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ENTREVISTA...
Hna. Maria Escayola Coris
Barcelona (España), 1950
Superiora general desde el año 2014
¿Cuál es la situación de las Dominicas de la Presentación en este momento de la historia?
En la actualidad, después de más de 300 años de historia, las Hermanas de la Caridad Dominicas de la Presentación de la Santísima Virgen estamos ubicadas en 4 continentes. La mayoría de las hermanas están en los países de América Latina, donde estamos prácticamente en la totalidad con una mayoría en Colombia, también estamos en Estados Unidos y en México. En África tenemos 4 países, que son Burkina Fasso, Costa de Marfil, Chad y Camerún. En Asia, en Extremo Oriente, en la India, en Filipinas y en Corea. En Medio Oriente estamos en Irak, en Jordania y en Líbano. En Europa, en Francia, que es el país de origen, en España, Italia e Inglaterra. En este momento somos unas 1960 hermanas que respondemos a la misión que nos dejó Marie Poussepin, es decir, a la educación de la juventud, el cuidado de la salud y la pastoral parroquial y social. En muchos lugares, las hermanas están acompañando situaciones de frontera, y es una necesidad vital continuar en estos lugares en que la gente tiene mucha necesidad del anuncio de la Palabra de Dios.
Viendo la situación del mundo, ¿cuáles serían los desafíos hoy?
Yo diría que tenemos por lo menos dos o más grandes desafíos. Uno sería internamente, a nivel de la misma Congregación, de volver a las fuentes, de comprender el sentido de nuestra vida consagrada y del carisma de Marie Poussepin de otra manera, es decir, de acuerdo al mundo de hoy y a las necesidades que tenemos. Otro gran desafío es el de la multiculturalidad y la internacionalidad. Ya hace tiempo que somos internacionales, pero en este momento la Congregación tiene una diversidad, es decir, sus miembros son muy diversos y de muchos lugares y necesitamos aprender a valorar la diversidad como una riqueza, no verla como una amenaza sino como una riqueza. Saber tender puentes entre nosotros, a conocernos, a establecer más diálogos, a comunicarnos de otra manera.
Otro desafío, es actualizar la respuesta misionera que estamos dando, es decir, cómo estamos situadas allí donde estamos y qué tenemos que cambiar para responder verdaderamente a las necesidades del hombre y la mujer de hoy. Muchas de las cosas van evolucionando y estamos viendo que los migrantes es una necesidad en muchas partes, en otras partes se llaman desplazados, pero en todos estos lugares hemos de ofrecer el acompañamiento a las situaciones de violencia que ha vivido la gente, hemos de sanar heridas, ayudar a reconstruirse. También en muchos lugares de los que estamos ha habido catástrofes naturales y supone un trabajo de reconstrucción que implica muchos otros aprendizajes, el saber trabajar en red con otras congregaciones, en inter, con otros organismos, para dar un servicio de caridad que sea lo que hoy se necesita.
Para quién no conoce suficiente, ¿cómo explicaríamos el carisma de Marie Poussepin hoy?
Marie Poussepin fue una persona que vivió antes de la revolución francesa en una situación en la que había mucha desigualdad y miseria y ella dejó tocar su corazón por esta realidad e iluminada por la palabra, por la espiritualidad dominicana que tenía, buscó la manera de ayudar, de promover, de hacer salir de la miseria a los que tenía alrededor. Para esto la formación profesional, en este momento, de los aprendices y a las jóvenes para que pudieran salir de la situación de peligro que tenían, puesto que había muchas huérfanas debido a las guerras, pero también a las epidemias y a las carestías. Entonces ella dedicó todos sus esfuerzos a construir o a constituir una comunidad que pudiera atender las necesidades de educación, de salud, porque en el campo la gente estaba muy abandonada; haciendo remedios, visitándolos a domicilio y participando activamente en la parroquia; siempre quiso que su obra fuera eclesial, desde la Iglesia.
¿Por qué un carisma del siglo XVII aún perdura y cómo lo seguimos haciendo perdurar?
Creo que el carisma de Marie Poussepin sigue siendo muy actual porque responde a lo que es el corazón de la Iglesia, que es la caridad, las obras de misericordia y el servicio a los más necesitados. Ya nos dijo Jesucristo que siempre habría pobres y gente que necesitaría de nosotras, y especialmente en el anuncio del Evangelio, porque como dominicas lo que deseamos es llevar este testimonio del amor de Dios a cada uno de los hombres. Y esta realidad, pues, yo creo que es muy importante y da sentido a nuestra vida, y es la razón de ser por la que estamos aquí. Es un proyecto de vida que requiere tener esa conciencia de que los otros necesitan de la Palabra de Dios para ser plenamente humanos, para encontrar su felicidad, y en esto podemos colaborar y ayudar, somos mediadores para llevar a los hombres este amor y esta gracia que Él no deja de darnos en cada momento. Entonces es una invitación a que cada una de nosotras viva plenamente y que también invite a otros a vivir este mismo carisma para ser felices ellos y para hacer felices a los demás.
