Hna. Ruth Elena Correa: "La experiencia de Dios en Marie Poussepin y su abandono en la Providencia"

on 06 Feb, 2020
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H. Ruth Elena Correa
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Por HNA. RUTH ELENA CORREA CORREA (Colombia).- Frente al tema que se me propone, siento que mis palabras quedan cortas para expresar la vivencia profunda que impulsó y sostuvo a nuestra Madre Fundadora en la consolidación del proyecto de su vida y de su obra, hasta el final. 
 

Estas pinceladas o asomos a su sentido profundo del Dios-Amor que jalonó su existencia, quieren ser invitación para leer y releer desde distintos tópicos el espíritu que nos legó y quiere que se perennice en cada una de nosotras. Toda experiencia en la persona humana es una vivencia innegable que a lo largo de la vida se hace certeza y convicción y se va expresando en cada ser humano con rasgos que lo caracterizan. Si la experiencia es de tipo espiritual, como es el caso que nos ocupa, va dando como resultado una espiritualidad con rasgos propios. Por eso las invito para que tengamos como telón de fondo de nuestra reflexión, lo que es para nosotras la espiritualidad.

Es “lo que caracteriza la relación personal y comunitaria con Dios, la manera dominicana de vivir esta relación con el Espíritu que habita en nosotras, en nuestros hermanos, en la creación, en los acontecimientos diarios, en la Palabra y los Sacramentos… este Espíritu que nos construye y nos transfigura desde el interior si permanecemos en estado de continua conversión” (Cf. La espiritualidad de la Congregación pág. 9-10).

• Hablamos pues de una experiencia de Dios que abarca la vida de Marie Poussepin, coge todo su ser y hacer

Al mirar detenidamente la vida de Nuestra Madre Fundadora, podemos percibir desde niña su crecimiento en la fe, su fortalecimiento y vivencia bautismal que se reconoce en varias circunstancias, unas favorables… otras, que pudiéramos llamar “límite” por lo que le tocó afrontar, resolver, rescatar…; en todo se percibe la consolidación de una fe consistente, inquebrantable, a toda prueba… que fue dando como consecuencia la certeza de un Dios-Padre en quien todos “vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17, 28), un Dios que no abandona su creatura y sale sorprendentemente al encuentro del hijo necesitado.

Al hablar de la Providencia en Dios, desde el punto de vista bíblico podemos afirmar que “significa la constante e ininterrumpida presencia de Dios como Creador, en toda la creación…” S.S. Juan Pablo II nos dice: “La Sagrada Escritura en muchos pasajes alaba a la Providencia Divina como suprema autoridad del mundo, la cual, llena de solicitud por todas las criaturas, y especialmente por el hombre, se sirve de la fuerza eficiente de las causas creadas”.

Al abrir nuestras Constituciones, la primera expresión que encontramos en el capítulo de “La Intuición Primera”, es: “En 1696 Marie Poussepin ‘inspirada por la Providencia’, deja Dourdan…”.

Cuando ella se presenta como “Inspirada por la Providencia” (Consulta al Sr. Arrault, abogado 1712), ya la experiencia de un Dios Providente ha hecho camino en su vida, hasta el punto de poder afirmar con seguridad y sencillez que es una mujer inspirada no por pareceres o conveniencias de personas, ni por supuestos personales, sino por un Dios-Amor que se adelanta, que prevé y provee; un Dios que actúa sobre sus criaturas constantemente para mantenerlas en su ser y las lleva a la plenitud según su plan amoroso aún a pesar y más allá de circunstancias y situaciones adversas. Ella tiene presente que “Todas las cosas que Dios ha creado las gobierna con su providencia, incluso las cosas más pequeñas, y no sólo en general, sino también cada una de las cosas y en verdad de manera inmediata. Sin embargo, esto no impide el que tenga una providencia especial de ciertas cosas” (Santo Tomás).

Esta vivencia de un Dios-Providencia se fue consolidando en los años vividos en Dourdan, por su formación humano-cristiana y como hija de la Iglesia, en el ambiente familiar y parroquial, además, por la influencia de algunas corrientes espirituales de su época, el contacto con la doctrina del Magisterio… y en la vida cotidiana donde ella misma nos invita a descubrirlo y a vivir en su presencia: “Conservad la presencia de Dios en todas vuestras acciones…” (R.G.). Esta es ya la expresión de una vida polarizada por el amor de Dios y del hermano.

