Mocoa (Colombia), 28/06/2017, Hna. Pastora Marín.- Jamás se sabe lo que una persona puede hacer o cómo va a reaccionar ante una tragedia... Los habitantes de Mocoa, Putumayo, en Colombia han sufrido una de las más grandes catástrofes naturales de este siglo.
El 31 de marzo pasado los habitantes de este municipio, situado al sur del país, fueron bruscamente despertados por el ruido del agua y piedras que bajaban de la montaña en grandes cantidades; más de trescientas veinte personas murieron arrastradas por la avalancha y cuatrocientas más heridas; a esta dura realidad se suma la destrucción de vías, puentes, casas; de los diecisiete barrios afectados por la tragedia, cinco desaparecieron. Desde hace veintisiete años la provincia de Bogotá, tiene una pequeña presencia de promoción social y parroquial en este lugar. Conocido lo sucedido en Mocoa, de inmediato unas cuantas hermanas sintieron un llamado interior de ir a reforzar y a acompañar a la comunidad y prestar una ayuda solidaria a quienes todo lo perdieron y fortalecer su esperanza.
Esta experiencia fuerte tocó profundamente nuestras vidas. Cada momento vivido en Mocoa, con sus gentes nos permitió acoger su dolor, caminar con ellos, vivir hoy el misterio pascual. “Eloí, Eloí, lemá sabaktaní” (Mc 15, 34). Lo más importante para ellos, guardar la esperanza de volver a comenzar. Durante la visita canónica del gobierno general a la provincia, una de las consejeras compartió con las hermanas y con el pueblo, dolores, inquietudes y búsquedas para identificar caminos de cómo continuar acompañando y fortaleciendo integralmente a los habitantes de Mocoa, que todo lo han perdido, menos la esperanza. Agradecemos el apoyo y presencia solidaria del gobierno general, las diversas estructuras de la Congregación, de comunidades, hermanas y de todos aquellos que se han hecho presentes frente al dolor de los habitantes de Mocoa.