México, Hna. María de los Ángeles Flores Pérez, 23 de mayo 2021.- En Él y con Él.
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EVANGELIO
Jn 20, 19 - 23
ESTUDIO DEL TEXTO[1]
Los vv 19-23 contienen los elementos cardinales del tratamiento del Señor con sus discípulos en la Resurrección. Se aparece ante ellos de forma que ellos saben quién era, y se regocijan por su presencia y su triunfo sobre la muerte (vv 19-20). Los envía para continuar la misión que el Padre le dio a Él (v 21). Cumple la promesa de enviarles el Espíritu Santo y donárselo (v 22). Los autoriza a que declaren el perdón y culpa cuando hagan conocer su gracia salvífica (v 23). Estos variados elementos son fijados en cinco frases. Las varias tradiciones de las apariciones que habrán circulado en forma independiente junto con los vv 19-20 proporcionan un resumen marcadamente completo de las instrucciones y acciones del Señor resucitado. Con ellos la historia de Jesús en el Cuarto Evangelio alcanza una conclusión genuina. El Evangelista establece que las apariciones a los discípulos tuvieron lugar esa tarde. No se conectan con la situación de los eventos de la mañana.
MEDITACIÓN
“Al atardecer” …Es fascinante constatar que el texto dice ‘atardecer’ y no ‘empezaba a oscurecer’, o ‘iniciando la noche’. Es que no se trata de que empiece a faltar la luz, a pesar de la oscuridad en la que se hunden sus corazones, sino del umbral de la Luz plena, dicho con una expresión que implica recogimiento, intimidad, reflexión. Preparar el alma, alertar los sentidos.
“Aquel día” … aquel mismo día, aquel amado día. Como si Juan acariciara una realidad: el día primero de toda la historia de la humanidad.
“Cerradas las puertas” … Las puertas estaban cerradas por limitación, por miedo, por cobardía, porque se necesita tiempo para entrar en sí mismo (cf. Lc 15, 17) y Él lo sabe. Felizmente el Evangelio no dice que la casa estaba cerrada (Casa: hogar, estirpe, familia, intimidad, autoría, mentalidad). Sin embargo, ellos cerraron las puertas porque querían protegerse; había confusión en la comunidad sobre quien era quién, incluso entre ellos; sabían que uno de ellos entregó al Maestro ¿era un seguidor realmente? ¿Dejó de serlo por desacuerdos? ¿O nunca lo fue? La desconfianza era tan dolorosa que, incluso, puede llegar a cerrar la casa. Bendito sea Dios, su misericordia se va a manifestar antes de llegar a este estado del alma en el que no sólo se cierran las puertas, sino que se llegue a cerrar la casa. En este ambiente de tristeza, de confusión, de no saber, en la tentación del no sentido.
“Se presentó Jesús” … Jesús, Rabbuní, Maestro amado, Maestro deseado, Maestro traicionado. El corazón se agita, la respiración se detiene, la esperanza se aviva tímidamente.
Y en esa cercanía e impensable intimidad: “los discípulos se alegraron de ver al Señor” … experimentan un gozo inefable que nadie le podrá quitar (cf. Jn 16, 22), un gozo que perdura y se fortalece hasta el día de hoy.
“Jesús les dijo otra vez: La paz con vosotros” … Jesús El Señor, como Dios, cumple su promesa entrega la paz prometida porque ha vencido al mundo (cf. Jn 16, 33). Lo vieron y creyeron que es verdad que Dios los ama, que Jesús vive y que es capaz de intervenir misteriosamente. Que no los abandonó, que sacó bien del mal con su poder, con su infinita creatividad y amor a toda prueba.
“Como el Padre me envió, también yo os envío” …[2] ¿A dónde los envías Señor? ¿Qué es lo que Tú, con el Padre han visto? Señor, te dejaste llenar de ternura y compasión ante la sincera disposición de tus apóstoles para ir a predicarte.
“Dicho esto sopló sobre ellos” … Susurro de una brisa suave que penetra la intimidad, como en la cueva de Elías (1Re 19, 12), revelando la infinita abundancia de este Don. “Era un Torrente[3] que no pude atravesar, porque el agua había crecido hasta hacerse agua de pasar a nado. Y al volver vi que a la orilla del Torrente había gran cantidad de árboles, a ambos lados. Por donde quiera que pase el Torrente todo ser viviente que en Él se mueva vivirá. A orillas del Torrente, a una y otra margen, crecerán toda clase de árboles frutales cuyo follaje no se marchitará y cuyos frutos no se agotarán: producirán todos los meses frutos nuevos, porque esta Agua viene del Santuario” (Ez 47,5.7.9a.12).
