Lectio Divina: Cuarto Domingo de Pascua - Ciclo C

on 05 May, 2022
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Washington (USA), Hna. Mónica García, 08 de mayo 2022.- Este IV Domingo de Pascua se llama «el Domingo del Buen Pastor». En este Domingo nuestra atención y nuestra fe agradecida se centran en la presencia misteriosa del mismo Cristo Jesús, Pastor único y universal de nuestras vidas.

Por eso, a partir de la Palabra de este día, nuestra atención se centra en la Misión pastoral de toda la Iglesia y, particularmente, de los Pastores que, en nombre de Cristo, apacientan y pastorean al Pueblo de Dios. Estamos en la Pascua y celebramos a Jesús vivo y resucitado. Su acción salvadora sigue presente y eficaz, pero de manera nueva: a través de la Iglesia que es su Cuerpo místico. Él será siempre el grande, bueno y hermoso Pastor (ὁ ποιμὴν ὁ καλὸς = o poimen o kalós = el pastor hermoso, bueno: Jn 10, 14). 

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PREPARACIÓN: INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Ven, Espíritu Santo, y abre nuestro entendimiento
para acoger y asimilar la Palabra de Vida
que nos comunica el Buen Pastor.
Danos fuerza para luchar por la verdad, la justicia y el amor,
luz para comprender a todos, ayuda para servir
como lo hizo el Buen Pastor,
profundidad para amar y paciencia para esperar.
Asístenos para que sepamos acercarnos y escuchar, como discípulos,
la Palabra del Pastor desde las Sagradas Escrituras
que Tú mismo inspiraste. AMEN
 

LECTURA: ¿QUÉ DICE EL TEXTO?

Hch 13, 14.43-52: «Sepan que nos dedicamos a los Gentiles».

Para que veamos que la Palabra de Jesús, en el evangelio, no se ha quedado en meras palabras se nos ofrece la lectura de los Hechos de los Apóstoles. Los primeros apóstoles hicieron de la Palabra de Dios el dinamismo de su misión evangelizadora. Tenemos en escena dos personajes históricos, bien conocidos: Pablo y Bernabé, que emprendieron por el mundo el primer viaje misionero que conocemos. Son misioneros y, por su vida en Cristo, son pastores. Llevan al mundo el Evangelio de Jesucristo como palabra de salvación. Quieren fundar comunidades cristianas de seguidores del Señor, por todo el mundo conocido de ellos. Llegan a pueblos concretos: dos respuestas muy diversas se dieron ante su anuncio salvador.

Unos les cerraron su corazón y los rechazaron, pero ellos anuncian sin ningún desánimo al Señor Jesús a quien aman apasionadamente. Tenían otros proyectos muy suyos y se negaron a aceptar el proyecto de Dios que les era ofrecido.

Otros, los paganos, los que nunca habían oído hablar del Dios de la Revelación en la primera alianza, ni de Jesucristo, su Hijo, Dios encarnado, se abrieron ávidos, a escuchar a los apóstoles.

Estas circunstancias los llevan a abrirse a los pueblos venidos del paganismo. Allí su palabra es escuchada con mayor apertura, sin condicionamientos. Los oyentes del Pueblo judío tienen barreras a veces insuperables para abrirse a la Palabra que se les anuncia. Esas Iglesias que van fundando son pequeños rebaños de la única y gran Iglesia animada a través de ellos por un Pastor grande, el Mayoral (1Pe. 5, 4). La palabra del Evangelio se va haciendo realidad en el mundo.

Y así como Cristo, por realizar el designio y la voluntad del Padre como él lo había determinado fue llevado a la muerte, los apóstoles tuvieron que soportar la persecución. Los primeros bautizados del paganismo los vieron alejarse, pero se quedaron con la inmensa riqueza de la fe y del Espíritu Santo. Valieron la pena el viaje, las privaciones, las fatigas y las persecuciones. La Iglesia de Dios nacía en el mundo para todos los tiempos. Pasarán los siglos y vendrá la culminación de que nos habla el Apocalipsis: la fiesta eterna de los elegidos dentro del gran misterio de Dios triunfador y salvador.