¿Qué se necesita para mantener vivo el Espíritu de Marie Poussepin?
Lo esencial en la vida religiosa es la consagración al Señor, esta dedicación plena para decir que Él es el Señor, y que vale la pena darle la vida.
Lo esencial en la vida religiosa es la consagración al Señor, esta dedicación plena para decir que Él es el Señor, y que vale la pena darle la vida. Seguramente hay otros jóvenes que no han descubierto, porque tampoco han descubierto al Señor. Ahí tenemos las hermanas, una gran tarea, la misión de acercar y conocer mejor la juventud de hoy, de acercarnos a ella y que así puedan conocer, amar al Señor, y sentirse interpeladas por su amor misericordioso y querer responderle. La Congregación también trabaja para comprender a los jóvenes, para ayudarlos, para que realmente puedan ser personas que vivan con la fe cristiana y que esto les fortalezca, les dé sentido, les ilumine, les conduzca toda la vida.
¿Cuáles serían los datos básicos para explicar la vida de Marie Poussepin?
Marie Poussepin nació en Dourdan, que era una ciudad industrial, y allí creció en una familia muy cristiana, con su madre aprendió a visitar a los pobres, ir a la parroquia y también, ya en su juventud y en su primera madurez, fue una mujer industrial, que industrializó Dourdan porque trajo las máquinas para tejer desde Inglaterra y también trajo las personas que podían enseñar el funcionamiento de las máquinas para promover la elaboración de medias de seda, o sea que promovió el desarrollo industrial. Ella fue un apóstol social de la caridad porque dio mucha importancia al desarrollo industrial en su tierra.
Pero la llamada de la miseria la llevó a irse de Dourdan para ir a Sainville, un pueblo cercano, pero con muchas más necesidades. Deja una situación de comodidad para ir a Sainville, socorrer, a ayudar y a vivir con una gente del campo con mayores necesidades que las que tenía. Durante toda su vida quiso seguir la espiritualidad dominicana y la siguió, y fue terciaria de la tercera orden de Santo Domingo. Y cuando constituyó su comunidad estuvo bajo la dependencia del obispo de Chartres hasta que logró el reconocimiento por parte del rey. Fue para ella un proceso muy largo que ocupó muchas de las energías de su vida, fue un sufrimiento y una preocupación el dejar a su comunidad establecida y reconocida a nivel de las autoridades religiosas y políticas. Ella lo logró, y murió en 1744 después de los 90 años, dejando su comunidad ya establecida con muchas fundaciones en otras diócesis vecinas y no tan vecinas, que apreciaban la caridad y que pedían a las hermanas para el hospital, para la escuela yo para la parroquia.
¿Cuáles serían los retos, no lejanos, que tiene la Congregación?
Creo que hay retos que son de siempre, que es el de renovar constantemente nuestra centralidad en el Señor, de saber por qué estamos. Otro reto muy importante hoy es que la comunidad se convierta en un espacio de vida, y a veces nos hemos dejado llevar tanto por la misión que no le damos el espacio que tendría que ser, como lugar de fraternidad, de familia, de impulso para la misión. Pienso que esto es un reto importante, recuperar esta calidad de nuestras comunidades, la calidad de la fraternidad para que realmente la misión sea una obra de todas, obra de Iglesia y no los personalismos que en algunos momentos históricos se han dado en cuanto a la misión.
Otro reto, es cómo actualizar nuestra presencia misionera, cómo ir dando respuesta a las necesidades emergentes que se van presentando en diferentes lugares, países, yo diría que, en prácticamente todos, necesitamos hacer esta reconversión. Toda la Congregación está trabajando en este tema para ver cómo se reconfigura nuestra presencia, a esto lo llamamos cuál será nuestro mapa misionero, cuál será nuestra presencia evangelizadora en los diferentes lugares que son muy variados en función de las necesidades de cada país. En algunas partes las instituciones tienen menos sentido, en otras en cambio son muy necesarias porque los Estados todavía no atienden estas necesidades básicas de educación y salud. Entonces ahí hay una gran diversidad en lo que es toda la Congregación, pero se intenta responder a las necesidades de la gente más pobre y de los que están más marginados y, también sensibilizar, ayudar, dar sentido y especialmente, a través de catequesis..., se ha hecho mucho avance de las hermanas en el conocimiento, en el vivir de la Palabra cotidianamente y querer también difundirla, darla a conocer, compartirla con los demás. Hacemos la experiencia de que compartir la Palabra con la gente sencilla es una riqueza grandísima para nosotras porque realmente es a ellos que va dirigida en primer lugar.
