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Caracas (Venezuela), Hna. Nícida Díaz Leal, 30 de abril de 2023.- Amar y custodiar.
EVANGELIO
Juan 10, 1-10
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba. Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia».
ESTUDIO DEL TEXTO
En el texto Jesús no es sólo el pastor, también es la puerta por donde las ovejas necesariamente deben pasar. “el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una”. “Yo soy la puerta de las ovejas” (V2.7b). También, Jesús es la vida abundante “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (V10).
El pastor vive fielmente su misión, está vigilante, acompaña, camina con las ovejas, las cuida, protege, conoce y ama. Su voz es inconfundible, su amor es un amor personalizado: conoce a sus ovejas. Les da su vida para que vivan plenamente.
Las ovejas se saben custodiadas y amadas por su pastor a quien conocen, escuchan su voz y lo siguen.
La puerta es de acogida y libertad: las ovejas pueden entrar y salir. “Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto” (V9).
Nos preguntamos ¿Quiénes son las ovejas y quién es el pastor?
Entre el pastor (Jesús) y las ovejas (nosotros) se van tejiendo relaciones fraternas, constituyentes y libres, esta dinámica abre espacio para que se dé el proceso de autenticidad y personalización, donde cada una aprende a vivir humana, plenamente humana y divinamente humana.
Humana: como humanas necesitamos de las demás para crecer, amar y sentirnos amadas; para servir y entregar la vida. En síntesis, la persona humana no se concibe si no en referencia constante hacia los demás. (Conf. Gén 2, 18-23; C 5). Ser humanas, es un aprendizaje impostergable; solamente se crece en la alteridad, es decir, en la relación, en el encuentro con las otros.
Plenamente humana: Esto significa tomar mi vida en mis propias manos, hacerme sujeto de mi propia historia, descubrirme que no soy un número, una parte, un miembro de una comunidad, de un grupo, de una familia, sino una persona capaz de vivir en fidelidad, libertad y responsabilidad el compromiso asumido, consciente que, nada ni nadie puede sustituir mi decisión de tomar mi vida en mis propias manos.
Divinamente humana: El proceso de reconocernos humanas y plenamente humanas, nos dispone a integrar nuestra vida en Dios, hasta llegar a decir, “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mi” (Gal 2, 20). Es un proceso que sólo se alcanza cuando en nuestra vida lo determinante es la relación personal con el Dios vivo, que nos da vida y vida en abundancia.
MEDITACIÓN: “Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo”
En silencio contemplativo y a la luz de Jn 10,1-10, evoquemos nuestras Reglas Generales, donde encontramos actitudes que nos ayudan a vivir el pastoreo en los distintos servicios que ejercemos: la caridad, la obediencia, la ternura y la vigilancia, la dulzura, la corrección fraterna, la inclusión, la prudencia, la paciencia, la bondad y modestia, la oración de unas por las otras, y con las otras. Todas estas actitudes van abriendo la puerta que permite a las comunidades y en ella a cada hermana, vivir a la escucha de la voz de Aquel que nos llama, nos conoce y nos quiere dar de su Vida para que la nuestra sea plena y abundante para compartirla en la incondicionalidad del amor.
Le entregamos a Dios nuestro corazón agradecido por haber inspirado en Marie Poussepin el arte de pastorear en la sencillez y humildad a su comunidad, y dejar en nuestras manos la continuidad de su obra, siguiendo “la vida que Nuestro Señor llevó sobre la tierra” (R I)
ORACIÓN: “Yo he venido para que tengan vida”
Oh Dios, danos la fuerza y la gracia de tu Espíritu para que nuestras comunidades al igual que Jesús y Marie Poussepin, sean una puerta abierta para todas esas ovejitas descarriadas, descartadas, desconsoladas, adoloridas, desesperadas porque no encuentran dónde recostar sus cabezas. Comunidades que ofrecen el abrazo fraterno y misericordioso de un Dios que sale al encuentro de sus hijos e hijas para hacerlos humanos, plenamente humanos, divinamente humanos hasta alcanzar la vida plena.
CONTEMPLACIÓN
Quédate en silencio, dejando que el texto leído llene tu corazón. Contempla la presencia del Pastor en tu vida y abandónate a su cuidado.
El Señor guía mis pasos: ¡Jamás conoceré el precipicio!
En valles apacibles da descanso a mis horas de fatiga. Y en aguas de limpia profundidad renueva mi caminar agotado.
Me unge cada mañana con el perfume del abandono en su Presencia.
Y me permite brindar cada anochecer con la copa rebosante de una conciencia en paz.
El fruto de mi peregrinación en este mundo será compartido eternamente en la mesa del banquete fraternal, gracias al Señor que dio firmeza a mi vida con su Presencia cargada de futuro. (Antonio López Baeza. Canciones del hombre nuevo. Pág. 16).