La vida de Marie Poussepin se desarrolla en dos periodos casi iguales. El primero en su ciudad natal, Dourdan, de 1653 a 1695; el segundo, en Sainville de 1696 a 1744.
DE LA RICA CIUDAD DE DOURDAN, AL HUMILDE PUEBLO DE SAINVILLE
En Dourdan recibe de sus padres una sólida formación cristiana, aprendiendo muy pronto a amar y a aliviar el sufrimiento de los enfermos pobres, atraída principalmente por el ejemplo de su madre, tesorera de la cofradía de la caridad de Dourdan. Un indicio seguro de su piedad y preparación religiosa es el hecho de que fue designada 28 veces como madrina de bautismo en las dos parroquias de Dourdan.
Cuando en 1675 muere su madre, Marie, con sólo 22 años, fue llamada a sustituirla como tesorera de la cofradía de la caridad, además de la educación de su hermano Claude de sólo 10 años. Dotada de gran habilidad para los negocios industriales, lo demuestra saldando en breve tiempo las grandes deudas de su padre, víctima de una catástrofe financiera en 1679. Después de la muerte de su padre, en 1683, quedó como única responsable de la hacienda familiar que con intuición y audacia supo renovar. Activó transformaciones pioneras, modernizó la industria manufacturera, situándose como una de las principales de Dourdan y modificó los contratos de trabajo de los aprendices en el campo retributivo, en conformidad al espíritu de la justicia evangélica.
El darse a los pobres y su mirada hacia Dios, fueron desde su juventud, la huella de una fe profunda que animó toda su vida y su empeño. Posiblemente durante el invierno de 1695‑1696 Marie Poussepin sale de Dourdan, para ir a Sainville, pequeña aldea de la región de la Beauce, situado a unos diecisiete kilómetros de su ciudad natal.
Allí las guerras y la mala administración del reino de Luis XIV de Francia, dejan una impronta de miseria, enfermedad e ignorancia entre los campesinos. Marie ve en esta realidad un signo evidente de la voluntad de Dios sobre su vida. Es una llamada que le exige orientar ahora su mirada y todo su esfuerzo en favor de los más pobres y replantearse desde ellos todo su proyecto de vida. Llega a Sainville con su prima Agnès Revers y poco después se les suman otras jóvenes huérfanas del lugar. Invierte todo su patrimonio en comprar y dotar una casa donde pronto empieza a funcionar una escuela para las niñas de Sainville. También les enseña a tejer en seda y a procurar cuidados a los enfermos.
Nace una Comunidad
El 13 de noviembre de 1697, Marie Poussepin firma un acta ante notario, en la que declara explícitamente su voluntad de fundar en Sainville "una Comunidad de la Tercera Orden de Santo Domingo, para utilidad de la parroquia, para la instrucción de la juventud y el servicio de los pobres enfermos". Marie expresa así, de manera clara, su intención de fundar no una simple asociación caritativa o un grupo de trabajo para ayudar a los pobres sino una comunidad estable, arraigada en la espiritualidad dominicana, con una única razón de ser: el anuncio de Jesucristo, por el servicio de la caridad. En esta misma acta, Marie asegura el futuro de la propiedad para la comunidad que funda: cede la casa que ha comprado a Noël Mesnard, su compañera más joven, especificando los fines por los cuales hace esta donación. La casa de Sainville acoge a las Hermanas de la comunidad y más tarde se convierte en lugar de referencia para las que van en misión a otras parroquias. Allí funcionan también la escuela, el dispensario, los talleres donde se tejen medias, las salas de trabajo, etc.
La comunidad no se limitará a guardar para sí misma los dones recibidos del cielo sino que procurará esparcirlos con largueza y profusión
Innovadora en su tiempo
Innovadora en su tiempo, Marie Poussepin no quiere ni clausura ni votos solemnes para sus hermanas: "Irán donde sean llamadas" para prestar allí sus servicios de caridad. Coherente con esta intuición, en 1697 envía a dos hermanas para que se ocupen del Hospital de Janville, población situada a treinta kilómetros de Sainville, atendiendo a la petición del obispo de Orleans. A esta petición se suman poco después muchas otras. La piedad, la caridad de las hermanas así como la efectividad de sus servicios impulsa a los obispos a solicitar la presencia de las hermanas en las parroquias.
De 1697 a 1740, Marie hace diecinueve fundaciones en seis diócesis. Las hermanas atienden las pequeñas escuelas de los pueblos, visitan y cuidan a los enfermos, trabajan en los hospitales, alientan, consuelan y están prontas para prestar cualquier servicio de caridad. Esta disposición para "ir más allá", para "salir de las propias fronteras" marca la comunidad desde sus orígenes por deseo expreso de la fundadora: "La comunidad no se limitará a guardar para sí misma los dones recibidos del cielo sino que procurará esparcirlos con largueza y profusión".