EVANGELIO 

Jn 10, 27 - 30

27 Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. 28 Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano.

29 El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. 30 Yo y el Padre somos uno.  

ESTUDIO DEL TEXTO 

a) Contexto

Dios nos ha convocado a pactar con Él una Alianza, que implica conocimiento, amor, escucha, seguimiento, compromiso y entrega. El evangelio nos lo enseña a través de la imagen del pastor y las ovejas.

b) Comentario

v. 27

Cuando aparece el que llamamos evangelio de san Juan han pasado cerca de 70 años desde la muerte y resurrección del Señor. Pero su voz se siente viva y urgente en medio de la Iglesia. También así la sentimos hoy. Entre el pastor y las ovejas existe una estrecha relación. La vida los hace cercanos: «escuchan mi voz… las conozco… me siguen». Estas imágenes no pertenecen a nuestra cultura diaria, pero ilustran adecuadamente cuáles son las actitudes que relacionan a Dios con nosotros y a nosotros con Dios. Sin el pastor las ovejas se pierden y perecen. Sin las ovejas la vida del pastor sería vacía y sin sentido.    

Entendemos fácilmente que, cuando Jesús habla de «rebaño» y de «ovejas», no se está refiriéndose a lo que tenían los pastores de su tiempo Probablemente, Él no tuvo nunca un rebaño. Él usa la comparación, la imagen, para referirse a sus discípulos, de ese momento y de todos los tiempos. Somos nosotros, que hemos creído en Él y le hemos confiado nuestras vidas y nuestro destino.

«Mis ovejas»: Ese adjetivo mis encierra toda una carga de afecto, de preocupación, de pertenencia. Las siente suyas, como si hubieran dejado de pertenecerse y le hubieran entregado a él su mismo ser. En el Antiguo Testamento Dios mismo hablaba de sus ovejas: «Yo arrancaré mis ovejas de su boca, y no serán más su presa» (Ez.34, 10c). Ahora es Cristo el que asume esa responsabilidad y ese deber. De esta manera, detrás de ese sencillo adjetivo posesivo nos revela su unión íntima con el Padre en el ser divino.

¿Qué hacen las ovejas?

«Escuchan mi voz». Por supuesto que quien toma la iniciativa es el Pastor, Jesús. Él las ha llamado, una por una, con su nombre, y por eso ellas lo «escuchan» y luego lo «siguen». Al llamarlas e invitarlas, les ha revelado su proyecto de amor.

«Ellas me siguen»: Las ovejas, que han escuchado al Pastor, se han puesto en movimiento hacia él y emprenden con él el largo camino de la marcha hacia el destino final. Escuchar es más que un simple oír. Solo cuando aquel que ha recibido una palabra, la ha guardado en el corazón y ha realizado lo que se le pedía, ha escuchado de veras. Se confunde con una «obediencia filial, pronta, exacta y perfecta» (San Juan Eudes). Seguir es más que un caminar lento y perezoso detrás de alguien. Solo el que ha hecho suya la propuesta del que lo ha invitado y se ha comprometido con ella del todo, para siempre, puede decirse que sigue al que lo ha invitado. El que «sigue» se hace, por eso mismo, «discípulo».

¿Qué hace el Pastor, Jesús, el Señor, por sus ovejas?

«Las conozco…»:  El conocer en la Biblia no es ese distinguir superficialmente a alguien. «Tú me sondeas y me conoces» le decía el salmista al Señor (Sal. 139). Dios nos conoce y penetra hasta lo íntimo de nosotros mismos, «hasta las entrañas y el corazón», dice la Palabra de Dios. Ese conocer va íntimamente unido al amor. Dios ama y conoce a los que llama. Es el amor comprometido del Dios que crea al hombre y lo asocia a su destino. El conocer y el amar van inseparablemente unidos en el corazón de Dios.

