Lectio Divina: Quinto Domingo de Pascua - Ciclo C

on 12 May, 2022
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Santafé (Colombia), Hna. Mary Plata Cordero, 15 de mayo 2022.- Juan 13, 31-33-34-35. En este capítulo 13 comienza el drama de la pasión, el texto de hoy está ubicado durante la última cena.  Jesús habla a sus discípulos como si ya estuviera glorificado. Con la salida de Judas del lugar de la cena, empieza el discurso quedando sólo el grupo de los seguidores leales.

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Jesús va a partir, y ante la tristeza que seguramente causará este acontecimiento, los llama con cariño “hijitos”, porque han creído que estarán con él participando de su gloria. Pero Jesús no los deja solos, estará en medio de ellos por la caridad que se manifiesten unos con otros, pues éste es el mandato nuevo que les ha dejado. Es nuevo en cuanto abarca a todos los hombres sin distinción y porque ese amor ha de ser como Cristo ha amado.

El amor de Cristo no es sólo el modelo, sino también la causa del amor cristiano. Esa caridad a imitación de Cristo refleja el amor trinitario. De ahí la importancia de la caridad fraterna como signo de que somos discípulos de Cristo, hijos de un mismo Padre.   

LO QUE EL TEXTO ME DICE

Debo leerlo con la convicción de que Dios me habla. Detenerme en las palabras significativas. Se trata de hacer silencio para oír a Dios.

Meditación: Reflexionar, rumiar, profundizar, como María, dejar que esa Palabra penetre en nuestro corazón.

La primera parte del pasaje de este domingo se refiere al amor entre el Padre y el Hijo que se da a conocer por medio de la glorificación en la Cruz; allí los discípulos comprendieron cuánto los amaba Jesús.

La segunda parte, en la que nos vamos a detener, se centra en la relación entre los discípulos de Jesús. Con mucha ternura les dice: “Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos por los otros”. Este texto nos invita a vivir como una verdadera comunidad cristiana. Una comunidad renovada con la celebración de la Pascua de Cristo que ha resucitado y vive en medio de quienes saben amar.

El amor mutuo es la esencia del discipulado, es la característica de toda comunidad cristiana y su única manifestación auténtica. Los discípulos deben amarse como Jesús amó, porque ellos fueron amados primero. Dios manifestó su amor al mundo, por medio de su Hijo; Jesús amó a los suyos hasta el extremo de morir por ellos. Sólo quien es amado y se siente amado es capaz de amar. El amor de Jesús es fundamental y constitutivo del amor fraterno. No se trata sólo de la acción de amar, sino que, debe ser la atmósfera en que se viva cada día y donde se halla la fuerza para amar a los semejantes. 

Amar como Jesús amó, es un amor de entrega, de sacrificio de la propia vida por el bien del hermano. No se trata de filantropía, de un amor altruista y humanitario, sino algo más, la continuación de la obra de Jesús; el amor mutuo debe ser manifestativo del amor que Dios nos tiene. Este amor debe ser un signo atrayente, el testimonio para que los demás crean. Este amor debe ser el distintivo de nuestras comunidades, “el alma de la comunidad”.

Este amor universal y concreto, silencioso y operante, compasivo y respetuoso, paciente y servicial, que todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo perdona, que se alegra con la verdad y que nunca se acaba (Cf. 1ª Corintios,13,4-7).  En ese amor conocerán, que somos discípulas de Jesús, un amor que revela la presencia del Resucitado..

El amor del Padre y del Hijo en la Cruz identifican al verdadero discípulo, El amor de los discípulos toma forma en el molde de la Cruz. El mandato no está en el simple hecho de amar sino de amar a la manera de Jesús. Por eso debe ser un amor de aceptación del otro aún en su pecado, un amor que efectivamente ayuda y trasforma, un amor que se despoja de sí mismo para buscar el bien del otro, tal como hizo Jesús. Así se revelará que Jesús está vivo y presente en medio de nosotros.

Podemos preguntarnos: ¿Mi forma de amar se inspira y tiene su fuerza en el amor de Jesús?  ¿De qué me tengo que despojar para amar como Jesús?  ¿En qué forma convierto mi cruz, aquella que tanto me pesa, en un medio para hacer visible el amor de Dios? 

LO QUE EL TEXTO ME HACE DECIR A DIOS

Oración: Orar, es responderle al Señor que nos habla primero, escuchar su Palabra salvadora para amarlo.

Alabémoslo por la capacidad de poder amar a nuestros hermanos con su amor. Recordemos nombres concretos de personas que nos aman y tengamos presente a las personas que amamos y a las que debiéramos amar más. Apliquémoslo a las Hermanas con quienes convivimos.

Pidamos al Señor que nos perdone aquellas ocasiones en que hemos creído que se puede permanecer en el amor a Dios sin amar a las personas, pero que también nos perdone cuando no hemos dado testimonio de amor.

Agradezcamos a Jesús por su Amor que lo llevó a entregar su propia vida. 

Oremos con la letra de esta canción:

Amar como Jesús amó, soñar como Jesús soñó,
pensar como Jesús pensó, vivir como vivió Jesús.
Sentir como Jesús sentía, sonreír como Jesús sonreía,
y al llegar el fin del día, sé que dormiría mucho más feliz!
 

CONTEMPLACIÓN

¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?

En esta contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando en nuestra vida, en nuestro corazón: «Ámense unos a otros como Yo los he amado». 

Compromiso: Esta contemplación me tiene que llevar a un compromiso, porque “no es el que dice Señor, Señor, sino el que hace la voluntad de mi Padre…”.