El cuidado, un ejercicio de caridad fraterna

on 14 Oct, 2024
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Caracas (Venezuela), Hna. Nícida Díaz Leal, octubre 2024 .- En la vida religiosa, las hermanas nos debemos el cuidado entre nosotras, allí donde vivimos, nos movemos y existimos, a saber, en nuestra comunidad, en nuestra misión. Parafraseando la cita del Evangelio de Juan podemos decir, cuídense unas a otras como yo las he cuidado para que tengan vida cuidando la vida entre ustedes (Cf. Jn13,34-36.10,10).

Por tanto, necesitamos promover el cuidado entre nosotras, cuidarnos unas a otras a la manera de Dios; es el paso para hacer de la comunidad un espacio seguro, un lugar donde nos sintamos acompañadas, amadas y sostenidas en la Caridad fraterna. Un lugar teológico donde nuestra manera de ser, estar y actuar deja el buen olor de Cristo, porque hemos escuchado su Palabra que nos invita a vivir tejiendo el amor entre unas y otras, expresado en el cuidado como signo de la ternura de Dios, pues, “Toda persona se convierte en signo de la ternura de Dios cada vez que escucha las necesidades de los demás y acoge con amor sus fragilidades, como hizo el Señor con nosotros, abrazando nuestra humanidad”[1].

Marie Poussepin nos propone hacer de nuestras comunidades la tienda del cuidado mutuo.

La propuesta que nos hace nuestra fundadora Marie Poussepin, en sus Reglas Generales, es un ejercicio claro y concreto del cuidado; es una regla humana espiritual que integra la vida personal comunitaria y la misión de la comunidad de hermanas. Una regla que da prioridad al cuidado porque cuidarnos en todos los aspectos nos hace bien.

Cuidar nuestra manera de ser, estar y actuar ante Dios y ante nuestras hermanas y las demás personas; trabajar por nuestra santificación y “la salvación de los otros de la manera que les conviene; es decir por la instrucción, la asistencia y el buen ejemplo”[2]

Marie Poussepin nos indica de manera muy sencilla cómo cuidarnos, porque cuidarnos nos hace bien para hacer el bien. Evoquemos sus Reglas Generales con corazón agradecido.

Respecto de Dios mismo, fidelidad en la disciplina intelectual, espiritual y humana dejándonos habitar por Él:

“Sean fieles sin relajación a todos los actos de piedad, oraciones, lecturas, meditaciones, silencio (…) Conservar la Presencia de Dios en todas vuestras acciones” (…)

Respecto de las hermanas, nos anima a crecer en relaciones, fraternas, sencillas, libres, constituyentes, humanas y humanizadoras:

“Sed dulces en vuestras palabras, sencilla en vuestros discursos, modestas en vuestras respuestas, prontas en la obediencia y gozosas en todos los servicios (…) Estad llenas de caridad para con ellas, no las juzguéis nunca mal, y no digáis nada que no sea bueno (…) Orad mucho por ellas[3].

Respecto de las niñas, mantener con ellas un trato humanizador y lleno de misericordia: “Tened mucha ternura y vigilancia respecto de las niñas que educáis: Sed dulces sin debilidad, firmes sin dureza, graves sin altivez, corregid sin cólera”[4].

Respecto de las personas de fuera, teniendo por encima de todo la caridad que todo lo abraza: “mucha prudencia y paciencia, una gran bondad y singular modestia (…) Prestad servicio a los enfermos con gran testimonio de caridad y sin demostrar disgusto”[5].

Respecto de sí misma, una gran humildad para reconocer que somos vulnerables y capacidad de discernimiento para la conversión, jamás de mal humor:

“Trabajad principalmente en adquirir una humildad profunda, mucha desconfianza de los propios pensamientos y pureza de intención en todo lo que hacéis (…) Examinaos con frecuencia atentamente sobre los defectos (…) proponeos seriamente, cada vez, velar más y más sobre vos misma (…) Si por desgracia, lo que Dios no quiera, llegáis a caer en una falta considerable, no os detengáis, sino que, sin desalentaros, levantaos prontamente. Presentaos con humildad delante de Dios (…) pedidle con ardor y confianza que os fortifique para levantaros de nuevo y que no permita que caigáis en adelante”[6].

A Marie Poussepin le importaba el cuidado que nos debemos las unas a las otras, pero también el cuidado en nuestra relación con Dios, con los demás y con una misma. Un cuidado que integra la vida de todos/as y en todo. Este cuidado es también un camino de prevención para no caer en aquello que nos deshumaniza, desdiviniza y fractura nuestras relaciones. Todo cuanto hagamos debe estar movido por la Caridad, el alma de la comunidad.

Marie Poussepin ensancha su tienda para los demás y crea espacios seguros en y para la misión. En ella podemos ver claramente su prontitud por el cuidado de las jóvenes de su tiempo; este fue su primer paso en el ejercicio del cuidado, un cuidado pastoral: “Tomó consigo jóvenes del campo, sin asilo y sin recursos, para educarlas en el temor de Dios, enseñarles a trabajar para ganarse la vida y hacerlas capaces de evitar los desórdenes a que exponen la miseria y la ignorancia”[7]

Se dedica al cuidado de las más vulnerable, aquellas muchachas que estaban en situación de riesgos, porque la miseria y la ignorancia era tan grandes, por no decir más, en un pueblo devastado por la guerra, el hambre y la miseria: “El cuidado sólo surge cuando la existencia de alguien tiene importancia para mí. Paso entonces a dedicarme a él, a participar de su destino, de sus búsquedas, de sus sufrimientos y de sus éxitos, en definitiva, de su vida”[8].

Cuidarnos en comunidad abre el camino a la pastoral del cuidado y protección, en la misión. Allí nos comprometemos en el cuidado de nuestras hermanas y hermanos, especialmente, niños y niñas, jóvenes, adultos mayores y cada persona que en situación de vulnerabilidad necesita que no sólo nos preocupemos, sino que nos ocupemos acogiendo la Vida y acompañando la vida en cada realidad.

Estamos llamadas como mujeres consagradas a cuidar la esperanza de nuestros hermanos y hermanas y a no dejar que nada ni nadie nos la robe. Cuidar y acompañar con la ternura de Dios que, amándonos, nos da vida en abundancia y va haciendo realidad el sueño de Dios para nuestra Congregación hoy: “Vivir la Consagración, Comunión y Misión en Sinodalidad”[9].

Cuidar es amar: “Ámense unos a otros como yo los he amado… para que tengan vida y vida en abundancia” (Jn 13,34-36.10,10)


[1] “Abrazar la vulnerabilidad para ser testigo de la ternura de Dios”, Boletín UISG (Unión Internacional de Superioras Generales), No. 177 (abril 2022).

[2] Constituciones y Ordenaciones, 130-132.

[3] Constituciones y Ordenaciones, 130-132.

[4] Constituciones y Ordenaciones, 130-132.

[5] Constituciones y Ordenaciones, 130-132.

[6] Constituciones y Ordenaciones, 130-132.

[7] Constituciones y Ordenaciones. Pág. 14.

[8] “Cuidarnos para cuidar”, 2.

[9] XXI CGA Tours 2023, 4.