólo pídalo y sucederá. Así, la oración es, ante todo, comprender que sus palabras habitan en mí, luego querer lo que he comprendido y finalmente pedir lo que quiero. En virtud de su permanecer con Jesús y de su obediencia, el creyente no siente ningún temor ante el futuro, porque sabe que su oración, formulada según su comprensión de las intenciones divinas, será ciertamente escuchada y concedida. Unámonos como comunidad de discípulos en oración y pidámosle con fe: Señor, todavía tengo dentro de mí toda la luz de tu Palabra; ¡Todo el poder de tu voz aún resuena en lo más profundo de mi ser! Gracias, Jesús por ser mi Vid, savia de mi alma; Gracias, por ser mi morada, en la que puedo y deseo permanecer; gracias, ¡mi maestro! Me has llamado a ser una rama fructífera, a ser fruto de tu amor para mis hermanos, a ser vino que alegra toda existencia, Amen.

CONTEMPLACIÓN EN LA ACCIÓN

    ¿Qué acción concreta me comprometo realizar a partir de hoy como fruto de esta reflexión?