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Venezuela: ¿A dónde iremos Señor, a dónde iremos?

on 03 Abr, 2018
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Hna. Nícida Amparo Díaz, delegada de Justicia y Paz - El Caríbe.- A dónde iremos Señor, ante una realidad tan cruel, ¿quién la podrá resistir? En ti ponemos toda nuestra esperanza para continuar viviendo. “Son los ojos abiertos los que nos hacen volver a sufrir por el dolor de los demás: Los que nos instan a sublevarnos contra el sentido del dolor inocente e injusto; los que suscitan en nosotros hambre y sed de justicia, de una justicia para todos” (Johan Baptista Metz). 

La situación que padecemos en Venezuela es de angustia y sufrimiento constante, plasmada en el rostro de cada madre al ver día a día la desesperante situación que le ahoga la esperanza de un mañana mejor: sus hijos mal alimentados, desnutridos, enfermos, jóvenes sin horizonte donde su única alternativa es el bachaqueo, o la delincuencia. Geriátricos y ancianatos reducen la atención por escasez de alimentos y medicinas. Venezuela amanece con más de 250 presos políticos, la propagación de tuberculosis, malaria, difteria, sarampión (sin vacunas), con pueblos sin luz, sin agua, sin transporte, hospitales sin servicios ni quirófanos, enfermos sin medicinas. No hay medicamentos psiquiátricos de ningún tipo. Ni para diálisis... El Gobierno no garantiza el acceso a los medicamentos para evitar el rechazo del órgano donado. Se nos está violando el derecho a la salud y el derecho a la vida a 3.500 trasplantados que hacen vida en el país. No tenemos los insumos para el tratamiento de las mujeres que viven con VIH y cáncer. Dos de cada tres hospitales en Venezuela no tienen servicio de agua. Tienen que llevar agua en tobos. En ocasiones deben hacerlo los familiares de los pacientes. La crisis hospitalaria en Venezuela empeora la salud de los venezolanos día a día.

Ahora tenemos que hablar de emergencia humanitaria: La canasta familiar de febrero de 2018 fue de 37.517.912,13 de bolívares, aumentando un 53,7% con respecto al mes de enero. El salario mínimo es de 392.646,46 bolívares, por lo que se requiere unos 95.6 salarios mínimos para adquirir la canasta básica familiar. Para un grupo familiar de cinco miembros se necesitan más de tres salarios mínimos diarios. La inflación transformada hoy día en hiperinflación tiene a los venezolanos sin distingo de ninguna clase sometidos en una crisis que ni siquiera nos la imaginábamos. En Venezuela los niños son el eslabón más débil de la crisis alimentaria.

Cada día son menos los medios independientes, pues cierran diarios impresos, esto invisibiliza la protesta, cada día hay mayor protesta porque no hay comida, no está garantizada la salud, el empleo, el transporte... Sin embargo, el régimen sigue insistentemente anunciando a vox populi, que es una guerra económica, como única justificación para no enfrentar la cruda realidad que padecemos los venezolanos, y de esta manera poder radicalizar su poder político.

En Venezuela no hay crisis humanitaria, ¡no la hay! porque hemos traspasado la barrera y estamos ya en una emergencia humanitaria. Por tal razón ya no tenemos que hablar de crisis, sino de ¡EMERGENCIA! Realidad que hace que muchos venezolanos y venezolanas huyan del país en busca de mejores condiciones de vida. Quienes nos quedamos por opción, para acompañar a nuestro pueblo en sus padecimientos y en sus dolores, sabemos que no es fácil la lucha porque por donde enfrentes, te encuentras con el cansancio y la desilusión de muchos. No obstante, sabemos que esta no es la última palabra porque aún en medio del cansancio y la desilusión se mantiene viva la ESPERANZA de un mañana mejor.

La LUZ sigue brillando en la oscuridad y por ella apostamos, aunque no la alcancemos todavía. Esa lucecita esperanzadora la encontramos en los gestos solidarios y fraternos de nuestro pueblo, en las comunidades, ONGs, en los cristianos y cristianas de a pie, en la Iglesia... Por eso, y con Esperanza cierta apostamos sin desesperarnos por un mañana mejor, acompañando y sosteniendo a nuestra gente. ¡Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?

Hechos como estos nos dan vida: Todos los martes una iglesia en Caracas, Santa Capilla, cambia la misa por la olla solidaria: cerca de 500 personas, ancianos, mujeres con sus niños en sus brazos, estudiantes y obreros se refugian en la casa de Dios para beneficiarse con un vaso de sopa, quizás el único plato que llevan al estómago ese día. 

¿A dónde iremos, Señor? No sabemos, lo único cierto es que aquí estamos, abandonados en ti que das la vida y nos conduces por senderos de Justicia, de Paz y Libertad.