En este tiempo dentro de un marco complejo que como humanidad estamos viviendo, en un mar agitado que amenaza nuestra barca, con acontecimientos no muy halagadores para quienes nos ha correspondido escribir en el día a día una página dentro del “libro de la vida”, suenan voces de desconcierto, de miedo, de angustia frente a la misión de hacer Pastoral Vocacional.
Una Pastoral Vocacional en tiempos de gracia…
“Vengan y Vean. Fueron, vieron dónde vivía y
se quedaron con él aquel día” (Jn 1,39)
Pero, es bien interesante, porque se presenta como un reto que como consagradas nos exige no solo plantear un proyecto muy bien estructurado, sino estar en salida… como nos lo pide el papa Francisco. Una salida que… testimonie la alegría de nuestra consagración y no el desencanto del cansancio ni el temor por tener que aumentar las vocaciones para poder suplir los vacíos que van dejando nuestras hermanas mayores y que en otros tiempos eran numerosas y hoy somos el “pequeño resto de Israel”. De ahí que es necesario hacer una propuesta novedosa desde la seguridad que Dios sigue llamando y lo hace por gracia, porque Él nos ama y cuenta con el aporte significativo de su creatura, para que sigamos sus pasos. Él es providente y hace de nuestra pobreza una gran riqueza: “sé en quien he puesto mi confianza”, Él no defrauda y sigue llamando a hombres y mujeres, a jóvenes y adolescentes. Sigue tocando a la puerta de nuestro frágil corazón… ¿Por qué? Por puro amor… Porque Él ha querido regalar a la Iglesia una Vida Consagrada como respuesta a los gritos ahogados de nuestros hermanos y como don precioso para el presente y futuro del pueblo de Dios.
Esto nos hace evocar los acontecimientos que tuvo que asumir nuestra madre fundadora Marie Poussepin en un tiempo de gracia como fue la guerra y la posguerra donde pudo experimentar la miseria en todas sus dimensiones y de igual manera responder de manera radical, fiel, creativa y comprometida ante los desafíos que el mundo le presentaba. Es necesario aprender a leer cada signo como lo hizo ella, que no se dejó acobardar por las insidias del mal que se empeñaban en diezmar sus fuerzas para que desertara y traicionara sus propósitos y el sueño de Dios en ella, como su transparencia en medio de tanta necesidad.
Es urgente agudizar los sentidos y a ejemplo de la mujer que supo “ver lo que era recto” a los ojos de su Señor y con audacia y valentía cual mano sanadora del Divino Maestro de Nazaret pasó haciendo el bien se aprenda a leer, ver, contemplar la realidad…, y caminar, construir, sanar; escuchar las voces de nuestros hermanos para ser verdaderos Sacramentos de un Dios, que hoy continúa llamando en medio del: “olvido de Dios y de la autosuficiencia del hombre”.
Es necesario aprender a acariciar la realidad para sanar y bendecir, es preciso aprender a percibir el suave olor del Siervo Sufriente para acercarnos y con el óleo del amor levantar a quien está herido y desconocido en el camino… y así cargarlo y encargarnos de aquel excluido por nuestra inconciencia y falta de humanidad.
La acción y el ejemplo de unas convocaron a otras para que salieran de si y descubrieran el llamado que el Señor les hacía desde la eternidad. Esto es de testimonio y no de discursos.
El llamado lo hace Dios y no el hombre… y eso lo debemos de tener muy claro. No es el ser humano quien llama, ni quien suscita en el corazón de jóvenes y adolescentes la inquietud vocacional, eso viene de Dios y ante el panorama de hoy, la misión de la Pastoral Vocacional es el de acompañar a los y a las jóvenes en ese camino hacia la plenitud y realización del proyecto de Dios en cada uno para ser felices. Un acompañamiento respetuoso de su historia, de sus conflictos, pero, ante todo, un acompañamiento procesual que tenga en cuenta la humanidad lastimada de quienes se acercan a nuestras casas en busca del Dios de Jesús que los llama.
