Hna. María Elizabeth Caicedo: "El cuidado de la Casa Común"

on 11 Sep, 2020
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LA GRAN MADRE TIERRA ES NUESTRA CASA COMÚN

Por HNA. MARÍA ELIZABETH CAICEDO CAICEDO* (COLOMBIA).- Acercarse a la tierra como nuestra casa, implica recordar en un primer momento que ella es un satélite del sol, un planeta que gira a su alrededor desde hace más de 4.450 millones de años, que está a 150 millones de kilómetros de distancia de él y que necesitó otros millones de años, tal vez 4.000 para albergar la vida en todas sus formas, a partir de la primera célula viva que los científicos denominan Aries. 

Así esta tierra llamada por los griegos Gaia es un súper-organismo viviente donde los elementos vivos e inertes forman un todo integrado, interconectado, equilibrado que hoy vemos en peligro. En este sentido, todas las especies, incluyendo nuestra especie humana nacida hace 8 o 10 millones de años nada más, son hijas de la tierra y comparten el gran don de la vida.

Vida que hoy nos invita a leer de manera orante el primer capítulo del libro del Génesis, cuyo nombre se circunscribe al principio, origen, naturaleza de la vida misma “Al principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era una soledad caótica y las tinieblas cubrían el abismo, mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas” (Gn. 1, 1-2). Así, reconocer a Dios como creador, significa acoger la misteriosa fuerza de la vida que habita, impulsa, amedrenta, atrae a todo cuanto existe en la tierra, a partir de dos principios dinámicos: el poderoso aliento de Dios que fecunda y transforma el caos en orden y la soberana Palabra que hace existir aquello que nomina en el contexto de una temporalidad donde prima la acción creadora y donde es posible SER.

“Y dijo Dios...” (Gn. 1, 3)

Así fueron terminados los cielos y la tierra y todos sus ocupantes. El séptimo día Dios había terminado la obra que hizo, y reposó en el séptimo día de toda la obra que había hecho. Por eso Dios bendijo y santificó el séptimo día, porque en él reposó de toda su obra de creación que Dios había hecho. Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra, cuando fueron creados. (Gn.  2,  1-4ª)

Este himno bíblico evidencia, por un lado, como la vida “hace, conforma y cambia el entorno al que se adapta. Entorno que a su vez retroalimenta la vida que cambia, actúa y crece en él” (Capra,1998, p.124). Por otro lado, expresa la conciencia de un pueblo, Israel, que considera que todo cuanto existe: cosmos, tierra, aguas, naturaleza, plantas, animales, personas son fruto de la palabra/acción de Dios.

Tu presencia irrumpe por toda la tierra. El día entrega al otro día tu mensaje, la noche a la otra noche se lo susurra, sin que hablen, sin que pronuncien, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. (Sal 18, 2-5) 

En este orden de ideas, es importante situar la visión que la ecología profunda tiene de la vida, que como bien lo expresa Capra (1998) es una visión espiritual, religiosa, mística. La ecología profunda, escuela fundada por el filósofo noruego Arne Naess en los años sesenta como perspectiva y horizonte de lectura y comprensión del gran fenómeno que es la vida, en palabras de Capra:

Ve el mundo, no como una colección de objetos aislados, sino como una red interdependiente. La ecología profunda reconoce el valor intrínseco de todos los seres vivos y ve a los humanos como una mera hebra de la trama de la vida. (p. 29)

Y se convierte en este texto en el espectro de luz que nos permitirá acercarnos a la tierra como casa común, Oikos, que teje e interconecta todo cuanto vive y respira y, por lo tanto, es nuestra responsabilidad, en el contexto de Génesis capítulo 2, que nos identifica como sus cultivadores y cuidadores.

Nos proponemos, entonces, superar la visión simplista de la ecología que desde su postura antropocentrista convirtió al ser humano en dueño y dominador de todo cuanto existe, al centrar su atención en la lectura literal, si hacemos referencia a lo religioso, del mandato dado por Dios al ser humano: persona, pareja, comunidad en el primer capítulo de libro del Génesis: “crezcan y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla, dominen sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra” (Gn. 1, 28).  En esta dirección, llama la atención la Conferencia Latinoamericana de Religiosos (2004) al manifestar:

Creíamos que teníamos más soplo divino que cualquier otro ser creado y por eso nos construimos en escalera jerárquica y mecánica de seres que predomina hasta el momento actual. Construimos una visión jerárquica del mundo y de la humanidad que da sustento a nuestras injusticias y desigualdades. (p.4)

Así pasamos por alto el segundo relato de la creación: Génesis capítulo 2, contenido en el mismo libro y que desde la perspectiva agraria plantea como tarea del ser humano el cuidado y cultivo de la tierra: “Entonces el Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén para que lo cultivara y lo guardara” (Gn. 2,8).

En este sentido, es necesario acercarnos a nuestra casa común, desde el significado etimológico de la palabra ecología: del griego oikos= casa: “estudio del hogar de la tierra” (Capra,1998,  p.52), que en este contexto de barbarie humana y destrucción de la tierra, nos llama más que a una conciencia ecológica a una conversión ecológica, que intervenga y transforme la realidad como lo expresa el Papa Francisco en su Carta Encíclica Laudato Si, a una espiritualidad ecológica que nos permita tomar conciencia de estar conectados con todo cuento existe (LS 220).

