Fuente de renovación para la vida y la misión
“La formación debe ayudar a cada una a realizar la unidad de su ser en la fe y en la libertad, a vivir de convicciones profundas y a situarse con discernimiento en la Iglesia y en el mundo” (C 33). “La formación es un proceso dinámico, de transformación de la persona, que capacita para vivir en conversión continua, creciendo en apertura a las exigencias del Evangelio, de la vida fraterna en comunidad, en vista de la misión” (Cf. Informe sobre la Vida de la Congregación 2014 - 2018, Pág. 78.). Con la fuerza del Espíritu podremos resignificar nuestro estilo de vida consagrada según el carisma de Marie Poussepin, para ser signo legible del Dios que nos habita.
Optamos por una formación que haga visible el Carisma por el anuncio de la Palabra y el servicio de Caridad, que favorezca el proceso de trascender fronteras”.
Fuente: Documento del 55° Capítulo General – 2019
La formación desde el carisma dominicano de Marie Poussepin
La Ratio nos dice: en la dinámica Llamada - Respuesta se inscribe la Formación en la Congregación como Proceso vital hacia la “plenitud de Cristo” que unifica progresivamente, por la Palabra y la acción del Espíritu, nuestra realidad de mujer cristiana, Hermana de la Caridad Dominica de la Presentación, para conocer y anunciar a Jesucristo. (Ratio Formationis P. 30)
Si la formación forma, informa y transforma, podemos descubrir, al leer la vida de Marie Poussepin, que ella fue formadora desde temprana edad.
El ambiente familiar, la vida parroquial, la educación recibida de las Hermanas de la Instrucción Cristiana, la pertenencia a la Cofradía de la Caridad, su compromiso como industrial en el mundo del trabajo, su formación humana y espiritual y su ingreso a la Tercera Orden de Santo Domingo… le brindaron elementos para su formación personal y para afrontar las pobrezas de su tiempo, con una visión integral de la persona y una sensibilidad por todo ser que sufre. Desde su hogar asumió la formación que le brindaron; allí la vemos siempre dócil, abierta y disponible para acoger y asimilar lo que, a través de personas, circunstancias, lugares y posibilidades se le ofreció, buscando la gloria de Dios y la acción caritativa, en la que fue iniciada desde pequeña.
Ya desde Dourdan, siendo muy joven, tuvo que enfrentar situaciones y responder a decisiones de transcendencia. Así mismo tuvo que apropiarse de ciertas situaciones familiares con su hermano Claudio, que la caracterizan como formadora; la vemos tratando de descubrir lo mejor para él, prepararlo para asumir la responsabilidad de la empresa y de los aprendices dándole elementos para su desarrollo y crecimiento.
También para su naciente Comunidad Marie Poussepin fue formadora, no solo fundadora. Además de la escuela y de los enfermos, ella se ocupaba de las niñas sin asilo y sin recursos, varias entre ellas decidieron asociarse a esta vida de caridad. Ella las inició tanto en el conocimiento y en el amor a Jesucristo como en las tareas profesionales ligadas a los fines de su fundación.
Todas sabemos que el amor es fecundo y ahí tenemos una verificación de ello. La multiplicidad de vocaciones bien formadas, como Marie Poussepin lo dice, hizo del primer siglo de la Congregación. “El siglo de la caridad”!
La formación es un proceso dinámico de transformación de la persona, que capacita para vivir en conversión continua, creciendo en apertura a las exigencias del Evangelio, de la vida fraterna en comunidad, en vista de la misión. “La formación debe ayudar a cada una a realizar la unidad de su ser en la fe y en la libertad, a vivir de convicciones profundas y a situarse con discernimiento en la Iglesia y en el mundo”. C.33
Profundizar en la formación hoy, es dar calidad evangélica a la vida consagrada. Esto es decisivo. La calidad evangélica es fruto de la pasión, del hecho de vivir con el corazón enamorado de Cristo y de la humanidad. Cuando la persona consagrada vive con calidad evangélica, las comunidades se convierten en la mejor escuela de formación y en estímulo para quienes las habitan y para las nuevas generaciones que se incorporan.
Todas estamos convencidas que de la calidad de la formación sigue dependiendo, en gran parte, nuestra posibilidad de continuidad y la actualidad de nuestra respuesta. Una seria formación es hoy, más que nunca, un acto incontestable de fidelidad al reto que nos lanzan las cambiantes situaciones históricas.
La calidad de nuestra vida en sus contenidos, su proceso unificador, sus convicciones y principios, su fundamentación de base, es garantía de autenticidad y exigencia de verdad. Por eso, hemos optado por una formación que haga visible el Carisma por el anuncio de la Palabra y el servicio de caridad, que favorezca el proceso de transcender fronteras.
