Rasgos de santidad en la vida de la Beata Marie Poussepin
Una vida marcada por la fe y la caridad
La vida de la Beata Marie Poussepin se distingue por una profunda fe, una entrega generosa al prójimo y una caridad activa que reflejan su camino de santidad. Su testimonio sigue siendo hoy una fuente de inspiración para quienes desean vivir con autenticidad el Evangelio en medio del mundo.
Virtudes vividas en lo cotidiano
Desde Francia
A lo largo de su existencia, Marie Poussepin encarnó con fidelidad las virtudes teologales —fe, esperanza y caridad—, así como las virtudes cardinales —prudencia, justicia, fortaleza y templanza—. Estas virtudes, vividas en lo cotidiano, permiten comprender la audacia de su respuesta a Dios y su entrega incondicional al prójimo.
Fidelidad en tiempos difíciles
Su estilo de vida fue un testimonio visible de la presencia de Cristo en ella. En un contexto histórico marcado por grandes dificultades —la Francia de finales del siglo XVII y comienzos del XVIII, bajo un régimen absolutista y afectada por las guerras, la miseria y la enfermedad—, Marie Poussepin supo mantenerse fiel al Evangelio, viviendo con radicalidad y sencillez su vocación cristiana.
Un proyecto de vida orientado al servicio
Desde su juventud, se comprometió con el servicio a la parroquia y a los más pobres, llegando a desempeñarse como tesorera y presidenta de la Cofradía de la Caridad de su pueblo. Su vida fue una continua donación al servicio: ayudó a niñas huérfanas, a los pobres, a los jóvenes aprendices y al mundo del trabajo artesanal, promoviendo el valor del trabajo como medio para superar la pobreza. Su labor comenzó en Dourdan, inspirada por el ejemplo de sus padres, y continuó en Sainville, sostenida siempre por la confianza en la Providencia de Dios.
La fe como fundamento de su consagración
Como mujer consagrada, hizo de la fe su fundamento. Mantuvo firme la esperanza en cada una de las obras que emprendió; la fortaleza le permitió despojarse de todo sin reservarse nada; y la prudencia iluminó sus decisiones. Su vida fue tan coherente que, al final, dejó escrito en su testamento una máxima que resume su entrega: “No habiéndome reservado nada, no poseo nada”.
Una fe que se convierte en acción
Su fe se manifestó en acciones concretas, como el buen samaritano que cura las heridas del que sufre (cf. Lc 10,34). Marie Poussepin “pasó haciendo el bien”, se detuvo ante quien estaba caído y procuró sanar tanto las heridas del cuerpo como las del alma.
Oración y servicio como estilo de vida
Comprendió que la oración y la acción son dimensiones inseparables de la vida cristiana. Por ello, dejó claro que su comunidad no estaría orientada a la vida monástica, sino al servicio activo. Exhortó a sus hermanas a vivir con sencillez, sin ser carga para nadie, trabajando con sus propias manos y compartiendo con generosidad.
Desde Perú
Caridad como expresión de la fe
Para Marie Poussepin, la fe, como virtud teologal, está estrechamente unida al servicio. Se ora mientras se trabaja, se contempla a Dios en el rostro del hermano. La fe no se expresa únicamente en actos de piedad —que también valoraba—, sino que se traduce, sobre todo, en la práctica de la caridad vivida como anuncio de la Palabra y fruto de la contemplación.
Una invitación a vivir la santidad hoy
El carisma de Marie Poussepin continúa hoy inspirando a muchas personas a vivir la santidad desde lo cotidiano. Su figura, reconocida, en su beatificación, como Apóstol Social de la Caridad, invita a transformar el mundo con el lenguaje elocuente del servicio, la fe encarnada y el amor que no se cansa.
Texto: Hna. Amparo de la Trinidad Ángel Bernal

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