Lectio Divina: Domingo de Pascua. Ciclo B

on 30 Mar, 2024
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Bogotá (Colombia), Hna. Ana Francisca Vergara Abril, 31 de marzo 2024.- La carrera del primer día de la semana.

 

EVANGELIO 

Jn 20, 1 - 10.

1 El primer día de la semana, muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena va al sepulcro y observa que la piedra está retirada del sepulcro. 2 Llega corriendo a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, el que era muy amigo de Jesús, y les dice: —Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. 3 Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. 4 Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro. 5 Inclinándose vio las sábanas en el suelo, pero no entró. 6 Después llegó Simón Pedro, que le seguía y entró en el sepulcro. Observó las sábanas en el suelo 7 y el sudario que le había envuelto la cabeza no en el suelo con las sábanas, sino enrollado en lugar aparte. 8 Entonces entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. 9 Todavía no habían entendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. 10 Los discípulos se volvieron a casa.

ESTUDIO DEL TEXTO

No existe un pasaje neotestamentario que narre el acontecimiento de la resurrección de Jesús con detalles precisos. No sabemos cómo ocurrió exactamente; lo que poseemos son relatos elaborados con tradiciones de cómo los discípulos constataron que el Señor había resucitado. Todos los evangelios subrayan que el acontecimiento pascual tuvo lugar el primer día de la semana, es el comienzo de la gran semana inaugural de nuestra fe. En los primeros siglos se habló de este día como el octavo día de la semana para significar el culmen de la semana y que efectivamente se alarga ocho días más en la octava de pascua; la cifra ocho pasó a ser sinónimo de resurrección, de allí la tradición eclesial de construir los baptisterios con formas octogonales.

El relato de la visita a la tumba y la comprobación de que ella estaba vacía difiere en gran parte de los evangelios sinópticos; en el evangelio de Juan, María Magdalena va sola al sepulcro, observa y corre a avisar; luego Pedro y el discípulo amado corren para constatar lo dicho por la primera espectadora. María Magdalena es presentada por Juan como una mujer arriesgada que sale cuando aún es oscuro y se dirige sola al sepulcro; en las palabras de la Magdalena a los discípulos se ve el afecto por Jesús y al mismo tiempo su desconcierto: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.

Los dos discípulos, Pedro y el amigo de Jesús, corren, como lo había hecho María Magdalena, el segundo corre más a prisa que Pedro, pero tiene el detalle de esperarlo para que sea el mayor el que primero entre en la tumba vacía. Al entrar observan que el cuerpo del Señor no está pero que las sábanas y el sudario están separados y este último ha sido enrollado con atención. Alguien se tomó la tarea, sin carreras ni prisas de colocar las telas en su lugar debido; es ante esta evidencia que el discípulo amado ve y cree.

MEDITACIÓN

Detengámonos un momento para contemplar nuestras prisas y carreras, ¿son producto del amor o de la curiosidad? ¿Por qué corremos? Sin duda, todos queremos ir pronto a narrar lo que nuestros ojos ven; María Magdalena solo ve la piedra retirada y se atemoriza por la pérdida del cuerpo del Señor. Pedro vio las sábanas y el sudario, pero no hay ninguna reacción que el evangelista manifieste acerca de él; el discípulo amado ve y cree. Son distintas reacciones frente un acontecimiento. Quizás, sea el amor, el sentirnos amados, lo que nos permita ir más allá en nuestra observación y contemplación. Por otro lado, el esperar y ceder la preminencia al otro nos abre a la revelación del Señor; este es un gesto de sinodalidad. Jesucristo nos espera al final de nuestras carreras con las cosas puestas en orden y nos pide detenernos para ver y sentir su presencia cercana, no de una manera corporal o física, sino una presencia espiritual. 

ORACIÓN

Señor Jesucristo que has triunfado de la muerte, guía nuestras búsquedas; que en nuestras carreras por encontrarte sepamos detenernos para dejarnos hallar por ti y permitamos que los otros te descubran.

CONTEMPLACIÓN    

¡Abre mis ojos, mi mente y mi corazón, Señor, para ver y creer!

¡Que en mis carreras y prisas por encontrarte me dé tiempo para que mi hermano y mi hermana avancen conmigo y juntos podamos contemplarte!