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Marie Poussepin, una vida destellante

on 08 Ago, 2020
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Venezuela, 08/08/2020, Marcos Milano.- El anuncio de Jesucristo por el servicio de la caridad.

Los caminos de Dios son misteriosos como la senda del viento, o como la forma en que el espíritu humano se infunde en el cuerpo del niño aún en el vientre de su madre (Ecl 11,5).

Entre los años 1648 y 1653, Francia enfrenta una terrible crisis que va a generar conflictos internos, al punto de guerra civil, este período histórico se le conoce como la Fronda; nombre que evoca las hondas o chinas que portaban los sublevados del primer levantamiento en París. Esas chinas fueron utilizadas como armas en las distintas sublevaciones y en última batalla contra el rey de Francia.

Con el rey Luis XIII, el cardenal Richelieu asumió el cargo de primer ministro, y en su afán por sobreponerse a la crisis económica que azotaba a Europa incrementó los impuestos. Con la muerte de Richelieu en 1642 y, después, la de Luis XIII en 1643, el poder real se debilita bajo la organización de una regencia. Esto se agrava por la difícil situación financiera generada por la intervención en la Guerra de los Treinta Años Lo cierto fue que tanto los nobles como el pueblo llano sufrieron los embates de la dura crisis económica que atravesó Francia en esa época, lo que trajo como consecuencia, descontentos, intrigas, revueltas y sobre todo pobreza y miseria. En ese ambiente, marcado por una dura crisis económica, nace Marie Poussepin el 14 de octubre de 1653 en DOURDAN, población relativamente próspera si la comparamos con casi todas las regiones francesas de la época. Los padres de Marie, Claude Poussepin y Julienne Fourrier, forman un hogar con sólidas convicciones cristianas que transmiten a sus hijos. Marie es la mayor de siete hermanos, todos murieron muy jóvenes, exceptuando el más pequeño, Claude.

Marie Poussepin mostró gran entereza, madurez y elevación espiritual, durante toda su vida, en ella se resumen los dos mandamientos principales de la ley Divina: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo”.

Marie, desde muy joven afrontó los problemas y dificultades familiares con serenidad y fortaleza, siempre fue certera en sus juicios y decisiones, especialmente cuando le tocó asumir el cuidado de su hermano menor y la conducción de la empresa familiar (fabricación artesanal de medias de seda) que había fundado su padre. Quizás en su infancia y juventud nunca conoció los grandes cánones filosóficos de la antigüedad pero no hay dudas que en ella se fusionaron perfectamente las virtudes cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza. La educación que inicialmente recibió en el seno de su hogar fue determinante para elevar su espíritu. Los valores y principios cristianos de su familia fueron el fundamento de su vida y esas sólidas bases la hicieron indoblegable en sus convicciones. Ella capturó la esencia de las almas que la rodearon en su incansable misión y trabajo pastoral. Con excelsa sabiduría e inteligencia divina, comprendió las distintas manifestaciones humanas y pudo dar respuestas certeras a cada necesidad.

Marie, irradiaba el más puro amor que brota de las personas escogidas por el Altísimo para llevar su luz a la humanidad.

Cuando su hermano menor pudo asumir la conducción de la fábrica, entonces ella decidió emprender el camino que le dictó su corazón y siguió el sendero de la luz del Señor, su eterno y más elevado amor. A principios de 1696, Marie Poussepin deja la ciudad industrial de Dourdan y se instala en Sainville, un pueblecito muy pobre y necesitado. Desea dedicar toda su atención a los más desfavorecidos, especialmente los niños y los enfermos.

Marie Poussepin, comprende e internaliza en su mente, alma y espíritu que su vida debía consagrarse al amor de Dios y de la humanidad: “Así como el hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y a dar su vida en rescate de muchos” Mt 20,28. Ella pensó en todas las etapas del ser humano desde su nacimiento: “Siembra en los corazones, aún tiernos, la semilla de la piedad” ; “La niñez y juventud son edades muy favorables para educar en las virtudes” ; “Es necesario formar buenos sujetos para responder a las piadosas intenciones de las personas que lo soliciten.” Su impecable obra, llena de amor y de misericordia, fue integral, abarca cada paso de la vida humana, su pensamiento sublime aborda el cuidado físico y espiritual de las personas. Su pensamiento pedagógico se centró en la caridad y en la solidaridad con los más necesitados, con los que sufren y viven la pobreza. Ella asumió el compromiso de educar en la fe. La pedagogía del amor fue su estandarte más preciado, el orden: “Educar a la juventud es llevarlos a evitar los desórdenes a que los exponen la miseria y a la ignorancia”. La disciplina con ternura: “Te comportarás con mucha prudencia cuando se trate de reprender.” “Ten mucha ternura y vigilancia con la juventud que educas;” “Sé dulce sin debilidad, firme sin dureza, grave sin altivez”.

La época que le tocó vivir fue de profundas transformaciones sociales y económicas, conflictos, penurias, enfermedades... pero a todas esas vicisitudes supo enfrentarlas y superarlas, fue una mujer incansable y de mucha fortaleza espiritual, jamás se rindió y siempre mantuvo la fe en su Señor y Salvador como toda buena y santa cristiana.

Con su fe en alto, en elevada oración, con mucha paz en su alma y en su corazón y con la satisfacción del deber cumplido, Marie Poussepin, de 90 años de edad, comprende que es el momento de ir al encuentro de su Creador e inmarcesible amor. Ella y el Señor se encontraron en una fiesta espiritual, el 24 de enero de l744. Desde ese día hasta hoy, su hijas han asumido con responsabilidad, disciplina entrega y mucho amor su legado, continuando fieles a su ideal.

Sus hijas, las Hermanas de la Caridad Dominicas de la Presentación de la Santísima Virgen siguen fieles al anuncio de Jesucristo por el servicio de la caridad. Esta fidelidad de tres siglos, es prueba fehaciente de la santidad de su Fundadora: la Iglesia lo reconoce oficialmente el día 20 de noviembre de l994, en el acto solemne de su beatificación.

Señor, Padre Misericordioso,
que hiciste de Marie Poussepin,
una fiel seguidora de Jesucristo,
en la fe y en la caridad;
concédenos imitarla
en la escucha contemplativa
y comprometida de la Palabra de Dios,
para un servicio humilde y generoso a los hermanos,
y atiende, por su intercesión,
las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades.
Por Jesucristo, Nuestro Señor.
Amén.