Caracas (Venezuela), 11/09/2023, Hna. Nícida Díaz Leal.- Este año y el que viene estaremos celebrando Capítulos y Asambleas Capitulares, acontecimientos que marcan un antes y un después en nuestra Congregación. En esta reflexión quiero hacer como el escriba que se ha hecho discípulo del Reino de Dios, y saca de su arca lo antiguo y lo nuevo (Conf. Mt 13, 52); para reflexionar en voz alta estos acontecimientos que ponen en salida sinodal a cada hermana en nuestra Congregación que, con sus limitaciones, sus dones y posibilidades aportan en vista del bien común (Conf. C4).
Este fue el querer de Marie Poussepin, la participación de todas las hermanas, en la preparación o realización, por medio de elecciones, consultas, estudios y evaluaciones (Conf. C 96 y MPC 25) y lo hacemos con sentido de pertenencia a un proyecto que Dios puso en manos de Marie Poussepin y ella a su vez, lo ha confiado a nosotras sus hijas, para su perpetuidad.
Sacando de lo antiguo y lo nuevo…
Quiero iluminar este tema con el aporte del Cardenal Eduardo Pironio, Prefecto de la Sagrada Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares año 1976[1]. Un aporte que nos enriquece por su sabiduría. Cuando él habla de los Capítulos Generales dice que son un acontecimiento salvífico, un acontecimiento eclesial y un acontecimiento familiar. Esto mismo lo podemos aplicar a los Capítulos provinciales y Asamblea capitular, que son lo más cercanos para celebrar entre nosotras. “Si el capítulo se ha celebrado bien, en actitud de pobreza, de oración, de caridad fraterna es siempre una recreación para el Instituto que hace desbordar su riqueza espiritual sobre la Iglesia y el mundo” [2]
Como acontecimiento salvífico no pueden faltar la Palabra, el Espíritu y la conversión. La Palabra que nos dice lo que Dios quiere en este momento histórico congregacional y eclesial – el Espíritu que nos ilumina y ayuda a descubrir el paso de Dios, a discernir y decidir los nuevos camino que debemos recorrer en estos tiempos tan de Dios y tan del mundo. Con la Palabra y el Espíritu, entramos en proceso de conversión como actitud fundamental que transforma nuestra inteligencia y nuestro corazón para disponer nuestra disponibilidad a todo aquello que favorece nuestra consagración, la vida comunitaria y la misión en medio del pueblo de Dios.
Por ser un acontecimiento salvífico debe escribirse “no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones” (2Cor 3,3) …
Es un acontecimiento eclesial, porque toma en cuenta la realidad concreta de la Iglesia, y, más en este momento donde el Papa Francisco nos llama a la sinodalidad; no podemos sino tener presente en nuestros asuntos todo lo que a ella le afecta como Institución y como pueblo de Dios en marcha, así podemos dar razón de la esperanza que nos mueve a tiempo y a destiempo, y también, a dar respuestas acordes a la realidad que vivimos; a aquello que Dios quiere de nosotras en este momento de la Iglesia; y, aquello que nuestras hermanas y hermanos esperan en un mundo que vive envuelto entre luces y sombras, entre gozos, luchas y sufrimientos… En este acontecimiento eclesial el Espíritu “nos hará descubrir el lugar que corresponde hoy a la vida consagrada y concretamente, cómo vivir el Carisma, para que sea un anuncio nuevo, legible y comprensible para los hombres y mujeres de hoy”[3].
Un acontecimiento familiar, pues, somos las hijas de Marie Poussepin, somos hermanas unas de otras, que buscamos juntas el bien común, “por ello necesitamos escucharnos, suscitar la participación, enriquecernos con el aporte de todas, y discernir juntas lo que el Señor espera de nosotras”[4] En este acontecimiento familiar no puede faltar la oración, la pobreza y la caridad fraterna. Sabemos que la oración, es para nosotras una necesidad vital (Conf. C12), y, de la profundidad de ella depende la seriedad, equilibrio y eficacia del Capítulo y Asamblea Capitular – la pobreza es un rasgo de familia y la primera condición de las capitulares; la pobreza nos hace oyentes de Dios y mujeres de diálogo, sencillas y libres en aportar y recibir – la caridad fraterna, nos conduce a la cordialidad, a la afabilidad, a atendernos mutuamente y mostrarnos deferencias unas a otras (Conf. R Capítulo I). Ella nos sostiene para ser un solo corazón y una sola alma en la búsqueda del bien común, donde el centro será siempre Jesús que nos convoca a sentarnos y celebrar juntas, el signo más claro de la caridad, la Eucaristía.
En síntesis, Capítulos y Asambleas, serán un lugar teológico donde la oración de Jesús: Que todas sean una como tú y yo somos uno para que nuestras hermanas, la Iglesia y el mundo crean, será sentida y experimentada no sólo por quienes estén presentes, sino por toda la Congragación llamada a vivir la unidad y a caminar en sinodalidad donde cada una tiene algo que aprender.
La disponibilidad habilitará nuestro corazón, para responder con alegría, sencillez y esperanza en este momento tan de Dios y tan de nosotras.
[1] Publicado sobre el Osservatore Romano el 29 de agosto de 1976.
[2] Ibid. Pág. 5
[3] XXI CGA 2023. Pág. 6.
[4] XXI CGA 2023. Pág. 4.