Entonces tenemos este reto a nivel personal, de Congregación, de comunidad y también el reto de lograr una mayor sintonía con el joven de hoy, para que sepa que como religiosa, para la joven, puede tener una vida plena en respuesta al amor del Señor, si es capaz de descubrir esta relación personal con Él, esta necesidad de volver con mayor fuerza a recuperar la vida de oración, la espiritualidad, la relación diaria con el Señor y con su Palabra, y también, por supuesto, la Eucaristía, que es la fuente que nos alimenta para que nuestra vida sea desde la fe, sino es desde la fe la vida religiosa no tiene ningún sentido, pero desde la fe tiene una plenitud que es la que el Señor dejó a sus apóstoles para que fueran a anunciar hasta los confines de la tierra, su Palabra, su amor, su misericordia.
¿Cuál sería el consejo que daría a la hermana joven, a la de media edad o a la hermana mayor?
Hay cosas que son para todas y es lo que he dicho antes, de mantener diariamente la relación con el Señor y la apertura con las hermanas, al mundo. No mirarse a uno mismo sino mirar hacia fuera.
Diría a las hermanas jóvenes que vivan con ilusión, con esperanza, pero sobre todo también, que tengan paciencia con ellas mismas y con los demás. Muchas veces no es fácil entrar e integrarse con otras personas que llevan otro recorrido, que tienen otra manera de ver, es el reto de la interculturalidad. Sin embargo, que valoren la llamada que el Señor les ha hecho, que vivan felices por esta llamada, por esta predilección del Señor por ellas y que esto sea un estímulo que les lleve a dar lo mejor de ellas mismas.
Para las hermanas que ya están en varios años de vida religiosa, que no se dejen llevar del trabajo, por las cosas... sino que dejen el espacio siempre a que sus relaciones con los demás sean humanizadas, sean de misericordia y que busquen aportar y salir de sí mismas para aportar a los demás. Muchas veces decimos que “estoy solo”, y que “experimento la soledad”, esto es una cosa para todo el mundo porque cada uno es único y tiene una diferencia que nadie le puede entender, sólo el Señor, sólo Dios. Pero a la vez, no nos encontraremos solos si sabemos mirar hacia fuera y ver todas las preocupaciones, las dificultades, las necesidades de los demás. Si tenemos ese corazón compasivo y misericordioso esto nos impedirá encerrarnos en nuestra propia soledad.
Y a las hermanas mayores les diría que no tengan miedo. La etapa hacia el Señor es una etapa bonita, de madurez, a veces no se puede realizar la misión como lo habían hecho antes, pero hay otra forma de llegar al Señor y a los demás desde la oración, desde la actitud fraterna, desde la sonrisa, desde la escucha. El testimonio de una hermana mayor que sabe escuchar, que sabe impulsar y que sabe compadecer, que sabe acompañar, es muy importante, y hoy día, es una misión que se necesita porque muchas personas no tienen a quien acudir y todos necesitamos ser reconocidos por el otro.
Entonces, diría que en cada momento de la vida el Señor nos llama de una manera diferente pero siempre, conservando la ilusión del primer amor hasta el final. Pienso que cada una, en el momento en el que se encuentre, tiene que ser fiel y la fidelidad es la del Señor y no la nuestra, a esta llamada y a este amor que dura para siempre.
En estos tres años casi de generalato, ¿qué es lo que más le ha impactado?
Como en toda la vida, el trigo y la cizaña están juntos y por tanto tenemos cosas positivas y otras que no lo son tanto, entre lo negativo yo diría que es el sufrimiento de cuando una hermana decide separarse de nosotras, y especialmente cuando no hay un verdadero discernimiento. Es normal que una joven, después de ver la vida religiosa, decida y diga que no es ese el camino, pero en otros momentos creo que sí, que a las hermanas les falta el discernimiento y se dejan llevar por otras muchas cosas que no corresponden a la llamada del Señor.
Al lado de esto pues, hay también otras cosas positivas, como pueden ser la creatividad de las hermanas, el deseo de vivir, el deseo de ayudar, el deseo de formar realmente una vida fraterna consistente, el deseo de dar a conocer a otros la Palabra de Dios, de compartirla, de querer buscar lo mejor y también el querer trabajar con otros. Se han empezado muchas iniciativas, o quizá no podemos decir que se han empezado porque ya en la Congregación se venían haciendo iniciativas de trabajo conjunto con otras congregaciones o bien entre las provincias. Ahí tenemos un camino para explorar en el que todas estamos llamadas a colaborar, abrirnos a superar los límites de las provincias, de las estructuras que tenemos, para adquirir una mayor conciencia de que somos una Congregación, una familia más allá de las distribuciones territoriales, y que en esto está la fuerza que tenemos, de poder trabajar juntas en el campo del Señor.
Y para terminar..., ¿exprese un deseo?
"Invito a todas a rezar, a cambiar nuestra vida, a convertirnos, porque estoy segura de que si no vivimos lo que ella vivió no podemos presentarla como un modelo para la Iglesia y es un reto para nosotras el hacer vida las actitudes, todo lo que ella deseó para que se deje canonizar".