París (Francia), Hna. Anne Lécu, 17 de mayo de 2020.- Ven, Espíritu de verdad, ven Defensor nuestro, ven a salvarnos.
Lectio Divina 17/05/2020 esp Descargar
EVANGELIO
Juan 14, 15-21
Jesús dice a sus discípulos:
“Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos; y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes sí lo conocen, porque vive con ustedes y estará en ustedes.
No los voy a dejar huérfanos; volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá más, pero ustedes sí me verán. Y porque yo vivo, también ustedes vivirán. En aquel día ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre, y ustedes en mí, y yo en ustedes. ¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él”.
ESTUDIO DEL TEXTO
El evangelio según San Juan está construido en torno a cinco capítulos principales: del 13 al 17, constituyendo casi un micro evangelio en el corazón del texto. Estos cinco capítulos comienzan con la última cena de Jesús, durante la cual les va a lavar los pies a los discípulos, con el fin que ellos estén con él. Sigue luego un largo discurso en el que Jesús fortalece a los suyos; la comida termina con la gran oración que Jesús dirige a su Padre en el capítulo 17. Con el texto de este domingo nos situamos allí, al inicio de este discurso, y Jesús promete que después de su muerte, otra forma de presencia será experimentada por los suyos: “el Defensor”, “el Espíritu”.
MEDITACIÓN
Escribo este comentario el 22 de marzo, mientras que todos estamos encerrados, confinados, por el coronavirus. Ignoro dónde estaremos el 17 de mayo, si el confinamiento habrá terminado o no. No sé aún quien entre nosotros estará de pie y quién no lo estará. Lo que sé, es que, en este momento, nosotros estamos como los apóstoles, encerrados en su casa, esperando algo que ignoran y de lo cual descubrirán más tarde su poder: el Espíritu del Resucitado. En estas horas de confinamiento, lo más difícil es la ausencia de los cuerpos: la ausencia del cuerpo del otro, la ausencia del cuerpo colectivo, la ausencia del cuerpo eclesial, la ausencia del Cuerpo Eucarístico. Ahora, el Espíritu tiene que ver todo con el cuerpo, y por esto es urgente desear su presencia. Un teólogo francés, Maurice Bellet, escribe: “El cuerpo, es el Espíritu Santo presente”. Entonces sí, aferrémonos a la promesa de Jesús quien nos promete enviarnos Aquel que estará “para siempre con nosotros”.
Del Defensor, se nos han dicho tres cosas: es el Espíritu de verdad, él estará en nosotros y nos hará conocer algo de la intimidad del Padre y del Hijo. Esto lo promete Jesús a la hora de su pasión. Lo promete cuando él ha sido traicionado por Judas a quien, sin embargo, le ha lavado los pies, con el fin de que tuviera parte con él y también será negado por Pedro. Es también a ellos a quienes les promete el Espíritu, el Defensor, que hace la verdad. Es a la hora de la prueba - y a veces la prueba es ser decepcionado, abandonado por aquellos y aquellas que amamos - que Cristo asegura que una comunión de verdad es, a pesar de todo, posible para aquel que acepta permanecer con él en la noche. Una comunión entre nosotros es posible porque en nosotros está la huella de Dios, y más que su huella es su presencia real en cada uno de nosotros. En Judas y en Pedro. Esta comunión no es otra que la caridad, que se despliega precisamente cuando tenemos dificultad para amar, y cuando la pedimos a Aquel que la da.
ORACIÓN
Oh, Padre de bondad, pon en nosotros el deseo de recibir tu Espíritu de verdad. Oh Hijo bien amado del Padre, danos el creer al pie de tu cruz, es tu Espíritu el que brota de tu costado abierto. Oh Espíritu del Resucitado, ven a aliviar nuestros cuerpos miserables, probados, y a nuestras sociedades desgarradas por todas las tensiones que existían antes de la pandemia y que el virus ha avivado, te lo suplicamos.