Región de Catatumbo (Colombia), 04/06/2021, Hna. María Eugenia Ardila Rueda OP y Fr. Jhonny Ochoa OP.- Según el artículo de la página web responsabilidadsocial.net, el medio ambiente, es un sistema formado por elementos naturales y artificiales que están interrelacionados y que son modificados por la acción humana, que condiciona la forma de vida de la sociedad y que incluye valores naturales, sociales y culturales que existen en un lugar y momento determinado (Artículos RSE).
La Organización de Naciones Unidas (ONU) estableció el Día Mundial del Medio Ambiente en su resolución del 15 de diciembre de 1977. Desde 1974 se celebra el 5 de junio, fecha en la que se dio inicio a la Conferencia de Estocolmo en 1972 cuyo tema central fue el medio ambiente.
EL CATATUMBO
El trabajo que realizan las Hermanas Dominicas de la Presentación, en la zona del Catatumbo, les ha permitido ver de una manera más clara y cruda, en medio de la misión que allí realizan, cómo se trata en dicha zona los distintos ecosistemas. Estas tierras por sus características ambientales, de agricultura y ecológicas la hacen ideal para el desarrollo de diversidad de cultivos, como el cacao, el plátano, la yuca, el maíz tradicional, la caña de azúcar, el café, el tomate y otros productos básicos de la canasta familiar, cuenta también con riqueza en hidrocarburos, que es lo que más debería generar regalías para esta región, pero por cuestiones de corrupción esto no es evidente.
Sin embargo la riqueza natural que caracteriza toda la región ha sido manchada por innumerables conflictos socio ambientales que se ha venido intensificando en los últimos años, la historia de violencia, la extracción de recursos naturales, las economías ilícitas y las iniciativas de agroindustria como los monocultivos de palma de aceite, han generado daños negativos al medio natural del cual se sustentan las comunidades, se ha fracturado la relación entre el hombre y el ambiente y las heridas de la tierra son cada vez más hondas, hay más muertes, más desplazamientos forzados.
Las grandes extensiones de cultivos de coca, y la consolidación de una cultura coquera ha llevado a los campesinos a justificar el cultivo, por las imposibilidades reales que tienen para sobrevivir en términos de seguridad alimentaria y muchas otras necesidades básicas insatisfechas; la pobreza a la que han sido llevados por la exclusión, y marginación del Estado, el impacto de la guerra generados por los diversos grupos armados al margen de la ley, el mismo gobierno.
A causa de esto vemos hoy con dolor la devastación ambiental, como la tala indiscriminada de árboles, la quema de bosques nativos, la disminución de las fuentes de agua la contaminación de estas con los residuos del procesamiento de la base de la coca y la pérdida de identidad campesina, y de vidas humanas, además de una constante mentalidad narcotraficante y paramilitar.
Esta realidad que hoy vivimos no fue ajena para Jesús.
La parábola de los viñadores homicidas[1] es un espejo de la violencia de hoy para esta aproximación ecológica, es un texto violento, de difícil interpretación (Mc 12, 1-12). La parábola conecta en su situación conflictiva y violenta con la viña de Nabot en 1 Re 21, 1-16. Allí tenemos claramente la perspectiva histórica como expresión del conflicto de la Tierra en el pueblo de Israel cuyo texto emblemático es el de la viña de Nabot. Un campesino tiene una viña que ha heredado de sus antepasados, paradójicamente al lado del palacio del rey, quien emplea todos los medios para apropiarse de ella. El campesino es seducido con ofertas de cambio y compra, pero no cede a las pretensiones del rey y es asesinado.
