REFLEXIÓN: Primer Domingo de Cuaresma: Génesis 9, 8-15, 1 Pedro 3, 18-22 y Marcos 1, 12-15
Bangalore (India), 21/02/2021, Sr. Anula Irvin Suguna.- Cada año la Cuaresma nos invita a evaluar la vida y a prestar atención a lo que hacemos: nuestras decisiones, comportamientos, acciones y reacciones. Es todo un reto poner la mirada sobre sí mismo y reconocer la verdad de lo que somos. La Iglesia ofrece este tiempo de gracia para entrar más íntimo del ser y desde ahí, ordenar la vida a través del ayuno, la oración y la limosna.
La Liturgia de la Palabra de este primer domingo de Cuaresma presenta diferentes imágenes: el agua, el arco iris, el desierto, los ángeles, las bestias salvajes, el número 40 (un periodo de prueba) y así sucesivamente. Todas estas imágenes hablan de la cercanía de Dios, de Su intervención, de Su relación y del amor por Su pueblo. En esta reflexión, sólo tomaremos dos imágenes: el Agua y el Desierto.
Agua: El agua destructora del gran diluvio que purificó al pueblo de su pecado en tiempos de Noé (Gen 9, 8-15), es transformada en fuente de agua viva por el bautismo en el Nuevo Testamento (1 P 3,18 -22). El diluvio y el rito del bautismo son "expresiones paralelas" del acto salvífico de Dios, pues ofrecen un camino que lleva de la muerte a la vida. Si el diluvio tuvo un efecto destructivo, entonces ¿A qué se refiere Pedro cuando dice que ocho personas fueron salvadas “por el agua”? (1Pedro 3, 20). Pedro considera la salvación de Noé, por medio de las aguas del diluvio, una prefiguración de la gracia salvadora del bautismo. Así como las aguas del diluvio purificaron la tierra de la maldad del hombre, de la misma forma las aguas del bautismo limpian a una persona de su pecado.
Desierto: Marcos presenta una descripción breve con respecto a las tentaciones de Jesús muy diferente a Mateo y Lucas, “En seguida el Espíritu lo empujó al desierto. Estuvo cuarenta días en el desierto y fue tentado por Satanás” (Mc 1, 12- 13).
La Cuaresma es un tiempo para entrar al desierto y luchar con los misterios de la vida a través del silencio, la oración y la reflexión personal. La vida es continuamente un lugar de prueba, literalmente “somos probados” todos los días, especialmente en este tiempo de Covid. Experimentamos incertidumbre, no sólo dentro de nosotros sino a nuestro alrededor también. Muy a menudo la pregunta es ¿Qué sigue? ¿Cómo saldremos de esto? Es fácil perder la esperanza y desanimarse. ¿No podríamos nosotros también acercarnos al Dios de Noé y de Pedro, que los salvó de enormes inundaciones y tempestades, y que encaró al viento y dijo al mar: “¡Cállate! cálmate"? (Mc 4,39).
Hay momentos en que podemos sentir que las pruebas son demasiado duras para enfrentarlas, superarlas y pareciera que nos paralizan. Sin embargo, es precisamente en esas “noches” oscuras cuando Dios se encuentra realmente cerca, cerca de todos los que lo invocan de verdad (Salmo 145, 18).
Emprendamos este camino de Cuaresma y retirémonos a nuestro propio desierto con Jesús durante estos 40 días. Si lo buscas, lo encontrarás (Dt 4, 29) y Él también te encontrará a ti. Es en ese encuentro, en silencio, que todo nuestro interior habla y nos “anima a recurrir con más confianza y fidelidad a Aquel en quien todo lo podemos” (Reglamentos de Sainville III).
1. ¿De qué te sientes llamado a ayunar para que tu vida recupere su orden?
2. ¿Qué podrías elegir como símbolo de tu relación con Dios que te recuerde que necesitas regresar a Él constantemente?