Decálogo a la superiora, según Marie Poussepin… RXVII… Una propuesta de ayer y hoy…

on 12 Ago, 2020
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Venezuela, 13/08/2020, Hna. Nícida Amparo Díaz Leal.- "Es semejante al padre de familia que de sus reservas va sacando cosas nuevas y cosas antiguas" (Mt 13, 52). 

Respecto de sus hermanas:

Es la primera en cumplir el Reglamento en todos sus puntos: testimonio y coherencia en su servicio.
Acompaña a sus hermanas en cuanto a lo espiritual y temporal: orienta, aclara dudas, dialoga, confronta, cuestiona; las saca de la rutina y de la tibieza, propone los caminos que ayudan a crecer y fortalecer su espiritualidad.
Vela por el equilibrio que, entre trabajo y descanso debe tener cada una, ayudándoles a integrar la vida.
Se mantiene en actitud vigilante, para favorecer lo temporal y espiritual de la comunidad y de cada hermana en particular.
Instruye a sus hermanas en el amor y la práctica de la Ley de Dios.
Anima a sus hermanas a amar y practicar la Regla, a fin de custodiar el espíritu de su Instituto.
Evita en sus hermanas todo aquello que las lleve a la rutina, a la costumbre, a la inmediatez, a la mediocridad en su compromiso.
Ayuda a sus hermanas a comprender la importancia del estilo de vida que han escogido vivir, y la práctica de las virtudes que son esenciales a su consagración.
Aporta a sus hermanas la comprensión e importancia del cuidado de la vida interior, nutriéndose de la escucha de la Palabra, celebración de los sacramentos, celebración de la liturgia, lecturas, retiros, asambleas…
Respeta y comprende el ritmo del proceso personal de cada hermana; con mucha prudencia las acompañará: conocerá su carácter y sabrá hacer uso de los medios necesarios en cada situación.
Practica el discernimiento integral para cada caso que se presente en el acompañamiento a sus hermanas.
Conoce a sus hermanas hasta el fondo del alma. Contempla y devela el don que cada una es para su comunidad.
Está atenta a sus hermanas procurándole todo lo necesario tanto en la salud como en la enfermedad.
Visita, consuela a las hermanas enfermas. Conoce de sus necesidades tanto espiritual como corporal.
Vela por las postulantes y novicias, pues, sabe que ellas son la esperanza y renuevo de la Comunidad.

La prudencia y los gestos humanizadores, fraternos y misericordiosos, la acompañarán en este humilde servicio.

Respecto de sí misma:

Sabe que la humildad le hará más fácil ejercer el servicio que se le ha confiado.
Se instruye en las verdades de la salvación para poder instruir a sus hermanas.
Aprende a diferenciar las virtudes para recomendar las más importantes y las necesarias.
Cultiva la pasión por el estudio de la Palabra, y la lectura de buenos libros que le permitan formarse mejor y aportar oportunamente en el acompañamiento y animación a sus hermanas.
Custodia los pequeños detalles que engrandecen el alma y defienden de la relajación y la desobediencia.
Da valor a todas las cosas, ama y practica la Ley de Dios como su mayor compromiso.
Actúa con dulzura ante los defectos de sus hermanas y se reconoce necesitada de misericordia.
No hace correcciones cuando está alterada, ni cuando repara que el mal humor domina a quien corrige.
La paciencia acompañará su delicado servicio de animación.

Ella tiene el primer lugar entre sus hermanas… será la primera en todo... en amar, en perdonar, en servir… en practicar la misericordia y descubrir en cada hermana un pedazo de tierra sagrada, ante quien debe quitarse las sandalias y ponerse a su servicio (Jn 13, 4-5).