Provincia de El Caribe, 24/06/2022, Hna. Nícida Amparo Díaz Leal.- El siguiente artículo quiere ser una reflexión a partir del encuentro intercongregacional de formación de hermanas de votos temporales, que en sus reflexiones expresaban la siguiente inquietud: “Nos preocupa el uso compulsivo del celular en algunas de nuestras hermanas de comunidad, no hay discernimiento personal y se justifica tenerlo, a tiempo y a destiempo, con el trabajo pastoral y los distintos compromisos que se tienen… Se ha convertido en el compañero cotidiano de la vida y esto nos desconcierta porque vamos perdiendo los referentes que nos ayuden a fraguar nuestra voluntad, responsabilidad y libertad” (Grupo intercongregacional de junioras, mayo 2022. Venezuela).
Escribo el siguiente artículo a la luz de dicha inquietud intercongregacional, pues creo que a nosotras nos vendría bien reflexionar en este tema que afecta las relaciones, siendo éstas la mediación más sagrada entre Dios, sus hijos e hijas. Creo que también es compromiso ineludible por el reto que nos hemos propuesto en JPIC a nivel interprovincial: “Dar respuesta con nuestra vida y acciones a todo aquello que pueda restablecer la dignidad humana, denunciando los abusos que atenten contra la vida, con acciones evidente de justicia y paz, en defensa de la vida y el cuidado de la casa común” (55o CG 2019. Pág. 14). Un reto que hemos de vivir en todos los ambientes donde nos encontremos, sea en nuestra Congregación o intercongregacionalmente.
Realidad deshumanizante
El uso del celular se ha convertido en una dinámica deshumanizadora en las relaciones; este pequeño aparato está determinando nuestro estilo de vida, afectando, nuestro tiempo, nuestros espacios y nuestra libertad; ya no sabemos movernos sino es desde nuestra relación con él, de tal manera que los espacios sagrados de nuestras relaciones se van deteriorando, desacralizando; no estamos discerniendo ni el tiempo, ni los lugares, para el buen uso de este pequeño aparato: con él, vamos a la capilla, estamos en el comedor, en alguna reunión comunitaria o algún encuentro de reflexión o retiro; nos suena, salimos o nos distraemos contestando o mirando los mensajes… Es un ídolo que el orden establecido nos va imponiendo para distanciarnos e ir creando rupturas relacionales. En vez de encuentros, impone los desencuentros…
Nos va imponiendo un estilo de vida para rompernos por dentro, para tensionarnos, dividirnos y deshumanizarnos. Un pequeño aparato que tiene una gran fuerza dominadora en nuestra voluntad y libertad y no sólo eso, también, nos cierra la posibilidad de crear una nueva manera de organizarnos para que no determine nuestra vida; y en vez de dominarnos, lo dominemos nosotras salvando lo más sagrado, a saber, el encuentro de Dios con nosotras y entre nosotras, salvando la caridad fraterna, en la escucha, el discernimiento y el estar juntas compartiendo la mesa, los encuentros, la liturgia…Necesitamos estar atentas y vigilantes, ejercitar nuestra libertad, responsabilidad y discernimiento. ¿Y si mañana no estamos más? Entonces estemos hoy más que nunca… ¡No dejemos que nos robe nuestra fraternidad!
Responder con opciones radicales
Les decía a las hermanas de votos temporales que, una de mis opciones es la libertad en el uso del celular, de tal manera, que no me determine, y les proponía hablando desde mi experiencia, arriesgarse a dar el primer paso, sin atajos, y descubrir que, si es posible vivir a contracorriente de las propuestas deshumanizadoras del orden establecido. La opción debe ser radical y discernida, con libertad y responsabilidad: No llevar el celular a la capilla, ni a la oración personal o comunitaria, no llevarlo al comedor, no llevarlo a ninguna reunión, o encuentros para vivir a plenitud cada momento, porque me convenzo que la vida se va tejiendo de gestos cotidianos y fraternos que salvan la comunidad, la escucha, la comunicación. Aprendemos a estar, estando presentes integralmente. ¿Y si mañana no estamos más? Entonces estemos hoy más que nunca… ¡No dejemos que nos robe nuestra fraternidad!
Referentes que nos animan y sostienen la esperanza
Entre nosotras, en la vida consagrada, hay hermanas que son testimonio fiel, de vivir primeriando las relaciones y recreando su manera de ser y estar en la comunidad, sin el celular, favoreciendo así, ambientes humanizadores y fraternos, discerniendo los espacios y el tiempo. Ellas, nos dicen con su vida que, si es posible, cuando hay fuerza de voluntad y claridad en el estilo de vida que hemos decidido vivir desde el seguimiento de Cristo y según el Carisma de su Congregación.
Ellas, son referentes y tienen autoridad porque viven en coherencia su opción, sin hacer ruido, sin imponerse, pero siendo testigo de que cuando se arriesga, se sale adelante sin atajos, pues Dios, es el único horizonte que ha de inspirar nuestra manera de ser y estar en este mundo fracturado y sediento de humanidad y fraternidad.