Lectio Divina: Tercer Domingo de Pascua - Ciclo A

on 20 Abr, 2023
Visto: 1308

Para imprimir, pinchar sobre el botón de ajustes situado en esta esquina superior derecha ⇑

Caracas (Venezuela), Hna. Nícida Díaz Leal, 23 de abril de 2023.- “Cuando el corazón arde los pies andan”.

EVANGELIO

Lc 24,13-35. Los discípulos de Emaús

“Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y caminó a su lado; pero sus ojos estaban como incapacitados para reconocerlo. Él les dijo: “¿De qué discutís por el camino?”. Ellos se pararon con aire entristecido.

Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: ‘¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que han pasado allí estos días?’ Él les dijo: ‘¿Qué cosa?’ Ellos le dijeron: ‘Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a liberar a Israel; pero con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles que decían que él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no lo vieron’.

Él les dijo: ‘¡oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?’ Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras.

Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le rogaron insistentemente: ‘Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado’. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando.

Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su vista. Se dijeron uno a otro: ‘¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?’.

Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los once y a los que estaban con ellos, que decían: ‘¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!’. Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido al partir el pan”.

ESTUDIO DEL TEXTO

Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y caminó a su lado” (V15). Jesús toma la iniciativa de caminar junto a dos hermanos que iban conversando sobre todo lo que había pasado, compartían su realidad, su experiencia de fe, sus sueños frustrados, sus desencantos y sus desconciertos; conversaban y discutían el acontecimiento de la muerte de Jesús y el fin de sus sueños.

Nos detenemos en tres verbos que nos ayudan en esta reflexión: Escuchar, discernir, ponerse en camino.

Escuchar: Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y caminó a su lado” (V15), les pregunta acerca de su conversación “¿De qué discutís por el camino?” (V17) El diálogo, está lleno de desencanto y frustración: Nosotros esperábamos que sería él el que iba a liberar a Israel; pero con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó (V21). Una sensación de desánimo mueve la conciencia de estos dos discípulos.

Si el corazón no arde, los pies no avanzan. Mientras el corazón de los discípulos no comenzó arder, caminaban, pero no avanzaban. El camino se hacía difícil, y lenta la marcha, el desánimo marcaba el ritmo del camino. Cuando el corazón no arde, todo huele a decepción, frustración y muerte; el desconcierto se apodera del corazón y la esperanza se esfuma.

Jesús los escucha. Es una escucha paciente.

Escucha con los oídos del corazón. Escuchar “es el primer gesto de caridad” (Papa Francisco).

Discernir: Basta la pregunta para iniciar la inquietud del corazón. “¿De qué discutís por el camino?” (V17). Jesús usa el método de las preguntas, para hacer crecer a sus discípulos. Con la pregunta los saca de su auto referencialidad para poner en el centro lo esencial de la vida. La pregunta los desarma, los hace protagonistas de un diálogo abierto.

El diálogo abre paso al discernimiento. ‘¡oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! Y les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras.” (V 25.27)

Discernir ayuda a descubrir el paso de Dios por nuestra vida y también su voluntad. Cuando discernimos su Palabra tenemos la certeza de que nos indica el camino y aprendemos a escuchar con el corazón y a caminar al ritmo de su Espíritu.

Ponerse en camino:

A partir de la escucha y del discernimiento el corazón iba abriendo paso a una nueva experiencia, salen de su auto referencialidad y su corazón queda habilitado para el Señor. “Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado” (V 29b); Jesús les hizo arder el corazón, los ayudó a mirar desde la perspectiva de Dios.

Y el corazón comenzó a arder y los pies a andar. “¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (V32) A partir de aquí, también ellos se ponen en camino para ayudar a sus hermanos/as de comunidad desde una nueva experiencia: Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén” (V33). Es que cuando el corazón arde los pies avanzan para anunciar la novedad de Dios en nuestra vida.

Los discípulos de Emaús, habían abandonado la comunidad; era más fuerte el desencanto, la frustración, pero eran hombres de fe, y Dios los sorprende tomando la iniciativa, los devuelve a la comunidad con una nueva experiencia “y contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido al partir el pan” (V35).

MEDITACIÓN

Dejemos arder el corazón en el silencio para descubrir la urgencia de desaprender los ajetreos de la vida, la inmediatez de nuestras prisas, y, aprender la sabiduría de la pausa, detenernos en el camino para escuchar lo que está pasando en nuestra Congregación, en la vida de cada hermano/a, en la misión, en la Iglesia, en nuestro pueblo. ¿Cuántos hermanos/as nuestros/as caminan desencantadas/os, frustradas/os, sin sueños, desesperanzadas/os? En esta realidad alguien como Jesús debe tomar la iniciativa, de caminar junto a ellos/as, para alentar la Esperanza, para hacer arder el corazón.

Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás. El amor lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor" (LS 229.231).

Celebrar y compartir el pan, será la síntesis de nuestra experiencia de fe vivida y compartida en la comunidad de hermanas y hermanos; será nuestra manera de ser y estar en la cotidianidad para conocer y anunciar el gozo de habernos encontrado con Jesucristo.

Agradezcamos la sabiduría de Marie Poussepin. Ella dejó arder su corazón con la Palabra de Dios y sus pies avanzaron, para dar el paso de Dourdan a Sainville. Allí acogió la Vida y la acompañó con gestos de Caridad; le sació su hambre y su sed, lo vistió, lo visitó; y ensanchó su tienda para estar con Él y compartir el pan.

Ahora nos preguntamos:

¿Cuál es mi desencanto, mi frustración, mi dolor? ¿Dónde han quedado mis sueños y esperanzas? ¿Dejo arder mi corazón por las cosas de Dios, por su Palabra?

¿Doy gratuitamente de mi tiempo para escuchar a cada hermana/o en su situación?

Profundiza este texto… dejando que “suene”.

ORACIÓN

Señor, enséñanos a descubrirte en el camino comunitario y comprender que la fuerza de la comunidad nace de la mística de un encuentro, donde la escucha a ti y a nuestras/os hermanas/os, sea el talante que haga arde nuestro corazón, para que nuestros pies avancen. “No nos dejes avanzar si Tú no marchas delante de nosotros” (Dt 31, 8), ¡Quédate a nuestro lado Señor!

CONTEMPLACIÓN

Quédate en silencio, dejando que el texto leído llene tu corazón.

Deja hablar a tu corazón con Dios, habla con libertad y espontaneidad, como un amigo habla con su amigo: Aquí estoy Señor, en obediencia de amor y de fe; atraída por Ti a este encuentro, gracias por estar aquí conmigo en la intimidad del corazón. Quiero que mi corazón arda y mis pies avancen por Ti.

¿Qué me está queriendo decir Dios con todo esto? Haz silencio para que puedas sentir lo que Dios quiere comunicarte; mucho más importante que lo que tú le digas, es lo que Él te quiere decir.