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Lectio Divina: Segundo Domingo de Pascua. Ciclo B

on 08 Abr, 2021
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Bogotá (Colombia), Hna. Mary Plata Cordero, 11 de abril 2021.- La alegría de la fe en la comunidad pascual. 

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EVANGELIO 

Jn 20, 19 - 31 

"Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
- Paz a vosotros. Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.  
Jesús repitió: - Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: - Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.       
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: - Hemos visto al Señor. Pero él les contestó: - Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: - Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: -Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Contestó Tomás: - ¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: - ¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto.  
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre".
 
 

QUÉ ME DICE EL TEXTO

La Pascua es un tiempo para profundizar en el don maravilloso de la Resurrección de Jesús. En este 2° domingo, la Iglesia nos hace reflexionar sobre el regalo que Jesús nos viene a traer: la paz.

La experiencia del Resucitado tiene lugar en el seno de la comunidad. Esta es la primera vez que se manifiesta como Señor Resucitado a sus discípulos. Se inicia entonces, en medio de ellos, el camino de la fe pascual.

En este encuentro se dan dos momentos: Jesús se revela en cuanto Señor resucitado y les comparte su propia misión, su vida y su poder para perdonar pecados. La reacción de los discípulos no se hace esperar: “se alegraron de ver al Señor”. La presencia de Jesús resucitado suscita paz y alegría, estos son los dos grandes dones del Resucitado

MEDITACIÓN 

El estado inicial en que se encuentra la comunidad era de miedo, “tenían las puertas cerradas”, todavía tienen el miedo del sepulcro y están en el sepulcro del miedo y no participan de su vida resucitada. Llega Jesús y con su Palabra devuelve la confianza: “les traigo la paz”. Según el relato, lo primero que infunde Jesús a su comunidad es su paz, ningún reproche o queja por haberlo abandonado, sólo paz y alegría. Y la paz de Jesús es plenitud de vida, serenidad, amor. El primer regalo de una vida pascual es siempre la paz que destierra los miedos, que abre al diálogo y al testimonio, porque proviene de una fuerza que nos transforma, la fuerza del Espíritu, ¡del Resucitado! Exhala su aliento sobre ellos y les dice: “Recibid el Espíritu Santo”. 

En el día del Señor, también nuestra comunidad reunida recibe el don del Espíritu, el aliento de Jesús resucitado, que renueva nuestra vida y nos da alegría y paz.             

Tomás, no estaba con ellos, con su comunidad, el día de la Pascua y quiere “ver al Señor”. Igual que Tomás, ninguno de nosotros estaba presente en la manifestación del Resucitado, pero también hoy, frente a nuestras dudas, la Palabra de Jesús nos dice: “No seas incrédulo sino creyente”. Y en comunidad se nos da la ocasión para proclamar, en un acto de fe, la mayor confesión que un discípulo puede hacer del Resucitado: “¡Señor mío y Dios mío!”. Es una fe personal pero también comunitaria: después de la Pascua, la comunidad vuelve a su actividad diaria, a dar testimonio de una vida fraterna, expresada en la solidaridad, en la oración, la alabanza, la Eucaristía y el testimonio de una alegría y un gozo permanentes, capaces de conquistar a otros para el Señor. Así nos lo describe la primera lectura de hoy: “Con gran fuerza los apóstoles daban testimonio de la Resurrección del Señor y todos gozaban de gran simpatía.”

Una verdadera experiencia pascual nos hace nacer de nuevo; como los discípulos, sentimos su aliento creador y nuestra vida se transforma, impulsadas por su Espíritu.

Al celebrar el 325 aniversario de la fundación de nuestra Congregación, necesitamos experimentar en nuestras comunidades un renacer a partir de la presencia viva de Jesús en medio de nosotras. Así como Él es el centro de la Iglesia, Él ha de ocupar el centro de nuestras comunidades, de nuestros grupos apostólicos. Sólo Él puede impulsar la comunión y renovar nuestros corazones.          

Es Jesús quien puede desencadenar el cambio en nuestras perspectivas apostólicas, la liberación del miedo y de los recelos, el clima nuevo de paz y serenidad que tanto necesitamos para abrir las puertas y así Jesús resucitado se haga presente y seamos capaces de compartir el Evangelio con los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Que pasemos…   

 Este es el crecimiento que la meditación de estas apariciones de Jesús resucitado nos permite alcanzar.

ORACIÓN 

“Señor, te espero al atardecer, al final de mis jornadas, en el silencio de la tarde que cae. No importa que mis puertas estén cerradas. Tú, ¡entra! Preséntate ante mí, déjame ver tu rostro radiante y regálame, como aquel día a tus discípulos, el don precioso de la paz. Yo también, como ellos, quiero ver tus manos y tu costado.  Quiero ver tu amor hecho manos y corazón traspasados por mí.

Jesús: dentro de mí encuentro mucho del Tomás desconfiado y necesitado de tu presencia. Mi débil fe es también fatiga diaria por llegar a Ti, por estar contigo, por sentir tu presencia en mí.

Señor, necesito tu amor, tu cercanía que comprende mi debilidad. Necesito que, al roce de mi mano con tu mano y tu costado, me venza tu amor y me arroje con infinita ternura en tus brazos. confesando que soy tuya y que Tú eres mío: Señor mío y Dios mío”. Amén

CONTEMPLACIÓN   

Señor, danos FE, aunque solo sea como un granito de mostaza, para que seamos testigos de tu Espíritu en esta sociedad en que vivimos.

 

CONCLUYAMOS NUESTRO ACERCAMIENTO A LA PALABRA pidiendo a nuestra Madre Fundadora que nos haga…

Inquebrantables en la Fe, firmes en la esperanza y generosas en la caridad.