Hoy estamos en una era digital que nos presenta a un ser humano cambiante a una velocidad vertiginosa, pero que en sí siente una gran nostalgia de Dios, porque ha salido de sus entrañas. Por ello, tenemos que cambiar la forma de llegar a los jóvenes, es preciso caminar con ellos, conocer su realidad para entenderlos con sus vacíos, dificultades, sueños, crisis y sus búsquedas de sentido, de sí mismos, de sus ideales y hasta de Dios… ¡No se hallan… ¡Aquí! es donde debe entrar, en esta realidad para impactar, una Pastoral Vocacional humanizada, la que tiene que pensarse para ellos y con ellos, para que así, responda a sus inquietudes. Con el propósito no de “igualarnos” y perder nuestra esencia, sino de aprender a leerlos y trabajar con ellos el proyecto de Jesús como una respuesta a sus necesidades. Los jóvenes esperan de nosotros una alternativa muy distinta a la del mundo. Ya se ven… y se sienten cansados y vacíos de tanto sin sentido… Se percibe la necesidad de algo más firme y que les dé un norte… porque se pierden en la ausencia de Dios…
Una Pastoral Vocacional que acompañe las búsquedas de los jóvenes y las jóvenes para asumir el estilo y la propuesta exigente y amorosa de Jesús que abarca todas las dimensiones de la vida de la persona y que parte desde lo cotidiano de la vida hasta el conocimiento de la perfecta comunidad divina para conducirlos a la acción misericordiosa y comprometida con nuestros hermanos más necesitados y vulnerables.
De igual manera es una misión delicada que exige del acompañante un nuevo ardor para acoger la “Tierra Sagrada” de quien se acerca y así comprender, apoyar, iluminar y caminar con él en su proceso de discernimiento y madurez de su realización y sus búsquedas. Es necesario para ello, abrir espacios de encuentro personal, fortalecimiento espiritual y discernimiento para que de manera libre y liberadora puedan dar una respuesta a sus inquietudes existenciales.
La Pastoral Vocacional se asemeja a la labor diaria del buen sembrador que lanza la semilla y el terreno necesita ser preparado con delicadeza, y cuidado para que la semilla no se malogre y pueda crecer, florecer y dar frutos abundantes. O a la labor ardua del asiduo pescador que a pesar de los días de duro bregar continúa lanzando la red, aunque los frutos de su trabajo sean escasos, pero lo hace con la firme esperanza de lograr la pesca mejor, lanzando la red mar adentro como le indica el Maestro de Nazaret a sus discípulos y hoy resuena en nuestro corazón su voz para atraer otros a la misión de hacer realidad su Reino en este momento de la historia.
Aunque las olas del océano de la vida estén embravecidas y la barca amenaza hundirse por las circunstancias y acontecimientos que violentan a la humanidad, continuamos confiadas en la Palabra del Señor, lanzando la red, buscando encontrar personas que acepten este llamado a descubrir el rostro de Dios en los hermanos, en especial aquellos heridos por la vida.
Que el Dios del Llamado y la Promesa nos revista de su armadura divina para continuar asumiendo con creatividad, audacia y valentía la misión que nos ha confiado como es el ser constructores y colaboradores del Reino y profetas de esperanza en un mundo necesitado de Dios.
Texto: Hna. Ana Patricia Vásquez Zapata
Sígueme
“Somos llamados por el Señor a participar en su obra creadora, prestando nuestro aporte al bien común a partir de las capacidades que recibimos” (CV 253).
Marie Poussepin fue una mujer que, escuchando la llamada del Señor, respondió a las necesidades de la época; deja Dourdan, población próspera donde había nacido para ir habitar en la humilde aldea de Sainville, en el corazón de la Beauce, entonces devastada periódicamente por la guerra, el hambre y las epidemias y “donde la ignorancia era grande, por no decir más” (IP). El Evangelio nos revela la raíz de toda espiritualidad y nos devuelve la exigente simplicidad de la identidad cristiana. Nos enseña que ser discípulo de Jesús es seguirlo, y que en eso consiste la vida cristiana. Jesús exigió fundamentalmente el seguimiento, y todo nuestro cristianismo se construye sobre nuestra respuesta a esta llamada (Mt 8,18-22; 9,9; 10,38; 19,21.28; Mc 1,17-18; 3,13-14; Lc 14,25-27; Jn 1,43; 8,12; 10,27; 21,15-22).
Ser cristiano es seguir a Cristo por amor. Es Jesús quien nos pregunta si lo amamos y nosotros quienes respondemos que sí. Él nos invita a seguirlo: «Simón Pedro, ¿me amas?... Sí, Señor...Entonces sígueme...» (Jn 21). Eso es todo. Así de simple. Ignorantes, llenos de defectos, Jesús nos conducirá a la santidad, a condición que comencemos por amarlo y que tengamos el valor de ir en su seguimiento.
- No existe una espiritualidad de la cruz, porque no escucharíamos el llamado a cargarla.
- No existe una espiritualidad de la oración, porque no podríamos incorporarnos a la oración de Aquél a quien seguimos.
- No existe una espiritualidad de la pobreza, porque no viviríamos el despojo de quienes son fieles en seguir a un Dios empobrecido.
- No existe una espiritualidad del compromiso, pues todo compromiso o entrega al otro es fruto de la fidelidad al camino que siguió Jesús.
Fuente: Segundo Galilea, "Religiosidad Popular y Pastoral"
Las Hermanas de la Caridad Dominicas de la Presentación de la Santísima Virgen somos mujeres que, obedeciendo al llamado de Dios, hemos optado por seguir a Cristo en comunidad para conocerlo, amarlo y anunciarlo a través de “todo lo que inspira la caridad”, “allí donde la Iglesia nos llame y nuestros hermanos nos necesiten” (C 84).
Somos mujeres que, confiadas en la Palabra de Dios, decidimos someter todo otro seguimiento al seguimiento de Dios hecho carne. Por eso nos esforzamos cada día en la expresión evangélica de «venderlo todo», con tal de adquirir esa perla y ese tesoro escondido que constituye el seguir a Jesús (Mt. 13,44-46).
Y TÚ ¡TE ANIMAS A SEGUIR A CRISTO CON NOSOTRAS!
Texto: Hna. Evelyn Guadalupe Cecilia Córdova Grande
La experiencia de que Dios nos ama, se hace vocación
“La experiencia de que Dios nos ama de manera absolutamente gratuita, personal y única, se hace en nosotras “vocación” de seguimiento radical de Jesucristo” (Ratio, pág. 35)
- Que buscas la Vida que nunca defrauda, que sientes que el Amor te llama a dar y a darte más...
- Que te has preguntado por el sentido de tu vida y el proyecto de Dios para ti... Te decimos: ¡atrévete! y ponte a caminar... ¡Es Cristo el camino, tras sus huellas ve!
TE INVITAMOS A SEGUIR A CRISTO CON NOSOTRAS.
¡ANÍMATE! DA UN PASO EN LA FE.
Texto: Hnas. Rocío Cuéllar, Maribel Burgos y Natalia Huamán
La comunidad dominicana querida por Marie Poussepin debe tener por alma la caridad
A imitación de Jesucristo, Marie Poussepin, en una incansable búsqueda de Dios, profundamente conmovida por la miseria, la enfermedad y la ignorancia que descubre en Sainville, se entrega al servicio de sus hermanos. Amor a Dios, amor a los hombres... una sola mirada contemplativa la compromete a hablar a Dios o de Dios, en una caridad llena de misericordia y de compasión.
Caridad que se hace particularmente atenta a los más pobres; caridad, que se hace creativa, no contentándose con dar el socorro necesario, aún indispensable, sino procurando los medios para que por el trabajo se logre la propia subsistencia. Caridad que abarca el ser humano en su totalidad y quiere responder a sus diferentes hambres: hambre de pan y de saber, hambre de dignidad y de reconocimiento, hambre de felicidad, hambre de verdad, hambre de Dios.
La fe de Marie Poussepin está anclada en una vida eclesial abierta, y comprometida desde sus primeros años. Este arraigo en la Iglesia local marca su vida y su obra. Las hermanas serán enviadas "para utilidad de la parroquia". Su sentido de Iglesia y de obediencia la hacen capaz de soportar, sin desfallecer, las pruebas que acompañarán el crecimiento de su Proyecto. Para poder darse con tal vigor durante toda su larga vida, Marie Poussepin, se adhiere a la verdadera y sólida devoción, "imitar la vida que nuestro Señor llevó sobre la tierra". Él está en el centro de su existencia, de su oración y de su servicio a los hombres, marca el encuentro con sus hermanas y con todos aquellos a quienes ella acoge de una y otra manera. Él es el pan de la Eucaristía, el pan de la Palabra que la alimenta e impulsa a repartirlo a los otros.
En la confianza y la alegría, Marie Poussepin se vuelve hacia María, madre de Cristo y madre nuestra. Ella desea que la Comunidad la honre e imite en el misterio de la Presentación. Misterio de la llamada, misterio de la acogida, fe en ese Dios que "colma de bienes a los hambrientos y despide a los ricos con las manos vacías". Cuando se tiene la mirada amplia y el corazón abierto, ¿cómo responder sola a los gritos que se escuchan, a las necesidades que se perciben? Algunas compañeras se le unen y forman el pequeño núcleo de la Comunidad de la Tercera Orden de Santo Domingo. La comunidad dominicana querida por Marie Poussepin debe tener por alma la caridad. Esa caridad hacia Dios y hacia los hermanos se expresa en primer lugar, en esta comunidad en donde no se hará ninguna distinción de personas y donde ni el país ni el nacimiento darán lugar a diferencias. No se trata de uniformidad sino del pleno reconocimiento de cada una con sus riquezas, sus posibilidades y también, sus limitaciones. En esta comunidad reunida en nombre de Jesucristo la Palabra es acogida, compartida, estudiada, celebrada; la Eucaristía y la Reconciliación son fermento de crecimiento y de unidad; la Virgen María invita al don en la fe y la humildad del corazón.
Fuente: "La Formación en la Congregación. Ratio Formationis"