Vivir en París, en el 310 de la calle Vaugirard

on 12 Mar, 2022
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París (Francia), 12/03/2022, Hna. Monique Colrat.-  A finales de octubre de 2021, el 310 de la calle Vaugirard vio la llegada de las hermanas a los nuevos edificios. Hermanas de diversos carismas: tres Auxiliadoras, dos Canonesas de la Congregación de San Agustín de Nuestra Señora, dos Dominicas de la CRSD, dos Javerianas y las demás, Dominicas de la Presentación. Estas 20 hermanas han tomado posesión de su alojamiento y van a vivir en estos lugares que algunas recordamos...  Pero ahora, todo es diferente de lo que era, o casi.

Ante los cambios que afectan a la sociedad y a todas las congregaciones religiosas, la provincia de Francia inició hace unos diez años una importante reflexión sobre el futuro de la presencia de la vida religiosa y, más concretamente, de nuestra Congregación en la capital, precisamente desde el punto de vista de nuestro patrimonio inmobiliario. En años anteriores, tuvimos que separarnos de varios establecimientos y cerrar muchas comunidades tanto en las afueras como en la ciudad.

Es así como la reflexión llegaba su punto más alto: sin explicar la historia, la evolución indica que hemos pasado de los lugares "autónomos" de vida y misión, las "obras de la Congregación", a formas diversificadas de vivir en pequeñas comunidades desde donde las hermanas respondan a diversas llamadas misioneras: desde la animación pastoral al trabajo asalariado, pasando por la enseñanza o la asistencia sanitaria... Así, se ha desarrollado una proximidad y una cooperación con los demás que nos permite hoy establecer una vida en intercongregacionalidad. Un último punto se refiere al envejecimiento de las hermanas, que también hay que tener en cuenta y que suscita la dimensión intergeneracional.

Así las cosas, ¿cómo dar un futuro a este recinto parisino que necesitaba no sólo una renovación material sino también un impulso humano y social? Una cosa era cierta, queríamos mantener este sitio en París, pero si queríamos reconstruir una casa, la Congregación, junto con otros actores sociales, tenía que desarrollar un proyecto. Es lo que ocurrió con "Habitat et Humanisme d'Ile de France", que comparte los mismos valores humanos que nosotros: este lugar de vida se llamaría Maison Saint Charles, por su historia en la vida de este barrio, y además podría desarrollarse una vida intergeneracional a partir de la diversidad de los residentes: en un hábitat compartido con jóvenes estudiantes o trabajadores, huéspedes de paso y hermanas de una cierta edad.

Así, las hermanas que viven hoy en el 310 de París, beneficiándose de un proyecto que se basa en convicciones que creo que es importante señalar:
 
  • Los edificios que hemos heredado son preciosos para la misión. Sólo pueden mantener esta línea si aceptamos pensar con otros, porque la Congregación sola no puede renovar ni animar un complejo tan importante.
  • La vida religiosa, al menos en Francia, conserva un sentido y un testimonio de vida en el "seguimiento de Cristo" más allá de la particularidad de los distintos carismas. Seguimos al mismo Señor, pertenecemos a la misma Iglesia, y el anuncio del Evangelio a los pobres polariza nuestras vidas...
  • Nunca es tarde para dedicar el tiempo a un proyecto que dé sentido al momento de vida que se nos concede. Y es maravilloso que, incluso en la edad avanzada, podamos unirnos a otros para vivir de esta manera.
  • La confianza en el discernimiento de la provincia de Francia que se atrevió a emprender una renovación audaz y pensó no sólo en sus propias hermanas, sino que se abrió a la participación de otras congregaciones en este proyecto. Se trata de una nueva situación que nos acerca y solidariza con las personas que acuden a este lugar, sin muchos desplazamientos.

Dicho esto, disponemos de un alojamiento nuevo, moderno, luminoso y adecuado, situado en el corazón de un conjunto de apartamentos para familias monoparentales, de las que hay 11, para estudiantes o jóvenes trabajadores con bajos ingresos y, finalmente, para inquilinos de todas las clases.

Este entorno humano tiene un corazón: una capilla, también completamente renovada, llena de luz gracias a los vitrales decorados con mimosas. Es un lugar donde es bueno detenerse a solas, reunirse con otros para celebrar la Eucaristía o la alabanza de las Horas. Las hermanas de la provincia presentes en París lo inauguraron incluso antes de la apertura de la casa para celebrar juntas la fiesta de la Presentación de María en el Templo, un pequeño prefacio del tiempo que se avecina.

La comunidad está situada en tres pisos, un comedor donde se nos preparan las comidas y una sala comunitaria que ha encontrado un lugar en el antiguo coro de la capilla, bastante acorde con el número de personas que somos, con cómodos asientos y sillones. Aquí es donde celebramos nuestras reuniones comunitarias y donde podemos intercambiar con los invitados que nos visitan.

En este variopinto grupo, hay un gran respeto mutuo, una amabilidad y una admiración por los recorridos individuales cuando compartimos momentos de la vida que a veces nos acercan o nos sorprenden y donde podemos sentir que nuestras vidas consagradas están dirigidas por lo invisible y este compartir no deja de dar vida a los demás. Ninguna de nosotras imaginó nunca que viviríamos en un entorno intercongregacional con personas de todas las edades y razas. A veces pienso lo que he tenido que reflexionar sobre el "inter”, ahora es el momento de vivirlo y tiene un ligero sabor evangélico. Esta pequeña experiencia podría ser parte de lo que la Iglesia nos propone, al subrayar la sinodalidad, ya que esta comunidad también busca caminar juntos y encontrar prácticas que manifiesten la dinámica que lleva la búsqueda común.

De este modo, la comunidad se encuentra en solidaridad con todos los que viven o vivirán allí, una solidaridad que encontrará su expresión particular en los tiempos venideros, dadas las personalidades presentes.  El proyecto social aún no ha despegado, de momento todo el mundo balbucea sin saber muy bien qué saldrá de él, es una llamada a la paciencia. ¡Lo importante es simplemente estar ahí!

Así pues, para concluir esta breve presentación y teniendo en cuenta los dos meses de existencia en este lugar, podemos aventurarnos modestamente a decir lo siguiente: en este mundo tan complicado, las hermanas residentes nos implicamos en participar en el espíritu del proyecto, deseando con todo nuestro corazón ser una cálida presencia de cercanía y paz en el corazón de la Maison Saint Charles.

 

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