París: Una casa para vivir

on 29 Sep, 2022
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París (Francia), 29/09/2022, Hna. Véronique Margron, RCF, editorial del domingo 25 de septiembre de 2022.- ¿Podemos vivir juntos? Desde diferentes culturas, religiones, edades, entornos socioculturales, podemos no sólo convivir sino también reconocer y amar la diversidad. Este es un tema político si alguna vez lo hubo, el arte de la ciudad.

Hace unos días, tuve el placer de inaugurar, junto con muchos otros, una casa de vida. 

En el corazón de París, mi congregación tenía una gran casa con hermosos jardines. Pero un interrogante rondaba, a pesar de toda la vida y la virtud de la hospitalidad que allí se desplegaba. La casa se estaba deteriorando y ya no permitía pensar en su durabilidad, y el peso de los años pesaba sobre las hermanas. Tras muchas discusiones, reflexiones y consultas, nos decidimos por un proyecto enorme. Tuvimos que cerrar una escuela, dejar la casa, buscar y esperar encontrar las mejores soluciones para cada hermana y emprender un trabajo colosal para abrir otra casa, o tal vez la misma. Todo esto no se hizo sin lágrimas, sin fatiga, sin dolor, sin miedo, y con la presencia del covid también, probablemente no podría haber sido de otra manera. Pero hoy, gracias a todos nuestros socios, Habitat et Humanisme, el constructor, los arquitectos y los artistas, esta nueva casa es una realidad. Para la vida, para los encuentros, para el reconocimiento mutuo, para la ayuda mutua. Nada mágico. Sólo la minúscula vida cotidiana donde se construyen vínculos y apoyos, siempre frágiles pero reales. Una casa donde los jóvenes y los mayores, los niños y las hermanas mayores, simplemente disfrutan de la vida, sonriendo, hablando, escuchando y riendo.

Acoger a los más vulnerables, a las familias en precariedad, a las personas aisladas ha sido y sigue siendo una misión fuerte en la vida religiosa. Estar presente a aquellos a los que Cristo se hizo cercano, con sus pasos, su palabra, su cruz. Compartir algo de la propia paz interior, ofrecerla a vidas tan golpeadas por las circunstancias y a veces por el éxodo de los confines de la tierra, es una gran oportunidad. No guardar para uno mismo la alegría que viene de Dios, sin exuberancia ni discurso.

Esta es la misión de las hermanas que hoy viven en esta casa intergeneracional. Ser ante todo una presencia benévola y acogedora. Con las dificultades, el cansancio y los temperamentos de unos y otros. Otra vez, nada de excepcional. Pero lo que mantiene firme el hilo de la vida. Dejar de lamentarse o estar en un mundo que sólo es hostil o indiferente. Sin nada espectacular ni heroico.

La convivencia. El uno con el otro, no el uno en el otro. Y si es posible los unos con los otros, con respeto. Esta casa, como muchas otras hoy en día, son viviendas inclusivas y compartidas, es un testimonio de que nuestras sociedades pueden construirse de forma diferente a la del conflicto, el desprecio, la competencia o el “sálvese quien pueda”.

Si está de paso, pase por la puerta. Se llama “Maison St. Charles”, en el distrito 15 de París.