La formación es reclamo apostólico de respeto del hombre al que somos enviadas y es respuesta al Señor que nos envía. La Congregación se afana desde siempre por incrementar el bagaje cultural y humano de las hermanas, porque sabe, que, por la calidad de nuestra vida, contribuimos a construir el Reino y que las Hermanas enviadas en misión deben estar seriamente formadas. Cuando la Congregación se abre para dar nuevas respuestas misioneras, el número crece. Cuando el interés por la formación se acentúa, las salidas disminuyen, los compromisos adquiridos aparecen con mayor vitalidad y la repercusión de la vida de las Hermanas no se hace esperar.
El principal lugar de la formación es la Comunidad, como espacio de fraternidad, transmisora de la tradición, expresión de la fe, sitio para la fiesta. Y su mejor ambiente es la fraternidad de la Congregación, su sentido misionero, su apertura universal, las exigencias de la verdad, la oración común, la fe de los demás y el ejercicio de la mutua responsabilidad.
La Congregación reconoce la formación como la urgencia primera y vital, la más honda en función de la calidad humana, cristiana y religiosa de cada hermana en vista de la identidad apostólica y como deber de justicia para la evangelización. El mayor mérito está en haberle reconocido a la formación su carácter dinámico como proceso vital, que debe integrar todos los elementos a lo largo de la vida en un ejercicio permanente de crecimiento y conversión hacia la plenitud de Cristo.
La formación es exigencia de unidad y estructuración de la persona en la fe. Es por tanto la tarea de cada una, como aporte indispensable a la construcción comunitaria. Lo que frene o impida este “progreso personal” perjudica la comunidad en su deber primero “la comunión”.
El campo de la formación se destaca como un deber imperativo al cual están supeditados todos los demás. Sobre él incide la primera responsabilidad de la Congregación, en función de su misma fidelidad, para mantener y perseverar y de su creatividad para responder y adecuar.
No olvidemos que para Marie Poussepin, el ejercicio de la caridad se hace tarea de formación, así fue surgiendo y propagando su obra.
Vivir la Caridad, vivir de Caridad y para el servicio de la Caridad es el eco repetido por los centenares de Hermanas que encuentran desde Sainville el modo de vivir intensamente “la vida que nuestro Señor llevó sobre la tierra” y encuentran en este proyecto unificador, el camino evangélico del servicio de la Caridad.
Texto: Hna. Angélica Solano Polanía
Un reto inaplazable
“Este tipo de formación (internacional, interprovincial e intercultural) comporta en sí misma una riqueza: el reconocimiento y la confianza mutuas, la capacidad de acompañamiento, el aprendizaje del discernimiento, la práctica de las relaciones mutuas interculturales” (Cfr. Informe sobre la vida de la Congregación 2014, pág. 61).
“Ahora es el tiempo favorable…” Asumir la formación es un reto inaplazable para anunciar a Jesucristo desde el ejercicio de la Caridad, en la escucha atenta a la voluntad de Dios. En un mundo marcado por grandes cambios y contrastes, la formación es vital. Por lo tanto optamos por una formación que ponga los acentos en:
- La solidez humana y espiritual que favorece la experiencia de Dios, el conocimiento de su Palabra y el seguimiento de Cristo a la manera de Santo Domingo y Marie Poussepin.
- El acompañamiento personalizado: prioritario a todas las hermanas en cada una de las etapas de la vida y responsabilidades, en sus procesos comunitarios y misioneros.
- La interculturalidad y la internacionalidad desde el inicio de la formación: riqueza para nuestra vocación y misión.
- La opción por la justicia, la paz y el cuidado de la creación que nos pone frente a la realidad del mundo del pobre y marca nuestro estilo de vida.
Para vivir en fidelidad a nuestra vocación
La formación favorece la respuesta en fidelidad a la llamada de Dios y la fecundidad de nuestra vida consagrada al servicio de la Iglesia y su misión. Ella presenta un proceso de vida consagrada centrada en la persona de Cristo, que a lo largo de toda la vida, genera la conversión que conduce al crecimiento, síntesis y unificación de nuestro ser como Hermanas de la Caridad Dominicas de la Presentación.
Fuente: Documento del 54º Capítulo General - 2014
Llamadas por Dios a la vida, a la fe y al seguimiento radical de Cristo en la vida religiosa, apostólica, queremos responderle en fidelidad creadora según el Carisma de Marie Poussepin. En esta dinámica Llamada-Respuesta se inscribe la formación en la Congregación: proceso vital "hacia la plenitud de Cristo" que unifica progresivamente por la Palabra y la acción del Espíritu, nuestra realidad de mujer, cristiana, Hermana de la Caridad Dominica de la Presentación para conocer y anunciar a Jesucristo
Fuente: "Ratio Formationis"