Y por pura misericordia de Dios entró hasta su intimidad más íntima, los penetró, tomó posesión de ellos[4] y fueron como la zarza que arde sin consumirse (Cf. Ex 3, 2); sopló sobre ellos y desde entonces fue posible fuego ardiente y calidez en el corazón; dinamismo y reposo; ímpetu y caricia; ardor misionero y misticismo; parresia y prudencia; predicación e intimidad. Sopló sobre ellos entregándoles una fina voz de silencio.[5]
“Y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” … Donde están el Padre y Jesús, también está el Espíritu Santo. Es Él quien está detrás, es Él quien preparó y abrió sus corazones para que recibieran el anuncio de salvación, es Él quien mantendrá viva esa experiencia de salvación, es Él quien les ayudó a crecer en alegría inefable. El Espíritu Santo llena el corazón de Cristo resucitado y desde allí se derramó en su vida como un manantial. Y cuando lo recibieron, el Espíritu Santo les hizo entrar cada vez más en el corazón de Cristo, su Maestro, para que cada vez más, se llenaran de su amor, de su luz y de su fuerza. Desde este día los apóstoles invocaron cada día al Espíritu Santo, y Él renovó en ellos constantemente la experiencia del gran anuncio.
EN EL HOY
Somos enviadas a revitalizar la misión con la fuerza del Espíritu Santo, “avanzamos animadas por este Don del Resucitado que nos impulsa a una profunda renovación espiritual que dé mayor sentido y fuerza a nuestra vida; nos lleve a recrear en comunidad fraterna el seguimiento del Maestro y a trascender fronteras con audacia y creatividad”[6]
La Palabra de Dios aquí reflexionada es una invitación a alabar y dar gracias a Dios por el carisma recibido del Espíritu Santo. El carisma de Marie Poussepin nos arraiga en la contemplación de la Palabra y la realidad con una mirada de misericordia. La perícopa nos ha expresado con una claridad y fuerza inauditas la necesidad de permanecer en contemplación para disponer nuestra casa y permitir que Él entre a nuestra intimidad más íntima, que nos penetre, que tome posesión de todo nuestro ser hasta arder como la zarza. Roguemos al Resucitado que respiremos siempre su Aliento y que en nosotras sea una realidad su acción vivificadora que es fuego ardiente y calidez en el corazón; dinamismo y reposo; ímpetu y caricia; ardor misionero y misticismo; parresia y prudencia; predicación e intimidad.
Henos aquí, Señor dispuestas a recibir tu fina voz de silencio.
Con la fuerza del Espíritu podremos resignificar nuestro estilo de vida consagrada según el carisma de Marie Poussepin, para ser signo legible del Dios que nos habita.
CONTEMPLACIÓN
- Contemplando el icono de Rublev [7]
- Expresa tu acción de gracias por el Don del Espíritu en tu vida personal, de la Congregación, de la Iglesia, de la humanidad de buena voluntad.
ORACIÓN
Oh, Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BIBLIOGRAFÍA
- CONSEJO LATINOAMERICANO DE IGLESIAS, Estudio exegético homilético Jn 29: 19-31, Buenos Aires 2017.
- CAPITULO GENERAL 2019 HERMANAS DE LA CARIDAD DOMINICAS DE LA PRESENTACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN, Documento Capitular, La Turena Bucaramanga 2019.
- FERNÁNDEZ DÁVALOS, David, Emergencia sanitaria y desigualdad social, un desafío para nuestras universidades, en Revista Aurora, S.J., Cd. de México 2021.
- HAAG, VAN DE BORN, AUSEJO, Diccionario de la Biblia, Herder, Barcelona 2000.
- PAPA FRANCISCO, Exhortación Apostólica postsinodal Chistus Vivit, Ciudad del Vaticano 2019.
- PAPA JUAN PABLO II, El Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y del mundo. Ciudad del Vaticano 1986.
- SOCIEDADES BÍBLICAS UNIDAS, Reina Valera Contemporánea, 2009.
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