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Domingo de Ramos: "Confía en el poder de la cruz y te salvarás"

on 25 Mar, 2021
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Reflexión: Domingo de Ramos: Is 50, 4-7; Fil 2, 6-11 y Mc 14, 1-15, 47 y para la procesión Mc 11, 1-10

Bangalore (India), 28/03/2021, Sr. Anula Irvin Suguna.- Nos encontramos en el umbral de la Semana Santa, que comienza con el Domingo de Ramos o Domingo de la Pasión y en el cual recordamos la pasión, muerte y resurrección de Jesús. 

La liturgia nos acompaña por medio de la riqueza de sus símbolos como son las palmas, el burro y la procesión, así como también la unción, la cena Pascual, la corona de espinas, la cruz, las palabras de Jesús en la cruz y muchos otros que tienen un significado muy profundo. Centraremos nuestra atención en el Domingo de Ramos.

El Antiguo Testamento hace referencia al Domingo de Ramos en Zacarías 9, 9: “Salta de alegría, Sión; grita jubilosa, Jerusalén, porque ya llega tu rey, justo y victorioso, humilde y montado sobre un asno, sobre un borrico, retoño de asna.

Las Palmas. “Muchos extendieron sus mantos por el camino; otros extendieron ramas frondosas que habían cortado del campo” (Mc 11, 8). En la entrada de Jesús a Jerusalén un grupo de personas espontáneamente salieron y reconociéndolo como el Señor le gritaban "Hosanna", una palabra que en hebreo significa "salvar". El Señor entra a Jerusalén para llevar a cabo en esta tierra su acto salvífico, él viene a salvar a cada uno de nosotros a través de su amor en una fidelidad constante a Dios y a la humanidad. La palabra "Hosanna" es poderosa en sí misma y por eso cada vez que la usamos es una oportunidad para profundizar en el misterio de nuestra redención.

Esta entrada triunfal de Jesús a Jerusalén está acompañada por la invitación a entrar en el gran silencio contemplativo de la Pasión, donde Jesús reina verdaderamente. Podemos mirar hoy a Jesús y proclamar “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios” (Mc 15,39), el rey de Israel que ha traído la redención a todos nosotros y al mundo entero.

El Burro: Jesús entra al pueblo montado en un burro o un potrillo, (Mc 11, 7).  Éste es un gesto muy significativo pues en la antigüedad, los oficiales militares o los reyes que peleaban en la guerra montaban a caballo debido a su eficacia y velocidad. Pero después de la victoria, cabalgaban sobre un burro dentro de su ciudad o reino para indicar que se había establecido un tiempo de paz.  En I Reyes 1, 38 - 40, leemos que el rey Salomón usó el asno real de su padre, David, para la procesión ceremonial el día de su coronación. El Domingo de Ramos, Jesús, nuestro Rey de la paz monta en un burro estableciendo con esto un reino nuevo de amor y de paz en la tierra, no uno de prosperidad y control logrado a través de la guerra y la violencia, sino el alcanzado por el camino de la humildad a través del poder de su cruz y muerte.

Este burrito, según el relato evangélico, espera ser desatado (Mc 11, 2), para que Jesús pueda cabalgar triunfantemente en Jerusalén. El hecho de estar desatado hizo que el burrito estuviera con Jesús y es él precisamente quien lleva a Jesús, el arca de la alianza (I Sam 6, 7-8), el Hijo de Dios mismo. Nuestro corazón también necesita ser desatado de todo aquello que lo bloquea debido a las cargas, el peso del trabajo, la ansiedad, las inseguridades, los deseos egoístas, y de control, etc. Así podremos llevar a Jesús, estar disponibles para Dios y confiar en sus caminos, ser capaces de perdernos en él para convertirnos en su morada y así ser transformadas en una presencia viva de Dios en nuestras comunidades y en la misión. Es muy simple, pero muchas veces lo complicamos. Todo lo que tenemos que hacer es estar abiertos y confiar en Dios, dejar que Él nos use de la manera que Él quiera, así como lo hizo con este burrito.

Procesión: Hay dos procesiones durante la Semana Santa:

La primera fue una procesión real y gloriosa con gritos de alegría, una cálida recepción y la gente acompañó a Jesús quien descendió del Monte de los Olivos (Mc 11,1) hacia Jerusalén, recorriendo una distancia de al menos dos millas.

La segunda procesión, como lo profetiza Isaías 50, 4 – 7, es un viaje de sufrimiento hacia el monte Calvario. Jesús toma la decisión de pasar por el sufrimiento y la humillación conscientemente. Estamos aquí ante el desafío de reflexionar en los diferentes personajes de la narrativa de la pasión: está Pedro quien negó a Jesús, Judas el que lo traicionó, Pilato quien actuó contra su conciencia, los sumos sacerdotes y líderes que querían crucificar a Jesús, los soldados que se burlaban de Jesús, Herodes quien ridiculizó a Jesús, los discípulos que desertaron… y así sucesivamente.

Contemplemos ahora con amor a la mujer que ungió la cabeza de Jesús, a Simón de Cirene que ayudó a Jesús a llevar la cruz, a María la madre, a las mujeres que estaban al pie de la cruz y sobre todo al mismo Jesús, quien sufrió un dolor agonizante en todas las partes de su cuerpo por todos nosotros.

A veces me doy cuenta de que a pesar de haber pasado tanto tiempo contigo, estoy siempre dispuesto a traicionarte como Judas. Me doy cuenta de que, a pesar de mi imagen, a pesar de lo que les muestro a los demás, a menudo siento un conflicto en mi corazón al experimentar sentimientos de envidia y egoísmo, y estoy dispuesto a negarte como Pedro. Me cuesta mucho amar a todos mis hermanos y hermanas con un corazón sincero, me cuesta deshacerme de las barreras mentales, dejar mis apegos a la vanidad mundana, al consuelo, a la fama, a la aceptación, a tener el control y a la indiferencia hacia las necesidades de los demás.

Adentrémonos en el silencio de la pasión: