Dominicas de la Presentación  

Señor Todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos.
 
Concédenos, a imitación de la bienaventurada
Marie Poussepin, ser inquebrantables en la fe,
firmes en la esperanza y generosas en la caridad.
 
Cimenta nuestras almas
en una viva comunidad de amor y de santidad,
a fin de que puedan cantar eternamente
el cántico de alabanza:
 
Gloria al Padre,
gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo.
 
Amén.
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800 años de la fundación de los Dominicos

Dios Padre de misericordia, que
llamaste a tu servidor Domingo de Guzmán
a ponerse en camino en la fe,
como peregrino itinerante y predicador de la gracia,
al prepararnos a celebrar el Jubileo de la Orden,
te pedimos que infundas de nuevo en nosotros
el Espíritu de Cristo Resucitado,
para que podamos proclamar con fidelidad y alegría
el Evangelio de la paz,
por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
 
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Dies Natalis Sancti Dominici

Oh Dios,
nuestro Creador, Redentor y Paráclito,
unidos en oración, te presentamos nuestra alabanza,
nuestra bendición y nuestra predicación.

Hace ochocientos años,
llamaste a santo Domingo
a entrar en la vida eterna
y a reunirse contigo en la mesa del cielo.

En la celebración de este Jubileo,
aliméntanos y llénanos de tu gracia
para que podamos realizar nuestra misión
de predicar el Evangelio para la salvación de las almas.

Ayúdanos a nutrir a tu pueblo
con tu Verdad, tu Misericordia y tu Amor,
hasta aquel día prometido
en que nos reunirás a todos, junto a los bienaventurados.
 
Te lo pedimos
como Familia Dominicana,
por la intercesión de María,
en el nombre de Jesús.

Amén.

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Dominicos

O lumen Ecclesiae, Doctor veritatis,
Rosa patientiae, Ebur castitatis.
Aquam sapientiae propinasti gratis.
Praedicator gratiae, nos iunge beatis.
Amén.

 

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Papa Francisco

Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación. Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena de buscar la felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido. 
Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si conocieras el don de Dios! Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.
Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos. Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén.
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