Hasta tal punto nos conoce y nos ama que nos ha entregado a su Hijo amado, Jesucristo (Jn. 3,16). Mi respuesta debe ser amarlo, Él mismo me dice como: sobre todas las cosas. Pero Él es inseparable del hombre. Quiere ser amado también en el hombre. Ese amor de Dios me llega a través de Jesucristo, de su rostro de Dios y de hombre. Su amor es personal. San Pablo, testigo grande de ese amor, me dice: Me amó y se entregó por (Ga. 2, 20). Subrayemos ese pronombre expresado con fuerza.

v. 28 

«Yo les doy la vida eterna» 

Todo esto es posible en nuestra experiencia de Dios partiendo de la Encarnación. Es lo que Jesús nos dice en el evangelio: «Les doy la vida eterna… nadie me los arrebatará de la mano» … Ha venido al mundo con la misión de llevarnos, integrados a su vida y a su misterio, al Padre Dios.

De hecho, es Dios mismo quien se da. La vida eterna es inseparable de su mismo ser divino. Él no tiene cosas para darnos. Al acogernos y compartirnos su vida se nos está dando en lo más entrañable de su misterio. El Hijo ha cumplido esa misión. Nos ha abierto el camino.

Él es la totalidad sin fisuras ni desgastes. Por eso nos puede asegurar que los suyos, «no perecerán y nadie los puede arrebatar de su mano». Compromete con nosotros su misma omnipotencia y su bondad sin límites. Es la respuesta perfecta y total a nuestra sed de eternidad, de felicidad completa. Todo lo perecedero que echa a perder nuestras alegrías queda eliminado.

v.29

En esta experiencia de Dios hay donación y hay compromiso: «El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos…». Si no es así, se quedará en palabras vanas, en ilusiones sin realidad. Es lo que nos quiere decir la imagen del Pastor, de las ovejas, que es la invitación a un caminar incesante, del amor que une al Pastor con las ovejas de manera definitiva: «… y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre»

v. 30

Dar la Vida eterna es la razón de ser de la Encarnación, del ingreso de su Hijo al mundo. Todo eso es posible porque vive en unidad total con su Padre Dios: «Yo y el Padre somos uno».

MEDITACIÓN ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO? 

Escuchar es lo primero que se nos pide. La voz de Dios se deja oír a través de signos que debemos descubrir. El primero es la Palabra de Dios. La tenemos en la Biblia. Si está en nuestra casa que no sea un libro más en una mesa sino lo que ella es según su nombre: el Libro. Al abrirlo con veneración digamos: Este Libro contiene palabras de Dios para mí. Me está diciendo quién es Él y que quiere de mí y de toda la humanidad. Ilumina mi vida y me revela el pleno sentido que ella tiene. Por qué estoy en el mundo y para qué Dios me ha llamado a la vida. Si voy al templo y oigo la Palabra de Dios que se nos proclama en las celebraciones y luego no recuerdo que se leyó, no he escuchado. No he guardado con amor la Palabra de Dios para mí en lo profundo e íntimo de mí mismo.

Seguir, Dios me invita a una marcha que tiene como punto de partida mi entrada en el mundo y como término Dios mismo. Toda marcha supone un camino, un guía, un atractivo que dinamiza el caminar. Jesús, el Señor, es el que guía la marcha y nos lleva con seguridad. Quiere que lo sigamos, que pongamos nuestros pies en las huellas que él deja en el camino (Lc 14, 25-27), huellas muchas veces sangrientas. Para nosotros debe imposible conocerlo y no seguirlo como quizás hemos cantado.

