Venezuela, 06/12/2022, Hna. Nícida Amparo Díaz.- La mayor parte de nuestra esperanza está anclada en las cosas mundanas, es decir, en las cosas que, como seres humanos las vivimos y las sufrimos...
¿Dónde está nuestra esperanza?
La mayor parte de nuestra esperanza está anclada en las cosas mundanas, es decir, en las cosas que, como seres humanos las vivimos y las sufrimos, a saber la salud, la situación política, social, religiosa, económica, la realidad comunitaria, nuestras relaciones,…esperamos que toda esta situación que vivimos pueda resolverse, pero no vemos horizonte, y nos preocupamos, y nos angustiamos y nos impacientamos y nos desencantamos y nos estresamos y nos desolamos…y nuestra fe y esperanza van perdiendo fuerza y perdemos la Paz.
Perdemos la Paz, porque nuestra esperanza está anclada en el horizonte puramente humano, aunque digamos que esperamos en Dios, que somos mujeres y hombres de fe y de esperanza y nos desgastamos por las cosas de Dios. Pero resulta que, en ese empeño, en ese trabajo, en ese desgaste por las cosas de Dios, estamos trabajando por Él, pero sin Él…ponemos todo nuestro empeño, todas nuestras fuerzas en nuestra limitada humanidad, que es finita, débil, expuesta a la caducidad y, ¡no todo lo podemos! Distraídas y abrumadas nos olvidamos que en Dios está nuestra esperanza…
¡Levántate, Jerusalén!
¡Levántate Jerusalén ¡Escucha la voz de tu Dios, que toca a tu puerta y llama! Es la pequeña esperanza que llevamos en nuestro corazón, y nos da los buenos días cada mañana; nos dice: Levántate, aún hay mucho por hacer y no todo está acabado, ¡Levántate ¡y ponte en el horizonte de Dios, trabaja para Él y con Él…Todo será diferente; se trata de integrar nuestro horizonte humano en el horizonte divino, trabajar desde Dios, desde su propuesta, sostenida siempre por su Palabra, por su Fidelidad, por la fuerza de su Gracia, pues ella, nos basta…
Cuando perdemos la esperanza, cerramos toda posibilidad y nos abrazamos a Narciso…y vivimos, “a como vaya viendo voy viviendo”, “comamos y bebamos, que mañana moriremos” distraídas en nuestras preocupaciones cotidianas; nos acostumbramos a vivir así, desesperanzadas, sin fuerzas para pensar en alternativas humanizadoras…
Miramos el tiempo desde la perspectiva cronológica, y damos paso al síndrome de la impaciencia, de la inmediatez; perdemos nuestra capacidad de soñar, de esperar, de crear y recrear. Olvidamos que estamos capacitadas para la Esperanza.
“Kierkegaard define la esperanza como “la pasión por lo posible” pero enfatizando el elemento pathos, aquel amor doloroso y alegre que une el corazón humano a lo que espera o aquello de lo que siente nostalgia… Moltman la definió como “la aurora de lo esperado, nuevo día que irradia todo con su luz”, mostrando que vivir la esperanza significa “traer el futuro de Dios al presente del mundo. Esperar, en resumen, implica la conciencia, más o menos sufrida, de algo o alguien que ahora no está, y siento que me hace falta”[1]
En nuestros cotidiano vivir, esperamos no sólo cosas o situaciones, también esperamos personas, su presencia, su palabra, que nos dan fuerza, aliento, consuelo y también nos dan luz…Desde nuestra fe cristiana, la esperanza es en Alguien: “Oh Dios tu eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma tiene sed de ti, mi carne tiene ansias de ti, como tierra reseca agostada sin agua…en el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti” (Sal 62, 2-7). La esperanza, puesta en el horizonte de Dios, asume y supera la esperanza natural, y nos ayuda a discernir y reconocer la Presencia de Dios que pasa, que viene.
Desde el horizonte de Dios, comprendemos que para el cristiano que cree en Dios y le cree a su Palabra, el tiempo nos es sólo cronológico. El tiempo es Kairológico, es el tiempo de Dios que pasa por nuestra vida, por nuestra historia, que está pasando siempre. Por eso su invitación: “Estén preparados porque el Hijo del hombre llegará cuando menos lo esperen” (Mt 24,44). “Presten atención, no se dejen aturdir con el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que aquel día no los sorprenda de repente” (Lc 21, 34).
Para el cristiano creyente, estar preparado, no tiene la fuerza en el futuro sino en el presente, porque el Señor, nos sorprende en el hoy de nuestra vida, por tanto, lo que hacemos hoy en relación con nuestros hermanos y hermanas nos prepara el futuro: “Tuve hambre (hoy) y me diste de comer, tuve sed (hoy) y me diste de beber… “Es desde la acogida del Dios que viene donde garantizamos nuestro estar con Él para siempre: Vengan benditos de mi Padre, porque vine a ti y me recibiste…
¡Levántate y mira el Alba en el horizonte…
La esperanza es dinámica y no estática, nos pone en modo vigilante, esta actitud expectante, se prueba en el compromiso con nuestra gente, nos pone en pie, para salir al despuntar el alba, para dejarnos abrazar por ella, para dar razón de la esperanza que llevamos dentro (1 P 3,15), que nos mueve a humanizar nuestra humanidad, el lugar donde Dios, sólo Dios se hizo presente, se humanizó y desde ese día nos dijo que todo hombre y toda mujer es lugar de encuentro con Él; es acontecimiento de salvación.
Estar en modo vigilante es permanecer en la oración, hasta que el alba nos abrace, nos envuelva en su luz, como a los pastores en Belén y podamos escuchar la Buena noticia de salvación que nos llena de paz y de alegría, que nos pone en camino como hermanas…
¡Necesitamos llevarnos en la Esperanza, necesitamos sostenernos en nuestro caminar, para encantarnos, para vivir procurando el mundo que Dios quiere, y nosotras con Él, queremos…esa nueva humanidad, amante de los pobres, entregadas en vida a los demás, traspasando fronteras hasta llegar a las periferia existenciales donde la vida clama. Esa nueva humanidad que sabe abandonarse en Dios, porque le basta su Gracia.
Permanezcamos en la esperanza procurando lo que esperamos y cuando venga el Esperado, que nos encuentre amando, sirviendo y entregando la vida como Buena noticia de salvación, allí donde vivimos, nos movemos y existimos.
Celebración
Canción: Color de esperanza… Levántate Jerusalén... Esperaba, esperaba…
Admiramos…
Anunciamos…
Símbolos: Las cuatro velas de Adviento
1 vela: Esperanza
2 vela: Paciencia
3 vela: Humildad
4 vela: Aurora: El sueño de Dios…será mi sueño. Un mundo donde triunfe la Paz y la Paz triunfa en la fraternidad, en la sororidad…en el encuentro místico…
La gran vela: el despertar del Alba…
Dos movimientos en salida: Ver y Anunciar…
[1] Amadeo Cencini. Libera la esperanza. Pág. 14ss