Carta de Hna. Véronique Margron, presidenta de la CORREF

on 30 Mar, 2020
Visto: 2637
París (Francia), 16/03/2020, Sr. Véronique Margron, presidenta de la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Francia (CORREF).- Queridos todas y todos: A pesar del buen tiempo, nos encontramos en plena tormenta. Tormenta solapada porque es invisible y está como agazapada. Pero muy real, y a muchos, en este mundo y en nuestro país, ya les ha golpeado de pleno, con su séquito de dolor y de preguntas. 
 

 “¿Acaso soy el guardián de mi hermano?” (Gen 4,9)

 
La CORREF se permite recordar las medidas esenciales de confinamiento.
 
Ninguna celebración pública, ni siquiera con un número limitado de participantes.
 
Para celebraciones litúrgicas intracomunitarias, gracias por respetar las medidas de “distanciación social” -1 metro- recomendadas por el Estado. Y, por supuesto, las de la Conferencia episcopal de Francia y la CORREF en cuanto a la comunión y a los concelebrantes. Una “distancia social” que se tiene que respetar el máximo posible en toda la vida común.
 
Muchas comunidades tendrán que hacer “ayuno eucarístico” estas semanas. Un ayuno que nos hará sufrir. Que sea la palanca para una comunión más profunda con este pueblo invisible que se encuentra en cada uno de nosotros y en el corazón de nuestras comunidades. Ahora es el momento de ampliarlo todavía más. 
 
La cuestión del velatorio de nuestros hermanos y hermanas fallecidos y de las celebraciones funerarias es, por supuesto, muy aguda. Más allá de la atención sanitaria que se requiere, nos volveremos a poner en contacto con vosotros y haremos propuestas más específicas para que las personas que se mueran continúen siendo honradas como procede a un ser humano, y que se manifieste siempre nuestra esperanza que serán acogidos por el Dios de ternura.
 
Las comunidades que tengan camas de ÉHPAD (enfermería) tienen que observar estrictamente las mismas medidas que estos establecimientos, especialmente en cuanto a las visitas.
 
En todas las casas donde tenemos empleados, se tienen que poner en práctica las recomendaciones del primer ministro del sábado 14 de marzo. Si no se trata de personal indispensable, como los cuidadores y el personal de la cocina, se tiene que favorecer el paro parcial o, según los casos, el paro técnico. Y por supuesto, el teletrabajo cuando sea posible. Facilitad el transporte del personal indispensable de manera segura.
 
Se da por supuesto que hay que tener especial cuidado para que ninguno de nuestros empleados se encuentre todavía en mayor dificultad financiera.
 
Todas estas restricciones nos pueden parecer excesivas. Empieza la primavera, la vida florece con todos sus colores y perfumes, y nos maravilla una vez más. Pero ahora estamos luchando contra un enemigo invisible y cada cual es, en esta guerra y desde su lugar modesto, un soldado indispensable.
 
 

La fraternidad


No se trata de combatir la propagación del virus solo por nosotros mismos, sino en nombre de la fraternidad, en nombre del cuidado de los otros, en primer lugar, de los más frágiles de nuestra sociedad. Enfermos, migrantes, sin hogar, pobres y otros muchos. Nuestras sociedades, quizás nosotros mismos, solemos poner mujeres y hombres, grupos humanos en cuarentena, a su tiempo. A veces los convertimos en chivos expiatorios. Nuestra historia, incluida la religiosa, todavía hoy lleva los estigmas de estos colectivos. La necesaria “cuarentena” que se nos pide guardar ahora, podría tener la virtud espiritual de acercarnos por la fe y por el corazón a todos estos rostros vulnerables, rechazados, marginados, y a todos los que sufren.
 
La fraternidad es también la preocupación por nuestro sistema sanitario y por todo el personal que lo sostiene día tras día. Estas personas están a primera fila por todos nosotros. Conocemos su competencia, su implicación. También conocemos sus límites, incluso en un país rico como el nuestro. No favorecemos, por negligencia o imprudencia, la complicación de su tarea. En las próximas semanas, llegarán más pacientes y más graves. El virus puede afectar a todo el mundo y se pueden desarrollar formas graves en todo el mundo. La fraternidad nos insta a tener cuidado de hacer todo lo posible por no crear todavía más dificultades a los servicios especializados, o incluso al conjunto del sistema sanitario, y evitar de agotar todavía más las personas que se dan sin límite. Expresémosles nuestro agradecimiento.
 