El justo se purifica en la prueba
Al rápido crecimiento y expansión, se suma pronto la dificultad, como signo no menos expresivo de la acción de Dios en la naciente comunidad. El obispo de Chartres impide la filiación dominicana de la comunidad por el peligro Jansenista que en aquel momento se cierne sobre la Orden. Marie Poussepin sabe que debe velar por la estabilidad de la "Obra de la Providencia" y que hace falta obtener su reconocimiento legal. Escribe a obispos, abogados, personas influyentes que pueden elevar su voz ante las autoridades, se dirige incluso al rey Luis XV. Insiste con claridad y firmeza, somete a juicio de quienes la conocen la finalidad de su obra, los procedimientos que emplea y la forma de vida de la comunidad. Cuando a petición del Parlamento y con miras a la aprobación de la comunidad, se pide información a los vecinos de Sainville sobre las ventajas e inconvenientes de concederla, es el señor cura Lamothe Lamyre, quien se expresa como el peor de sus enemigos. Declara que "levantan altar contra altar" por los servicios que prestan en la capilla y llega a dar falsos testimonios sobre su acción caritativa. Los mismos vecinos se encargan de desmentir estas apreciaciones. La espera se prolonga por treinta años, durante los cuales Marie mantiene su confianza inquebrantable en Dios. Al fin, en marzo de 1724, el rey firma la aprobación oficial de la obra que Dios ha bendecido. La fe de la fundadora, su firme esperanza, vence las resistencias.
Un legado para la posteridad
Cuarenta y dos años de fidelidad a los principios y normas que la comunidad traza para sí misma y para cada hermana desde los orígenes, avalan de manera irrefutable, cada uno de los capítulos de los "Reglamentos para las Hermanas de Sainville". Marie Poussepin no improvisa una legislación para su comunidad: ella y sus hermanas la viven y después la ponen por escrito. La aprobación de estos Reglamentos por Monseñor de Mérinville, el 5 de marzo de 1738, señala el momento en que la Iglesia reconoce oficialmente a la Comunidad. Cuando comienza la expansión misionera fuera de Sainville, Marie Poussepin escribe las "Reglas Generales de conducta para las Hermanas de la Comunidad de Sainville en las parroquias donde se establezcan". Estas Reglas Generales, y los Reglamentos para las Hermanas de Sainville, son la síntesis de la intuición primera de Marie Poussepin: finalidad de la Congregación que ha fundado, rasgos que deben identificar a su comunidad, proyecto misionero. Reflejan la madurez de su alma, el equilibrio de su persona, su profunda espiritualidad y su hondo sentido humano, la acción de Dios y la docilidad de quien se ha puesto en sus manos. En este legado, generaciones de Hermanas se inspiran desde 1696, para vivir en fidelidad según el Carisma de su Fundadora.
La primera comunidad dominicana femenina de vida apostólica
"No habiéndome reservado nada, no poseo nada" escribe Marie Poussepin, en su último testamento. Dios la hace instrumento de la obra de la Providencia y ella acepta ser la servidora fiel y prudente de ese proyecto con la entrega incondicional de su vida y de sus posibilidades. Ahora, noventa años después de haber iniciado el camino de la vida, Marie vislumbra cercano el fin. En la profundidad de su fe, comprende que se acerca a la plenitud. Despojada, libre y serena se entrega a la oración y al silencio. El Señor viene a buscarla en Sainville el 24 de enero de 1744, a la edad de 90 años, 3 meses y 10 días. A su muerte, Marie Poussepin deja sólidamente constituida la primera comunidad dominicana femenina de vida apostólica.
Tras las huellas de la Fundadora
La vida de "la humilde, piadosa y caritativa Marie Poussepin", se prolonga en el tiempo y en el espacio, en cada hermana, en cada comunidad de Dominicas de la Presentación, a través de tres siglos de historia. Europa, América, Asia y África son los cuatro continentes que en la rica gama de culturas de 36 países, acogen hoy la Congregación. Las hermanas, fieles al espíritu de su fundadora, conscientes de los grandes cambios sobrevenidos en la sociedad, y la variedad de los pueblos donde se insertan, viven al servicio de la caridad, en una diversidad de respuestas tan amplia como las necesidades del mundo.
En escuelas, colegios, universidades como en talleres y centros de promoción y capacitación, las hermanas procuran la formación integral cristiana de niños, jóvenes y adultos, con preferencia por los más pobres; en pequeños dispensarios y centros de salud de la selva o la montaña, lo mismo que en grandes hospitales y clínicas de la ciudad, acogen la vida y la defienden, alivian el dolor, dan esperanza. Los ancianos, los niños sin hogar, los marginados sociales por la lepra, la drogadicción, la disminución psíquica saben de su entrega, de su cuidado por salvaguardar la dignidad humana que se esconde tras apariencias sin valor para el resto de la sociedad.
En las grandes zonas de marginación urbana y rural del tercer mundo, entre indígenas y campesinos, como en suburbios y pueblos de migrantes del primer mundo, las hermanas defienden los derechos humanos de los más débiles y están a su lado para compartir su suerte y luchar para lograr unas condiciones de vida más dignas. En parroquias y campos de misión, a través de medios de comunicación, en organismos del Estado o de la Iglesia son gestoras y animadoras de programas de evangelización, se hacen mediadoras del mensaje cristiano en las situaciones de trabajo y en la vida ordinaria del hombre y la mujer de nuestro mundo.
Con esta diversidad de respuestas y en la unidad de un mismo espíritu, la Congregación fundada por Marie Poussepin, HERMANAS DE LA CARIDAD DOMINICAS DE LA PRESENTACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN, no se aparta de la única finalidad que ella quiso darle: el anuncio de Jesucristo por el servicio de caridad. Esta fidelidad de tres siglos, es prueba fehaciente de la santidad de su Fundadora: la Iglesia lo reconoce oficialmente el día 20 de noviembre de 1994, en el acto solemne de su beatificación.
Fuente: Cfr. librito "Una vida al servicio de la Caridad"