Conversión que implica reconocer que muchas veces nuestros sentidos parecen estar cerrados a las grandes cuestiones ecológicas y planetarias. No es posible hablar de ecología sin opciones éticas que en el campo de la justicia y la paz nos hagan conscientes del compromiso prioritario con el cuidado de la creación, como expresión de nuestra opción por el cuidado y defensa de la vida, comprendida en este hoy de la historia como:

Sinfonía: organización de nuestras voces vitales que gritan que es posible vivir la sobriedad, la sencillez y gozar con poco (LS 222), que gritan justicia, libertad, equidad para todos y todas en medio de un mundo que empobrece y crea brechas cada vez más grande entre pobres y ricos.

Viaje: hecho entre la diversidad de caminos que se encuentran, se cruzan  y se alejan, atentas a las llamadas de tantos hombres y mujeres  que aún detrás de unas cifras estadísticas que cuantifican el hambre, la enfermedad, el ingreso, el desempleo, nos interpelan para cambiar el rumbo, la dirección, porque el deterioro de la tierra es grande y es necesario saber que no solo la humanidad, sino también cuanto vive y respira es nuestra responsabilidad y nos reta a afrontar este momento histórico que nos ha tocado vivir. 

Red - Tejido:  porque la vida es un gran tejido multidiverso, donde la relación dialógica, el encuentro-desencuentro, nos interconecta (cf. LS 70 y 137) y enseña que no somos unos sobre otros en el mundo, sino unos tejidos al lado de los otros por la fuerza del espíritu que nos dinamiza desde dentro como fuente eterna de actuación humana ética, libre, capaz de luchar contra las causas estructurales cuyos modelos económicos no respetan el medio ambiente, no cuidan la vida, matan incluso la esperanza.

Cruz: que manifiesta la condición humana del dolor y la muerte. Desde la metáfora que encierra nos acerca al rostro desfigurado de hombres y mujeres masacrados por el hambre, la injusticia, la miseria, la explotación, la guerra y a la naturaleza que grita su destrucción con dolores como de parto. Cruz que se convierte para nosotras en el lugar donde experimentamos el paso de la muerte a la vida, la salvación y por lo tanto la posibilidad de transformar este mundo desde el Carisma Dominicano de Marie Poussepin.

Éxodo: comprendido como salida, paso de Dourdan a Sainville, que nos impulsa a trascender las fronteras de la destrucción para luchar por el bien común, al mismo tiempo que cuidamos nuestra casa común. Éxodo que se convierte en movimiento de nuestra espiritualidad dominicana, aquella que no solo contempla, sino que actúa y busca de manera creativa las formas, maneras de salvar desde la vivencia de la Caridad y la Verdad. Este es el momento de pasar de la reflexión a la acción, de concretizar en nuestras comunidades opciones realizables, pequeñas seguramente, pero lo suficientemente fuertes para generar impacto social y transformacional.

En este contexto, emerge como actual y renovado el carisma de nuestra Madre Fundadora. En Sainville ella “Hace construir una casa donde las primeras hermanas puedan vivir con ella el Evangelio” afirman nuestras Constituciones en la Intuición Primera, su comunidad realmente dominicana es servicio de caridad y búsqueda de la verdad en relación directa con el anuncio de la Palabra. Ésta lee el mundo, la historia, la realidad y envía a la misión, que desde nuestros orígenes teje contemplación y apostolado, formación y respuesta a las necesidades de cada época.

La evolución del mundo nos interpela sin cesar, afirma la Constitución 82, y nos abre a la comunión con el mundo entero (C 84), y sus circunstancias, por eso atentas a los signos de los tiempos, tratamos de descubrir las llamadas del Espíritu. Al respecto la Ratio Formationis declara que nuestra vocación la vivimos en el mundo y en la historia, en la solidaridad con los pueblos, en la toma de conciencia de la llegada de un cambio climático y ambiental que exige de nosotras y nuestras comunidades posturas cada vez más radicales y creativas  para replantear el uso que le damos a los recursos naturales, el tipo de relaciones interpersonales que establecemos, revisar nuestras actitudes consumistas no solo de bienes materiales sino de la comunidad. En síntesis, somos llamadas a impulsar una ecología integral que transforme no solo nuestro estilo de vida, sino que nos impulse a luchar por el cuidado de la vida y la justicia social.

Aquí emerge para nosotras el concepto griego de ethos con “e larga” que significa territorio, es decir, “la morada, el abrigo permanente tanto de animales (establo), como de las personas (casa)” (Noguera, 2004, p.31), en este caso nuestra tierra, y para cada uno de los seres humanos que la habitamos, una porción de tierra, nuestra morada, que trabajamos y transformamos con nuestras opciones, decisiones y acciones. Y el ethos con “e” breve “que designa las costumbres, el conjunto de valores y de hábitos consagrados por la tradición cultural de un pueblo” (Noguera, p.31), es decir, la calidad de relaciones que el ser humano establece con el otro, lo otro, con aquellos semejantes y distintos al mismo tiempo, con quienes configura su propia manera de vivir y actuar en el mundo, en el contexto de la cultura.