La hospitalidad


¡Nosotros, que estimamos tanto la hospitalidad, la primera virtud bíblica, hagámosla creativa!
 
En primer lugar, creativa –y somos muy conscientes que es difícil– para nuestros hermanos y hermanas mayores que se encuentran enfermos y en casas de atención sanitaria. La visita forma parte de nuestro arte de vivir. Es para nosotros tanto una necesidad humana como espiritual. Pero hoy resulta imprescindible que encontremos otras formas de visitas, de apoyo, de acompañamiento. No solo para protegerlos, sino también para velar por aquellos con quien convivimos y que trabajan con nosotros. Buscar maneras que expresen nuestra amistad y nuestro cuidado.
 
Nuestra capacidad de ser humanos tiene que ser firme en esta batalla a largo plazo. No desafiando un virus que tanto le da, sino siendo, en la medida de nuestras posibilidades, pequeños laboratorios sin pretensiones de esta creatividad en las relaciones.
 
También proponemos que cada comunidad pueda rogar por el hospital más próximo, por todos sus pacientes y el personal sanitario. Pero también por los geriátricos en nuestro barrio o por nuestras casas. Y también por los equipos médicos y de enfermería que trabajan en la prisión y en asociaciones al servicio de los más desatendidos en nuestro país.
 
En esta hospitalidad de la fe encarnada, no olvidamos los servicios del Estado, ellos también en primer lugar, incansablemente, como también los de los ayuntamientos. Estas mujeres y estos hombres están a nuestro servicio. Todos ellos se enfrentan a algo nuevo desde hace tiempo en una dimensión que sacude a la sociedad entera y lo cambia todo en nuestras sociedades. Ahora no es el momento de especulaciones políticas, como tampoco de querer convertirse en director general de la sanidad. Posteriormente se hará balance. Ahora mismo, apoyarlos es querer que nuestra democracia, la manera en que estamos visceralmente ligados a la libertad, la dignidad, la igualdad y la fraternidad, se mantengan de pie en esta crisis sin precedentes y prevalezcan.
 
Ojalá que expresáramos nuestro agradecimiento a los unos y a los otros.
 

La compasión


Nuestra tradición bíblica nos enseña que las plagas no están nunca lejos. También nos explica que los humanos necesitamos tiempo, 40 días, 40 años, para encontrar nuestro camino, para cambiar nuestra vida, nuestro corazón. Es hora de abrir más, de ampliar el espacio de la tienda interior.
 
Estas semanas confusas, mucha gente está y estará asustada, angustiada, sin saber dónde apoyarse. Como Iglesia, tenemos que encontrar la manera de apoyarlos, incluso cuando no podemos irlos a ver físicamente, cosa que solemos hacer muchos de nosotros, visitándolos o acompañándolos. Manifestar nuestra escucha, nuestra proximidad trastocada, nuestra fe humilde y tenaz es una prioridad. El apoyo espiritual y humano no se puede interrumpir, ahora que personas y familias lo necesitarán más que nunca, dado que los lugares habituales, las parroquias… ya no pueden responder como antes. El servicio de la Iglesia, hoy más que ayer, tiene que ser de compasión para quien lo necesite. Nos toca a todos inventar una nueva forma, al servicio de todos, en estos momentos de gran prueba para muchos.
 
Queridas Hermanas, queridos Hermanos y Padres, permanezcamos cercanos los unos de los otros a través de la amistad y la oración; roguemos a fin de que todos aprendamos de este drama y de esta lucha a convertirnos en más humanos y próximos. No olvidamos nada que manifieste nuestra responsabilidad y nuestra preocupación por todo el mundo.
 
Con toda mi amistad fraterna,
Sor Véronique Margron, OP.,
Presidenta de la CORREF