Descubrimos que el narcisismo, la murmuración, una vida regular rígida y el instalarse son enemigos del acompañamiento vivido con misericordia, pues nos llevan a vivir una vida religiosa estéril renunciando a ser una comunidad profética. Dejarnos acompañar con misericordia nos va a llevar a un crecimiento mutuo, pues no sólo crece la persona que es acompañada sino también el acompañante; si pedimos misericordia necesitamos dar misericordia, para esto hay que empeñarnos por ser amables, afables y aprender a amarnos. Este encuentro es una invitación para replantear nuestra forma de ver el acompañamiento y sobre todo para aprender a vivirlo como fuente de crecimiento, vivido con una mirada de fe. La misericordia en el acompañamiento, se vive en comunidad pues todas somos responsables del crecimiento de nuestras hermanas. El reto que tenemos para vivir la misericordia en el acompañamiento es vivir en fidelidad a nuestra identidad a través del acompañamiento mutuo para ser una comunidad profética. Encomendadas a la protección e intercesión maternal de María terminamos nuestro encuentro llenas de esperanza y alegría por reconocer la fidelidad del Señor en nuestras vidas.