Esta palabra de Cristo da origen a toda la actividad pastoral de la Iglesia. Ella está llamada a comunicar al hombre esta palabra de esperanza y a realizar acciones que le den visibilidad en el mundo y que sean prenda de la vida para siempre. Ese ofrecimiento del Señor no muere con Cristo, sino que vive en la Iglesia donde él realiza su acción salvadora hoy.     

Todos llevamos hoy la carga pastoral de la Iglesia, cada uno dentro del contexto en que debe vivir. Es Jesús Pastor que quiere seguir hablando y anunciando al mundo el misterio del plan salvador de Dios a través de nosotros, bautizados en su nombre. La Iglesia será activa y evangelizadora en la medida en que todos asumamos, con valentía y con gozo, esta misión. El Señor ha depositado en nosotros esta carga y confía en que la llevaremos a término. Su amor, su poder, su fuerza salvadora no nos van a faltar. Él nos ha asegurado nadie nos puede arrebatar de su mano. Depositemos en él toda nuestra seguridad y nuestra confianza de testigos de su evangelio.

ORACIÓN ¿QUÉ LE DIGO AL SEÑOR? 

Bendito seas, Dios vivo, PASTOR de todo el universo,
que diriges el cielo y la tierra
y guías a los seres humanos hacia la LUZ y la VERDAD.
 
Hiciste maravillas en tu Hijo Jesucristo.
No le negaste tu mano cuando nosotros le negamos nuestra fe.
Estuviste junto a Él en sus combates, y en la hora de su triunfo;
lo resucitaste de la muerte y le comunicaste tu vida.
 
Tu Hijo Jesús ha sido obediente a tu voluntad,
para que fuera PASTOR hasta la muerte.
Como BUEN PASTOR, ha muerto para defender a su rebaño
y, después de su triunfo pascual,
nos ofrece de nuevo tu conocimiento,
el camino, la comida verdadera y la vida.
 
Acuérdate de los pastores de tu Iglesia:
que se manifiesten fieles con fe y con caridad.
A Tí, Padre, por Jesucristo Buen Pastor,
y por medio del Espíritu,
toda alabanza, bendición y gloria,
por los siglos de los siglos.
AMEN.
 

CONTEMPLACIÓN ¿A QUÉ NOS COMPROMETE LA PALABRA? 

La Palabra de Dios nos debe cuestionar siempre en nuestra realidad personal y social. Hemos sido llamados por Dios a una relación especial con él y con los demás desde nuestra vocación de cristianos. La Palabra de Dios nos dice que esa relación es imposible si no hay la vinculación clara entre Dios y nosotros, entre el prójimo y nosotros. Se hace a través de aquellos elementos que nos relacionan, el primero de ellos la palabra. Dios nos habla hoy. No busquemos voces misteriosas. Abramos la Biblia y leámosla como Palabra que se nos dirige, como una carta que nos llega de persona amada, escrita para nosotros.

Aprendamos a escuchar a Dios, reconozcamos su voz como Él conoce la nuestra. Ahondemos en el nunca acabado conocimiento de Dios y de su Hijo Jesucristo. Y comprometámonos en un seguimiento leal y comprometido. A veces hay líderes que nos cautivan y los seguimos, en el mundo de la política, de los deportes, de la economía y demás. Al primero que tenemos que seguir confiadamente, sin temor de ser engañados o defraudados, es al Señor Jesús. El condiciona nuestros demás seguimientos que en ocasiones consideramos necesarios.

Entre el Pastor y la oveja hay una tarea por hacer. Dios nos llama a construir con Él, como artífice principal el mundo donde vivimos según su designio: un mundo donde se sienta el amor y donde nunca falte la esperanza. Y en este domingo oremos para que haya siempre un sin número de evangelizadores del Señor.

La afirmación del Pastor viene relacionada desde tres puntos de vista con el Mesías: 

  • Conocimiento mutuo: las ovejas no siguen a un extraño;

  • don de la vida eterna: así se anuncia la salvación;

  • unidad con el Padre: es la respuesta a la pregunta sobre si él era el Mesías.