Este Ethos, esta ética, es nuestra posibilidad humana para construir, configurar un espacio humano, un modo de ser humano según criterios, principios, valores que permitan a la humanidad vivir en “una casa que es TODO, que es un modo de ser de las personas y las cosas” (Boff) y que hoy se ve amenazada no solo por los sistemas económicos y políticos sino por nuestras decisiones cotidianas, que hablan de consumismo.

Nuestro consumo de recursos está sobregirado en este momento: se urbaniza sobre la naturaleza, se talan miles de hectáreas de árboles, asistimos a la sexta extinción masiva de especies en el mundo, entre otros signos. Por eso es posible afirmar que la relación entre consumo y biocapacidad es negativa y que la insostenibilidad de nuestro modelo de desarrollo es evidente, al respeto Laudato Si en el No. 194 nos invita a redefinir el concepto que tenemos de desarrollo.

Para el 2050 se proyecta que seremos mil millones de habitantes, ¿está la tierra en capacidad de albergarnos a todos?, para esta época si no repensamos nuestro modelo económico y nuestra manera de consumir los recursos naturales, seremos testigos de grandes conflictos por el agua, la tierra fértil, y la tenencia del poder político y militar. Así lo refiere (Gallotti,1993): 

El mundo se encuentra atrapado en la aventura demencial del despilfarro humano, ecológico y económico.  Se vive ante el temor alimentado por una posible tercera guerra mundial, de hecho, la industria de la guerra es la estructura que sostiene las más variadas áreas tecnológicas y de investigación científica en sociedades solapadamente militarizadas. Añádase a esto el deshumanizante sistema económico mundial capitalista que impone la occidentalización del mundo, y a su vez, la amenaza  según la cual aviva la contradicción entre la promesa de un cuerno de la abundancia aparentemente al alcance de la mano y la realidad de una penuria que es la suerte cotidiana de la mayoría de los habitantes del planeta, los cuales más de la quinta parte se halla en una dramática situación de pobreza sin acceso al agua potable, alojamiento, alimentación adecuada, asistencia sanitaria, de salud ni enseñanza elemental.(p.50)

Ante este caos, ante la crisis actual que puede llevar a la humanidad al desastre, se contrapone la posibilidad de tomar una decisión de cambio que centrada en la concepción de esta tierra como nuestra casa (Oikos), nuestro hogar y responsabilidad de todos, nos lleve a cambiar nuestros hábitos. Con lo anterior, emergen los siguientes interrogantes ¿Identifico en mi vida un hábito que contribuye de manera directa a esta crisis ambiental? ¿Cuál es la motivación más profunda que me lleva a aceptar mi error y a desear cambiarlo? ¿Estoy dispuesta a ir más allá de una ingenua voluntad?   

La voluntad de convertirme es fundamental, pero es necesario que este querer sea sustentable (LS 11), efectivo, se comparta con otros y evidencie la intencionalidad de entretejer la vida juntos y juntas desde el amor, la compasión, el amor por la tierra y la solidaridad en perspectiva de una nueva humanidad que ve su pasado, escucha su presente y ama su futuro. 

Para reflexionar:

  • ¿Qué acción personal concreta habla de mi compromiso con el cuidado de la tierra como casa común?
  • ¿Qué es lo que más consumo? Cosas, personas, ideas.
  • ¿Me dejo llevar por la “rapidación” (intensificación de los ritmos de vida), que aumenta mi ansiedad, me enferma, me vuelve superficial? ¿Qué “antídotos” uso para evitar ser presa de esto?
  • ¿Soy capaz de vivir y gozar con poco? ¿De mis haberes, qué me sobra, qué no necesito, qué puedo compartir con otros?
  • Investigo ¿Qué es espiritualidad integral? y dejo que esta propuesta de vida alimente la espiritualidad dominicana de Marie Poussepin como posibilidad para ser coherente con el llamado de Laudato Si a amar la humanidad, a amar a Dios en toda su creación.

 

*Hna. María Elizabeth Caicedo Caicedo es una hermana de Colombia, provincia de Manizales. Actualmente forma parte de la comunidad de la Universidad Católica de Manizales donde se desempeña como rectora de la universidad y superiora de la comunidad.


Referencias  

  • BOFF, Leonardo. Daimon y Ethos. Disponible en www.servicioskoinonia.org/boff/
  • CAPRA, F. (1998).  La trama de la vida. Barcelona, Anagrama.
  • CONFERENCIA LATINOAMERICANA DE RELIGIOSOS. Por el camino de Emaús. (2004). Tercera etapa. Ecología, mística y profetismo.
  • FRANCISCO, P. (2015). Laudato Si. Carta Encíclica.
  • GALLOTTI, A. (1993).  Las profecías del fin del milenio. Santafé de Bogotá: Robin Book, 1993.
  • NOGUERA, A. (2004). El reencantamiento del mundo. Manizales. Universidad Nacional de Colombia. IDEA.