Marie Poussepin, una mujer habitada y habilitada por Dios

on 10 Oct, 2023
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Caracas (Venezuela), 10/10/2023, Hna. Nícida Díaz Leal.- La vida de Marie Poussepin, sus escritos y su obra, dejan entre líneas que ella fue una mujer habitada y habilitada por Dios. Esta realidad nos certifica, que Dios la llamó para una vocación especial. Fundar una obra que dignifique la vida en el ejercicio de la Caridad.

Una mujer habitada por Dios

Desde el momento de su bautismo[1] ya Dios la habitó, consagrándola para Él, como hija bien amada en quien pondría sus complacencias (Conf. Mt 3, 17). Su Gracia y su Espíritu estaban sobre ella moviéndola desde muy niña a las cosas de Dios. Y Dios sembró en su corazón tierno la semilla de la Caridad; custodiando el terreno para que el enemigo no sembrara cizaña en ella…Y fue dando frutos con perseverancia porque escuchó y guardó la Palabra con un corazón bueno y dispuesto (Conf. Lc 8, 15)

Dios la abrazó con su Gracia, la Gracia, estaba con ella, pues, la gracia es el amor de Dios y el modo de ser que adquieren las personas cuando quedan penetradas por el misterio de Dios”[2]. Marie Poussepin estaba penetrada de este amor; ella lo practicaba para con Dios y con el prójimo (Conf. R I), y, lo propone como práctica para sus hijas con una entrega de fidelidad inviolable y, de esta manera la Caridad sembrada en ella se fue expandiendo en su comunidad como el buen olor de Cristo.

Marie Poussepin propone la Caridad como el alma de su comunidad (Conf. RXL); porque “la gracia, el amor de Dios, sólo lo encontramos encarnado, en otra realidad. Las realidades, personas o cosas penetradas por el amor de Dios, son el necesario soporte de la gracia, y el lugar donde el hombre descubre la cercanía divina” [3]. Ella y su comunidad fueron mediaciones concretas de la Caridad en la cotidianidad de su vida, en las personas que acompañaban y venían a la comunidad en busca de consuelo y vida digna. “La gracia, como presencia de Dios en mi vida, se manifiesta también "en" (no "junto a" o "además de") mi capacidad de perdón, de amor desinteresado, de alegría por el bien realizado, de anhelo de justicia, en mi lucha contra el mal, en el gozo de la oración”[4].

Una mujer habilitada por Dios[5]

Este Dios que habita en ella, va mediando en los acontecimientos para habilitarla y hacer de ella la obrera de su Providencia. Entre los acontecimientos podemos evocar algunos que sin lugar a duda fueron abonando el terreno de su corazón y, “la misma Providencia marcaba su vida”.

En su infancia, adolescencia y juventud…

Su hogar familiar impregnado de fe y de vida cristiana, la instrucción religiosa recibida en la escuela, el testimonio de las piadosas maestras de la calle Haute Foulerie donde Marie Poussepin fue instruida. La entrega y el servicio de su madre a las obras de caridad en el cuidado de los pobres enfermos y, que ella misma acompañaba con abnegación.

La muerte de su mamá y la responsabilidad en el cuidado y educación de su hermano menor.

En su etapa de joven adulta…

La valentía y responsabilidad para asumir el peso de la catástrofe financiera de su padre y poder salir adelante con grandes sacrificios para levantar el embargo y volver a la vida laboriosa del hogar. La muerte de su padre…La transformación industrial y comercial en Dourdan, combinada con el ejercicio de la Caridad; la atención y dedicación en la formación de la juventud estimulando la educación profesional y la promoción social por el trabajo.

En su etapa adulta madura…

La Cofradía de la Caridad, los acontecimientos tan crudos que trajo el invierno a Dourdan, la acogida en su casa a Marie Oliver, mujer pobre y enferma, la presencia del padre Mespolié, hombre de una gran santidad, su pertenencia a la tercera orden dominicana, sus idas y venidas de Dourdan a Sainville…En todo esto, la Providencia iba acrecentando y madurando en ella la Caridad; preparándola para dar la respuesta adecuada a la realidad tan dura que contempló y escuchó en Sainville, que la lleva a tomar la decisión más heroica de su vida, a saber, el paso de Dourdan a Sainville, lugar donde se encuentran las realidades más crudas que la pobreza puede traer…periferias existenciales marcadas por la enfermedad, niños y adolescentes huérfanos, una juventud “sin asilo y sin socorro reducida a la mendicidad” y sometida a todas las explotaciones que podemos imaginar. Marie Poussepin pudo contemplar en esa realidad, la miseria de los miserables y deja conmover su corazón y estremecer sus entrañas para poner en marcha lo que la Providencia le iba inspirando…Allí, acoge la vida y acompaña la vida para dar vida en abundancia…Una vida donde la Caridad actuaba en libertad y se recreaba en todo su ser.

En todo este itinerario humano espiritual Dios contó con la disponibilidad de Marie Poussepin, toda su vida fue habitada por Dios y, Él mismo la habilitó en los distintos acontecimiento mediando en todo, para hacer realidad la obra soñada y preparada para la Iglesia y para el mundo…

habilita su boca, para llevar la Buena Noticia de la salvación…,

habilita sus oídos, para la acogida y la escucha profunda a Dios y a su pueblo… Para escuchar donde otros no han querido escuchar…,

habilita su corazón, donde guarda los recuerdos y cultiva el deseo acariciado que se hará primero proyecto para luego convertirse en acción fecunda, en la morada de Dios…,

habilita sus ojos, para mirar más allá de la realidad…Para ver donde otros no han querido ver…,

habilita sus manos, para el arte de saber extenderlas en el pedir y en el dar. Para sostener a los demás, apoyar, acariciar, abrazar y sanar, liberar y resucitar…,

habilita sus pies, para caminar los caminos de la solidaridad, de la fraternidad y no perder la dirección adecuada, para surcar los caminos y encontrar a Jesús allí donde Él la espera…

Ella, la mujer habitada y habilitada por Dios fue dándole a toda su experiencia y a todos los acontecimiento el sentido de Dios que la hacen totalmente para Él y para su pueblo en el ejercicio de la Caridad…Y Dios se complació en ella.

También nosotras hemos sido habitada y habilitadas por Dios para continuar su obra. Basta nuestra disponibilidad para abandonarnos a su Providencia en este camino de restructuración que nos pide adecuar nuestro Carisma a la realidad de la Iglesia y del mundo.

Pidamos a Marie Poussepin nos ayude a permanecer en la Presencia de Dios con valentía, creatividad y tenacidad para dar vida a nuestras más profundas aspiraciones suscitadas por la atracción y el amor de Dios”[6]. para estar allí, en comunidad, donde la Iglesia nos llame y nuestros hermanos y hermanas nos necesiten, entregándonos con fidelidad inviolable al seguimiento de Cristo…


[1] 14 de octubre de 1653
[2] Martín Gelabert. La Gracia. Gratis et amore. Pág. 102.
[3] Ibid. Pág. 103.
[4] Ibid. Pág. 104.
[5] Bernard Préteseille. Marie Poussepin o el ejercicio de la Caridad.
[6] Ted Dunn. Abrazar nuestra vulnerabilidad. Pág. 2.