En la parábola del Evangelio de Marcos, se narra la trama conflictiva de una viña que posee unas características interesantes en sentido inverso a la viña ya nombrada, pues en el texto del Antiguo Testamento la violencia es desencadenada desde los poderes políticos, económicos y religiosos de la monarquía contra la vida de Nabot, el legítimo heredero de la viña. Esa dialéctica conflictiva escrita en la Biblia es la misma que acontece hoy en los campos latinoamericanos, caribeños, catatumberos y amazónicos, diseñada contra las comunidades indígenas, afrodescendientes, campesinas y contra nuestra Madre Tierra. Obviamente que el relato histórico es escrito desde la óptica del campesino Nabot. Por su parte, en la parábola de los “viñadores homicidas”, según el texto canónico de Marcos, la viña es de un hombre, que la rodea con una cerca, construye un lugar para hacer el vino, edifica una torre, la arrenda a unos viñadores y se va de viaje. La trama violenta y asesina se sigue por cuenta de los labradores contra la vida de los siervos y el hijo del dueño de la viña.
Claramente la narración se presenta en la óptica del propietario de la viña y en contra de los labradores. Tras la narración se visibiliza una parte del conflicto, pero se oculta la otra parte, la cual hay que buscarla por medio de la reconstrucción socio histórica, ya que el texto bíblico no ofrece posibilidades claras para hacerlo. Lo visible es un escenario violento en extremo donde los labradores tienen los instrumentos para reprimir y matar a la servidumbre del señor y hasta su propio hijo. La versión griega (La Cueva, 1990, p. 191-192) describe la muerte de varios siervos y del hijo, así como la de los labradores por parte del señor. En esa lógica, termina imponiéndose la fuerza del señor que acaba con los labradores y entrega la viña a otros. La alegoría ha desplazado la conflictividad a otros niveles, trasladando un conflicto de tierras, patronos y viñadores a otro de tipo religioso y teológico donde encaja perfectamente la interpretación en favor del señor y en contra de los labradores, aunque ambos se trenzaron en las acciones violentas y homicidas.
David Castillo (2019), haciendo un estudio de la parábola, plantea otro punto de vista:
Los viñadores del texto no son tan malvados cuando se lee la parábola desde la realidad del latifundio, la tenencia y renta de la tierra, la violencia para poseerla, y el discurso teológico que la legitima. Desde ahí la parábola es ventana a un mundo donde la desigualdad económica y social ha llegado a niveles escandalosos, y donde la tierra –fuente de sustento diario e identidad socio religiosa– es un elemento en violenta disputa (Castillo, 2019, p. 3).
APLICACIÓN AL CONTEXTO
Hoy en el Catatumbo, los dueños de la tierra son los grandes terratenientes, los gobiernos de turno, los grupos armados, que sin importar desplazan, matan, masacran con tal de posesionarse de las tierras de los campesinos autóctonos, que la han trabajado durante años, estos terratenientes buscan adueñarse para cercarla, talarla, quemarla, sin importar el impacto que sobre esta se produzca con tal de lograr sus propósitos maquiavélicos en favor de ellos. Hoy se cuentan en millones los viñadores desplazados matados, masacrados, en el Catatumbo.
De acuerdo al número de asesinatos de líderes ambientalistas y defensores de la tierra, Colombia ocupa el 2 lugar entre 22 países, según datos de un reciente informe de una ONG inglesa, Global Witness, que lleva el registro del número de homicidios contra líderes ambientales y defensores de la Tierra (Calle, 2019, prr. 1). Vemos entonces un panorama muy incierto y difícil en estos territorios y en general en Colombia. El trabajo desarrollado por las Hermanas ha promovido líderes que trabajan desde las bases éticas del cristianismo, y son ellos mismo los perseguidos por intereses de quienes protagonizan el saqueo y mal manejo del medio ambiente.
La reciente encíclica del Papa Francisco, Laudato Si, denuncia las diversas formas en que se está asesinando a la humanidad: “Existen formas de contaminación que afectan cotidianamente a las personas. La exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los más pobres, provocando millones de muertes prematuras” (LS 20).
[1] https://core.ac.uk/download/pdf/235209433.pdf La Ecología que anida y palpita en las parábolas de Jesús. CAÑAVERAL, Aníbal. P. 156.