La Paz (Bolivia), 27/11/2018, Hna. María Olga Gómez Botero.- La señora María vivió por un tiempo en una casita que cuidaba con su esposo Juancito, ancianito y muy impedido. Fueron desalojados de esa casita, y un joven vecino les concedió que hicieran un cuartico donde él vivía, era éste un terreno de su tío que vive en La Paz.
No puedo dejar de contar lo que “he visto y oído”
Motivamos en la parroquia para una ayuda solidaria. Mucha gente se movilizó, joven y adulta, y en unos pocos días ya tuvieron dónde alojarse. Desafortunadamente, tres meses después llegó el dueño del terreno sumamente disgustado con su sobrino a quien sacó de su cuarto y a los ancianitos les dio 24 horas para salir. Comenzamos de nuevo la búsqueda de un sitio dónde llevarlos. Una señora nos ofrece un corredor ancho, ahí podríamos armar nuevamente el cuarto pero percibimos condiciones que no les favorecían en ese lugar. Son las cuatro de la tarde y está un camión cargado hasta el copete, con todo lo que tienen, todo viejo, pero son sus pertenencias… y apegados hasta de lo que no sirve.
¿Qué hacer? La señora María insinúa ir donde una ancianita amiga, la señora Martina que ella de niña había conocido. Allá llegamos, era una casita destartalada, lo más precario del barrio. De tablas carcomidas, y calaminas viejas y rotas, su piso de tierra, las puertas, y unos trapos viejos. Es un barrio de invasión, en un pantanero, no había por dónde pasar. Allá llegamos. Juancito se queda en el camión, no se da cuenta de lo que está pasando.
La señora María entra donde se encuentra la señora Martina y llorando le cuenta sus dificultades. Martina es evangélica, tiene 93 años, y es catequista en su Iglesia. Enseña a los niños alabanzas, mientras sus padres asisten al culto. Conmovida, le dice a la señora María: ¿Por qué lloras, no soy pues tu madre? Acá nos haremos campito. Rápidamente, mete su camita y otras cositas, al otro cuartico que le hace de cocina, para darles el más amplio. En el pequeño patio, que es un pastizal y en medio del lodo, descargan del camión sus pertenencias y se organiza la cama para los nuevos huéspedes. Allí queda Juancito a quien hay que atender como a un bebé. Ella misma ayuda a atenderlo, cuando la señora María tiene que salir a alguna diligencia. Qué caridad. Tres meses más tarde muere allí Juancito…
Sí que los pobres me evangelizan. Hoy le digo al Señor, dame un corazón generoso como el de Martina, dame la paciencia y la fidelidad de María.