Cali (Colombia), 22/03/2021, Hna. Elsa Myriam Londoño Valencia, delegada de JPIC de la provincia de Manizales.- Los clamores de la historia resuenan de manera diferente en el hoy de nuestro mundo. La pandemia nos ha hecho tomar conciencia de nuestra responsabilidad en el cuidado de la casa común y ser más receptivos a la vida.
En el informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos, Agua y cambio climático, de 2020 se da a conocer: “en el mundo hay actualmente 2.200 millones de personas privadas de acceso al agua potable y otros 4.200 millones que carecen de sistemas de saneamiento seguros”, una realidad que nos inquieta, preocupa e invita a vivir relaciones de hermandad y del cuidado de la casa común.
Un acercamiento a nuestra historia nos permite actualizar la memoria de Marie Poussepin y la experiencia de su paso a Sainville, durante el invierno de 1696. Paso revelador, inspirador y fundante. Profundamente conmovida por la miseria, la enfermedad y la ignorancia, se desplazó para un servicio de caridad que la hacía completamente disponible. Bastaba una vez más que las circunstancias le indicaran los caminos a seguir.
La necesidad de disponer de agua en la reciente comunidad de Sainville, suscita en Marie Poussepin una respuesta creativa: hace construir un pozo. “Estaba en el patio principal, con puerta hacia la calle. No había acueducto. De modo que los que no tenían agua en el pueblo, la podían sacar gratuitamente en la Casa. La puerta principal, oportunamente se dejaba abierta hacia el patio, por donde podían también entrar para recibir de Marie Poussepin el alivio de sus dolores y los consejos espirituales. Tenían así agua para beber y agua viva para el alma” ("El Pozo de Sainville", Hna. Beatriz Álvarez).
Este gesto se puede leer hoy, como el pacto de amor que ella vive con la tierra y la humanidad; tierra que provee de agua a la humanidad y amor por el pueblo que, sediento de vida, se dispone a beber del agua sagrada de las fuentes de la caridad.
En el hoy de nuestra historia necesitamos crear espacios para compartir los dolores de la humanidad sedienta de vida, habitar y pisar la tierra con los pies descalzos como Moisés y, desde este encuentro, gestar relaciones de cuidado y de reverencia, que transformen las situaciones que degradan la calidad de vida. Así, adentrarnos como Marie Poussepin en el mundo del don y de la gracia, de la gratuidad y de la creatividad.
El carisma dominicano de nuestra fundadora es pozo de donde mana la fuente de la caridad, vivida en el corazón del mundo, con toda la riqueza y la fuerza de una vida en comunidad.