Washington, D.C. (USA), Hna. Luz Amparo Cárdenas, 4 de abril 2021.- La tumba vacía.
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EVANGELIO
Jn 20, 1-10 Buscando signos del Señor Resucitado
“El primer día de la semana fue María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y vio que la piedra estaba retirada del sepulcro. Echó a correr y llegó donde Simón Pedro y el otro discípulo a quien Jesús quería, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.”
Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Al asomarse vio los lienzos en el suelo; pero no entró. Detrás llegó también Simón Pedro. Entró en el sepulcro y vio los lienzos en el suelo; pero el sudario que había cubierto su cabeza no estaba junto a los lienzos, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó pues hasta entonces no habían comprendido que, según la Escritura, Jesús debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos entonces volvieron a casa.”
ESTUDIO DEL TEXTO
La Resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe. Juan el Evangelista nos presenta tres personajes: María Magdalena, Pedro y Juan, cada uno con una reacción diferente frente al mismo escenario: La tumba vacía.
El Evangelio nos dice que en el primer día de la semana María Magdalena vino al sepulcro temprano en la mañana cuando aún estaba oscuro, y vio que la piedra había sido removida. (20,1)
Cogida por sorpresa ante la tumba vacía, María regresa donde Simón Pedro y el discípulo amado y les dice: Han sacado al Señor de la tumba y no sabemos dónde lo han puesto. (20,2) María, en su tristeza piensa que alguien ha entrado en la tumba y ha robado el cuerpo de Jesús. Ella no piensa que Jesús haya podido resucitar, ella solo dice: “Han tomado el cuerpo del Señor de la tumba y no sabemos dónde lo han puesto”. (20,2)
Informados por María Magdalena, Pedro y Juan corren a la tumba para ver por ellos mismos (20,3)
El discípulo amado corre más que Pedro y llega primero a la tumba (20,4). Pedro, el impulsivo entra directamente en el sepulcro. Juan espera. ¿Qué hubiera hecho yo en este caso? ¿Como hubiera reaccionado?
Entonces el otro discípulo, el que había llegado primero a la tumba también entró. El vio y creyó (20,8)
Simón Pedro entrando en el sepulcro vio los lienzos en el suelo y el sudario que había cubierto su cabeza, no con los otros lienzos sino plegado en un lugar aparte (20,7)
Pedro y Juan notaron que algo había sucedido, cuando vieron el sudario con el que habían cubierto la cabeza de Jesús, colocado en un sitio aparte. (20,7) Esto indicaba una salida en paz, gloriosa y en orden.
El sepulcro vacío deja a los discípulos con preguntas, pero sin respuestas. Ellos no llegaron a un acto de fe inmediato.
Podemos preguntarnos por qué María Magdalena y los dos apóstoles que corrieron a la tumba habían olvidado lo que Jesús había dicho acerca de ser condenado a muerte y resucitar luego de entre los muertos (Jn 2,22).
MEDITACIÓN
Solo el Amor y el deseo de responder a la primera iniciativa del amor por parte de Jesús ponen a Juan en su camino hacia el Señor y hasta cierto punto hacia la fe en la Resurrección. Juan había experimentado el amor de Jesús por él y este amor era mutuo. Es por esto, que la reacción de Juan ante el sepulcro vacío es suave y tierna, a causa de su amor y su fe en Jesús.
Su propio duelo mueve a María Magdalena a ir a la tumba, temprano en la mañana cuando aún estaba oscuro (20,1). ¿Que la mueve a realizar este acto?
Entonces salió corriendo y fue a decir a los discípulos… (20,2). De nuevo el Amor no espera y María, como Juan, ha experimentado el amor recíproco con Jesús.
La tumba vacía nos deja el mensaje de que nada es terminal en esta vida, ni siquiera la muerte. El Amor de Dios es más fuerte que todo poder humano, más fuerte que la muerte (Cf. Cantar de los Cantares 8,6). El Amor de Dios vence todos los obstáculos.
Estamos llamados a ser testigos de la Resurrección de Cristo cuando su luz ilumina y penetra todos los momentos oscuros de nuestra vida, cuando su amor transforma nuestros duelos, tristezas y confusiones en alegría, convirtiéndonos en pueblo de esperanza; entonces nos convertimos en pueblo pascual.
Como los discípulos regresan al hogar después de la Resurrección, nosotros también regresamos al hogar para meditar, contemplar profundizar en el sentido de este acontecimiento extraordinario para nuestras vidas.
ORACIÓN
CONTEMPLACIÓN
Nadie vio la Resurrección. Solo un encuentro personal con el Resucitado nos puede llevar a creer en el misterio de la Pascua.
Abramos nuestros corazones y quitemos la Roca de nuestro egoísmo y complacencia para que la Luz de Cristo fortalezca nuestra fe y nos reafirme en su Amor.
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¿Qué piedra debo remover en mi vida para que mi fe sea una luz de resurrección para otros, para aquellos a mi alrededor?
[1] Carey Landry, “Like a Seal on your Heart”