"En verdad, el Señor está en este lugar..."
Por Hna. Glorina Jugo, USA
Nunca en mi vida había estado en Colombia, pero ya he visto bellas imágenes del país, he escuchado canciones tradicionales colombianas y he disfrutado de las animadas danzas folclóricas. También he conocido a hermanas colombianas que pertenecen a la viceprovincia de los Estados Unidos y vivo con dos en mi comunidad; así que es natural que me sienta muy feliz cuando se me brinda la oportunidad de visitar Colombia, como una de las dos delegadas de EUA para participar en el 55º Capítulo General.
En el camino para La Turena estoy asombrada de la belleza natural que hay en la carretera y junto a ella. Hay tramos de vistas espectaculares, de flores coloridas con verdes colinas y montañas onduladas en el horizonte lejano. La suave lluvia de la tarde y el canto de los pájaros al atardecer me hicieron sentir que estoy en un lugar especial, abundantemente bendecido por Dios.
Esta es la primera vez que participo en el capítulo general de la Congregación y vengo con los ojos y oídos bien abiertos y un corazón despierto, listo para recibir y responder a lo que se me pida. En el momento en que pise el patio de La Turena sentí que estaba pisando tierra sagrada. La palabra del profeta Isaías brotó dentro de mí: “Mira, ¡estoy haciendo algo nuevo! Ahora brota, ¿no lo percibes?" . Me conmovió el gesto fraternal de las hermanas que estaban en la puerta de entrada para reunirse con las delegadas. Su cálida hospitalidad y sonrisas acogedoras me hicieron sentir un fuerte sentido de hogar y de pertenencia. La cuidadosa planificación y atención a los detalles aseguraron que las necesidades de las hermanas, tanto espirituales como corporales, se proporcionen durante este tiempo de encuentro. Experimenté el mismo sentimiento profundo cuando estuve con las hermanas en la casa provincial de Santafé de Bogotá y la casa central, lugares que visité antes de llegar a Bucaramanga. El cálido ambiente fraternal debe haber sido igual como la Bienaventurada Marie Poussepin acogió a las pobres muchachas de los pueblos de Sainville en su época.
Bendiciones en la mesa...
Cuando todas las capitulares se reunieron en oración por primera vez me di cuenta de que había venido a presenciar y ser parte de un momento histórico y de cambio para el futuro en la vida de la Congregación. Es una gracia especial para mí estar con muchas otras hermanas de diferentes partes del mundo, compartir juntas nuestras diferentes perspectivas sobre la vida y la misión de la Congregación.
El tiempo que dedicamos a la oración y la reflexión, la discusión de los desafíos y el intercambio de ideas me ha dado un sentido más profundo de gratitud, aprecio y alegría por quienes estamos llamados a ser por el Reino. Siento firmemente que he encontrado mi lugar en la “Casa de la Bienaventurada Marie Poussepin” con la bendición singular de comunidad, responsabilidad y administración que viene con ser parte de la Congregación.
Cada día se inicia con la celebración de la Eucaristía y se mide con tiempos para la oración, conferencias, silencio, discernimiento, compartir y recreación. Al vivir el ritmo diario, siento el movimiento inmóvil del Espíritu en los corazones de las hermanas. La suave presencia para mí es como la lluvia de niebla al amanecer que llena los ríos, mientras que todo el mundo se levanta lentamente de un profundo sueño.
Siento que todos somos uno, fuertemente unidos con nuestra Madre Fundadora:
• En el espíritu de agradecida alegría por todas las bendiciones que hemos recibido en el pasado y en el presente;
• en el espíritu del amor fraterno por el don del otro;
• en el espíritu de generosidad en nuestro servicio al pueblo de Dios y a los pobres; y
• en el espíritu de la esperanza expectante de visiones de nuevos horizontes para ayudar a renovar y construir la Iglesia.
En fidelidad al Carisma y misión...
Me doy cuenta de que nos hemos reunido con un propósito urgente de trabajar juntas por el bien de la Congregación, mirar de nuevo nuestro carisma y ser “enviada a trascender las fronteras” para vivir nuestra Misión donde sea que nos llamen. Espero que cada día del 55º Capítulo General se viva con un espíritu de confianza en la Providencia de Dios. Compartiremos recuerdos, inquietudes, realidades, dolores, lágrimas y visiones. Al final, tomaremos decisiones radicales para reinterpretar nuestro Carisma en palabras y acción y vivir nuestra Misión en la periferia de la existencia humana en un mundo en constante cambio. Al final del Capítulo General se nos recordarán una vez más las palabras del profeta Miqueas:
“Te han dicho, oh hombre, lo que es bueno y lo que el Señor requiere de ti:
actuar con justicia
amar tiernamente
y andar humildemente con tu Dios".
Y como el fiel salmista, responderemos: "He aquí, que yo vengo para hacer tu voluntad".