Reflexión: Quinto Domingo de Cuaresma: Jer 31, 31-34; Heb 5, 7-9 y Juan 12, 20-33
Bangalore (India), 21/03/2021, Sr. Anula Irvin Suguna.- El tono de la Cuaresma está cambiando gradualmente, va haciéndose cada vez más intenso a medida que avanzamos hacia la hora suprema, la cual culminará con la pasión y muerte de Jesús.
Durante este recorrido cuaresmal nos hemos encontrado con el Jesús victorioso en las tentaciones, con el glorioso en la transfiguración, con el revolucionario en el templo y con el maestro radical en el discurso a Nicodemo. Hoy, a través de la figura del grano de trigo, Jesús nos enseña una gran lección, es necesario que el grano muera para que pueda surgir la vida nueva.
En la primera lectura, Jeremías predice el establecimiento de una Nueva Alianza, reemplazando a la Antigua del Monte Sinaí. Esta alianza no se escribirá más en tablas de piedra, sino que "la escribiré en sus corazones" (Jer 31, 33), se trata de un pacto de amor, no de un deber u obligación por cumplir, no es a través de una mediación humana, sino por medio del mismo Hijo de Dios y no es ratificado con la sangre de una oveja o de un buey, sino con la preciosa sangre de Cristo. Ésta es una Alianza universal, que vincula no sólo a una raza o pueblo, sino que incluye a toda la humanidad, "todos me conocerán, desde el más chico hasta el más grande" (Jer 31, 34).
Tomando un ejemplo de la naturaleza, “en verdad les digo: si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24), Jesús explica el significado del amor redentor a través de su cruz, muerte y resurrección. Así como el grano se descompone en la tierra para dar vida nueva y dar fruto, Él, con sus heridas y su muerte, nos ha sanado (1 P 2, 24) y nos ha regalado una vida nueva a todos. Éste es el precio que pagó por darnos la libertad y la reconciliación a todos nosotros pecadores, en obediencia al plan de Dios y despojándose a sí mismo hasta morir en la cruz (Fil 2, 7).
En la naturaleza, hay algunos granos o semillas que se pierden, semillas de las que nunca la vida surgirá. Hay semillas que no se abren porque no quieren pasar por la incómoda experiencia de la muerte. Nosotros también podemos ser como una de esas semillas, dejando que toda nuestra vida se corrompa, sin producir nunca ningún fruto. Sin embargo, podemos elegir también ser semillas que están dispuestas a morir, a ser fructíferas, a dar vida y a ser transformadas por ella.
¿Qué significa ser hoy un buen grano de trigo en nuestro mundo? Es tener la ley del amor escrita en nuestro corazón e irradiarla a los demás, pensar menos en nosotros mismos, y más en los otros, salir del caparazón de nuestro egoísmo y preocuparnos por los demás. Damos el paso de la muerte a la vida cada vez que amamos a nuestros hermanos y hermanas. “El que no ama, permanece en la muerte” (1 Jn 3, 14). “Porque el amor rompe las cadenas que nos aíslan y separan, mediante la construcción de puentes… el amor sabe de compasión y de dignidad” (Fratelli Tutti, 62), llamándonos a comprometernos dando nuestro tiempo, energía, dejando a un lado nuestros deseos, planes y poniendo atención a quien realmente lo necesita como lo hizo el Buen Samaritano (Lc 10, 25-37). El amor tiene la capacidad de dejarse llevar, perderse, de dejarse transformar. Sabe que, para dar vida, debe volverse irreconocible, pasar inadvertido, pero al mismo tiempo, ser vivificante.
“Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, aun estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo” (Efesios 2, 4). Este tiempo nos invita a contemplar a nuestro Señor que por amor sufre por ti y por mí, herido, azotado, burlado, humillado con el corazón ardiendo de amor por toda la humanidad.
Cristo sufre hoy en nuestros hermanos y hermanas; constantemente somos confrontadas por un mundo herido que nos rodea en donde el dolor y el sufrimiento se han convertido en la realidad de muchas personas. La indiferencia ante este sufrimiento, ignorar a los demás y cerrar los ojos a esto puede ser una forma fácil de jugar una carta segura.
La semilla que se ha dejado transformar es incapaz de dar la espalda a algún sufrimiento. Por eso el amor de la semilla o da vida nueva para siempre o simplemente queda estéril. La semilla está para dar vida y por eso nunca podrá tomarla de regreso, su naturaleza es dar y amar abundantemente, sin reservas.
Preguntémonos:
• ¿Cómo puedo ser transformada por medio de un proceso de muerte para poder dar vida?
• Respondiendo a la invitación de Dios sobre mi propia transformación, ¿Cuáles son las formas fáciles y seguras que necesito dejar para responder a mis hermanos y hermanas que sufren?