Medellín (Colombia), Hna. Ana Cecilia González Montoya, 29 de mayo 2022.- ¡MISIÓN CUMPLIDA!
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Hech. 1, 1-11 Ef. 1, 17-23, Lc. 24, 46-53
Tomamos para la lectio el texto de Hechos, y el Evangelio y para orar, Efesios:
Invocación al Espíritu Santo: Señor envíanos tu Espíritu y todo será creado y se renovará la faz de la tierra.
LEAMOS
Hechos 1, 1-11. Situemos el texto en su contexto.
- Su autor es Lucas, el mismo del tercer Evangelio, quien parece dedicar su obra del Evangelio y los Hechos a su amigo Teófilo, tal vez un patricio romano, ya cristiano, aunque su nombre Teófilo, que significa “Amigo de Dios”, en este caso, bien podríamos ser nosotros, los destinatarios, como amigos que somos de Dios.
- En el prólogo deja entender que Hechos, es continuación del Evangelio, “Todo lo que hizo y enseñó Jesús”. Y en Hechos lo que hicieron y enseñaron los discípulos en la Iglesia naciente.
- El relato, único de Lucas, ocurre en Jerusalén, en el Monte de los Olivos.
- Nos habla de “cuarenta días” más que un tiempo real, sería tiempo simbólico, muy significativo en la biblia, como tiempo de prueba y crecimiento en la fe, tiempo pedagógico para que sus discípulos hicieran la experiencia de la vida nueva, del resucitado y aprendieran a descubrir su presencia en la comunidad de hermanos, tiempo no cronológico, sino teológico.
- Jerusalén ocupa en la obra de Lucas un lugar central, es el punto de llegada del Resucitado y el punto de partida de la Iglesia: “Les encargó que no se alejaran de Jerusalén, sino que esperaran la promesa del Padre…”.
- “¿Señor es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel? Ellos siguen pensando en un mesianismo nacionalista…
MEDITEMOS
- “Juan los bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados dentro de poco con el Espíritu Santo… Recibirán la fuerza del Espíritu Santo y serán testigos míos… Los verbos en futuro dejan abierto el tiempo, para ellos y para nosotras ahora.
- “Dos personas vestidas de blanco, ¿“ángeles?”, les dijeron: Hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? Ese Jesús, que les ha sido quitado y elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir” Vendrá porque es el Hijo predilecto del Padre, Yhwh, el Dios que Baja, siempre baja. Como en la zarza de Moisés porque ve, escucha y conoce los gemidos de su pueblo, sus entrañas son de misericordia y un Dios que baja, es un Dios que se compromete y nos compromete.
- Estamos ante una liturgia sacramental: bautizadas, revestidas de gracia, confirmadas como testigos de toda confianza del Resucitado, para vivir la profecía de la Esperanza de la vida nueva, ya hecha realidad en Jesús y en cada uno de nosotros como explica san Pablo a los Efesios: “Subiendo al cielo, llevó consigo multitud de cautivos y dio sus dones a los hombres”.
Ef. 4, 8, Jesús ha cumplido su misión y nosotros subimos con Él al Padre.
Ya hemos heredado la bienaventuranza, garantía de la promesa. Ahora somos hijos en el Hijo, porque el Resucitado nos ha lavado y regenerado con su sangre y aunque Todavía no hemos alcanzado la plenitud del conocimiento y de la fe, somos los hijos de la Pascua.
Celebrar esta solemnidad, es celebrar la promesa cumplida y la primicia de nuestra resurrección, por lo tanto: Si hemos resucitado con Cristo, busquemos los bienes del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Cfr. Col. 3, 1, es reafirmar nuestro compromiso como testigos de su Presencia permanente entre nosotros. El Espíritu Santo nos abrirá el entendimiento para conocer la Verdad y sostenernos en nuestro esfuerzo cotidiano “para encontrar en Jesús la fuerza al preparar la peregrinación y caminar de altura en altura, hasta ver a Dios en Sión” cfr. Sal 83.
OREMOS
Hagamos nuestra la plegaria de Efesios en esta solemnidad:
Que nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, nos conceda el Espíritu de sabiduría y revelación, que ilumine nuestro corazón, para valorar la esperanza a la que hemos sido llamados y la riqueza de la herencia, prometida al consagrado, (bautizado). Amén.
CONTEMPLEMOS
En hondo silencio la gloria del Resucitado, con la certeza que, al subir, nos ha llevado consigo, y mientras dura nuestra peregrinación en el hoy de la Iglesia sinodal, vivamos en comunión, haciendo juntos el camino de regreso al Padre.