Cuaresma: Abrazarnos a Dios

on 28 Feb, 2023
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Venezuela, 28/02/2023, Hna. Nícida Díaz Leal.- Cuaresma, tiempo oportuno para decidirnos a tomar en serio nuestros discernimiento, nuestra vida de cara al Señor y a nuestros/as hermanos/as. Dios nos la pone fácil; pero nosotros complicamos este itinerario, buscando siempre escapes desde nuestro horizonte humano, y, nos vamos entremezclando con la mundanidad espiritual que va endureciendo el corazón y cerrando el cerco a nuestro horizonte divino. Allí donde encontramos la fuerza y la gracia para vivir con sencillez y graciosamente nuestra experiencia de conversión.

Tomar en serio nuestros discernimientos ante “una mundanidad espiritual que se esconde detrás de apariencias de religiosidad buscando no la Gloria del Señor, y sino nuestra gloria y bienestar personal[1]; Una señal clara que nos dice si hemos caído en ella, es la de rechazar toda profecía que viene de nuestros/as hermanos/as, no asumir nuestros pecados, ni abrir el corazón a la experiencia del perdón que trae paz interior.

Tomar en serio nuestra vida de cara al Señor y a nuestros/as hermanos/as. No con la actitud farisaica que vive del cuánto y tanto presentándole factura al Señor e ignorando nuestra propia realidad “no soy como los demás hombres o como este publicano” (Lc 18,11). Vivir de cara al Señor es asumir y acoger en fidelidad, aquello que nos pide “desatar los lazos de la maldad, deshacer las coyundas, dar libertad a los quebrantados y arrancar todo yugo ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes? Entonces brotará tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente. Te precederá tu justicia y la Gloria de Yahvé te seguirá. Entonces clamarás, y Yahvé te responderá: “Aquí estoy” (Is 58, 1-9).

Vivir de cara al Señor, nos lleva a vivir de cara a nuestros/as hermanos/as, para acoger y servir a cada uno en la situación y en la condición que viven, esta experiencia es una experiencia sanadora y liberadora, porque nos hace salir de nuestra auto referencialidad para disponer nuestra disponibilidad a Dios y a nuestros/as hermanos/as. Sólo Dios llena el deseo insaciable de nuestro corazón, sanando toda fisura interior; y volcándonos hacia lo que nos alegra y nos plenifica, a saber, la entrega de la vida en la incondicionalidad del amor para sanar y liberar.

Entonces, sólo entonces “clamarás, y Yahvé te responderá: “Aquí estoy” (Is 58, 9). Revelándonos su rostro en las distintas realidades que vive cada hermano/a. Esta revelación, nos pone ante el desafío de “transmitir la mística de vivir juntos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos”[2], de vivir una verdadera experiencia de fraternidad que es el clamor vivo de nuestra humanidad.

Al final celebraremos la Gloria de Dios, que no es otra sino la que resplandece en nuestro rostro y en el rostro de nuestros/as hermanos/as cuando damos vida y en abundancia, sanando, liberando, perdonando y estrechando nuestros brazos para alcanzar en un solo abrazo fraterno a quien ha perdido todo consuelo y toda esperanza. Para abrazar al Señor de la Vida en toda carne humana. “Entonces brotará tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente. Te precederá tu justicia y la Gloria de Yahvé te seguirá (Is 58,8).


[1] S. S Francisco. Exhortación Apostólica Postsinodal. Evangelii Gaudium. # 93.

[2] [2] S. S Francisco. Exhortación Apostólica Postsinodal. Evangelii Gaudium. # 87.