París (Francia), SR. MARÍA FABIOLA VELÁSQUEZ MAYA, 28 de noviembre de 2021.- Lucas 21,25 - 28.34-36. Creo sinceramente, tanto para vosotros como para mí, que el Evangelio de San Lucas de hoy, al anunciar el fin de los tiempos, justo cuando estamos al comienzo del Adviento, en un periodo en el que nos preparamos para la Navidad, es un anuncio especialmente extraño, dramático, incluso incomprensible.
De forma muy espontánea, habríamos esperado un texto como el de la Anunciación del Ángel a María, o algo que nos pusiera en situación para el feliz acontecimiento que se nos avecina. Nos hubiera gustado un texto evangélico que sonara como un anuncio o una publicación en Facebook que dijera: "¿Sabes que María está embarazada y que es para pronto? Alegrémonos...". Pero, en cambio, Lucas nos arroja al otro extremo de su evangelio, justo antes de los relatos de la pasión, despertando en nosotros profundos sentimientos de sufrimiento, tensión, traición.... incertidumbres de todo tipo que nos hacen sentir un gran temor, porque todo ello subraya la existencia de un mundo muy frágil, desestabilizado, en el que es imposible encontrar puntos de referencia.
De hecho, no es necesario hacer un gran esfuerzo de adaptación, porque tenemos la impresión de que todas esas frases en tiempo futuro, como "habrá señales, los hombres morirán de miedo, las potencias serán sacudidas", describen de repente el presente en el que vivimos. No hace falta imaginar el fin del mundo lejano, ya estamos en ese mundo, ¡es nuestro mundo!
Sin embargo, si miramos la historia, podemos ver que otras generaciones antes que nosotros se han encontrado en las mismas situaciones catastróficas. Han visto los límites de tantos "reyes del sol", desesperados por días mejores a muchos niveles, profundamente decepcionados por la falsa justicia, preocupados por el futuro de sus hijos, engañados por los sistemas o simplemente y de forma más actual, descubriendo la efímera vanidad de la gloria de los poderosos o de las estrellas de todo tipo: ¡las estrellas caen, el clima se deteriora, las certezas desaparecen hasta tal punto que a veces se hace muy difícil saber en quién se puede confiar realmente!
Pero aquí, en este contexto, en este mismo lugar, el Señor nos anima diciendo:
“¡Levantad la cabeza, su salvación está cerca!”
Podríamos tener la tentación, como muchos desilusionados, de decir: "sí, sí, tal vez, pero mientras tanto...".
También podríamos tener la tentación, un poco como Noé, de construirnos un arca, una nave espacial o una gran fortaleza para salvarnos de este mundo que falla, reservándonos un lugar en Marte, o bien huir al desierto por rechazo y desvinculación de nuestras sociedades demasiado complicadas y corruptas. Por otro lado, podemos tener la tentación de proyectar todo en el más allá, diciéndonos: “qué importa esta vida y su sufrimiento, ¡todo será mejor cuando muramos!” Por supuesto, esto forma parte de nuestra fe, pero sólo una parte, porque estaríamos olvidando que ese más allá que nos espera, es decir, el reino de Dios, está anclado en el mundo en el que vivimos, y no en otro. Este mundo que Dios nos regala, que es su obra maestra, es el que elige para establecer la cuna de su hijo y manifestarse a los hombres. Este mundo del que abusamos es el mundo de Dios.
Es en este mundo donde resuena su voz para decirnos: “Levantad la cabeza”, como si quisiera decirnos: no ocultéis vuestro rostro, abrid los ojos con lucidez y esperanza, sin dejaros cegar por todas las demás luces, mantened la cabeza levantada hacia aquel que es el dueño de este mundo... Él quiere vuestra salvación. El profeta Jeremías ya lo anunció: viene y nos dice palabras de felicidad...
¡ASÍ QUE LEVÁNTATE!... LEVANTA LA CABEZA...
Se trata de una expresión muy antigua en la Sagrada Escritura, ya que es la invitación que el propio Dios hace a Caín cuando se dispone a matar a su hermano: "Caín, ¿estás decepcionado? ¿No entiendes la actitud de tu padre? ¿Estás enfadado, irritado, celoso? ¿Le parece que el mundo es injusto? Estamos de acuerdo... Pero, sobre todo, no bajes la cabeza, si la bajas, te encerrarás, no podrás vivir. Levanta la cabeza y da la bienvenida a lo que viene, ¡confía en Dios! ¡Levántate Caín, no te quedes estancado en lo que te destruye! Levantar la cabeza como Dios le pide a Caín, como Jesús nos invita a hacer hoy, es elegir la vida, resistir, persistir en la elección del bien en un mundo donde reina tanto mal...
El sol, la luna, las estrellas, estos poderes caerán... ¿No lo sabías? Jesús nos recuerda antes de su muerte, y la Iglesia nos recuerda ahora antes de celebrar su nacimiento, que el único soporte sólido que hemos tenido, que tenemos hoy y que el mundo tendrá para siempre hasta el fin de los tiempos, se llama Jesucristo, el Dios-niño salvador del mundo... El que viene ahora... Viene en la intimidad y el silencio de un hogar sencillo. Dios pone a su hijo en nosotros como una semilla divina que sólo pide crecer. Que el ruido del mundo y sus tormentas no nos impidan contemplar la vida que Dios deposita en nosotros. Él viene.... Ven, Señor Jesús. ¡Ven a salvarnos!...