• Inspirada por la Providencia

Su paso de Dourdan a Sainville fue experiencia de un Dios que mira la situación de sus hijos y actúa. La realidad de miseria, hambre, orfandad, ignorancia… en fin, como Marie Poussepin misma lo dice: “por no decir más”, es espacio teológico donde escuchó una invitación, donde experimentó que era preciso un compromiso en favor de… donde percibió el designio amoroso del Dios Providente en favor de ella y de ellos, los habitantes de Sainville… Este momento fue experiencia de un Dios encarnado, encuentro con el Misterio del Dios “que puso su tienda entre nosotros” (Cfr. Jn 1,14).

Aquí nos encontramos con lo que podríamos llamar “la intuición carismática de Marie Poussepin”, ella se cuestiona, siente la invitación que es voz que se levanta desde el cuadro desolador que contempla… “Al recibir en pleno corazón la revelación fulgurante de esa miseria, peor aún de lo que ella suponía, sus ojos se abrieron y la determinaron… a fundar allí sin demora lo que ella llamaría ‘LA OBRA DE LA PROVIDENCIA SOLAMENTE” (Sœur Madeleine Saint Jean).

Ante la situación y frente al llamado, no puede sino actuar de acuerdo con lo visto y escuchado. Cómo resonarían en el corazón de Marie Poussepin las palabras de Yahvé a Moisés: “He visto la aflicción de mi pueblo… y he escuchado su clamor… He bajado para librarle…” (Ex. 3,7-8). La presencia espiritual de la Virgen María fue seguramente fuerza y luz en su decisión. Al leer R I, este momento de tanta trascendencia parece revivirse en su expresión: “No deben contar sólo con ellas mismas para cosas que están por encima de su poder; pero pueden esperarlo todo del socorro de la Santísima Virgen, bajo cuya protección se han puesto…”.

Inspirada… Más allá de la lógica humana, ella se deja guiar… acoge en la fe y se pone en marcha, apoyada en “Dios Sólo” de quien ha recibido la misión, responde con todo lo que ella es, con todo lo que ha recibido, y sobre todo con la confianza plena en quien, ella sabe, no la defraudará. En el proceso de heroicidad de sus virtudes, encontramos que “el Señor era para ella todo, y en todos los momentos de su vida… siempre confió en la Providencia” (Voto I). Y refiriéndose a la heroicidad de su fe, el Voto IV se expresa: “el espíritu de fe en la Providencia fue probado de un modo especial en la fundación de su Instituto…”.

En la experiencia de Marie Poussepin nos encontramos con un Dios que cuenta con su creatura y la hace su instrumento para cooperar al plan de salvación; es pues el misterio de la elección para los fines que Él ha concebido desde siempre. Es la forma de actuar de Dios. Ella así lo reconoce pues expresa con claridad que la fundación del Instituto es “obra de Dios que se sirvió de una tan débil criatura” y la conciencia de lo que el Señor va haciendo a través de ella es tal, que dice en su carta al Señor Arrault que hace todo por el futuro de su establecimiento “a pesar de que desearía permanecer en una gran sencillez”.

Los dos testamentos de nuestra Madre Fundadora son testimonio de “su convicción de que nada puede realizarse sin un total abandono en la Providencia”. Esta vivencia ha permeado su vida de tal manera que se percibe en ella, cercana, familiar, profunda, fundamental en todas sus empresas y decisiones… Dios Providencia es presencia constante y definitiva en las diferentes circunstancias… en lo cotidiano… en los logros y en las largas esperas, en la claridad y la oscuridad… La certeza de que “Dios en su Providencia protege y gobierna todas las cosas” (Concilio Vaticano I), fue en ella referente seguro en sus búsquedas constantes.

Esa confianza absoluta en Dios, la encontramos reflejada en las Reglas generales y en los Reglamentos de Sainville. Ella recomienda a las Hermanas: “Trabajad seriamente, en cumplir estos deberes y no os creáis dispensada de ellos bajo pretexto de que no sois suficientemente capaz: trabajad más y más en capacitaros; pero haced siempre mientras tanto, todo lo que podáis y pedid con instancia lo que aún no podéis. Dios no dejará de concederos todo lo que sea necesario, con tal de que os conduzcáis de manera de obtenerlo” (R.G). Es claro para Marie Poussepin, que Dios trabaja mano a mano con su criatura de quien se vale para prolongar y visibilizar su Amor Providente.

Vemos claramente la vivencia profunda de las palabras de San Pablo que en ella llegaron a ser convicción, certeza y constatación plena: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Flp 4,13); y “Esta es la confianza que tenemos delante de Dios por Cristo. No que por nosotros mismos seamos capaces de atribuirnos cosa alguna, como propia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios” (2 Co 3,4-5). De ahí que, al hacer camino en esta verificación vivencial, su actitud profunda se expresa en confianza, entrega, docilidad, “abandono en manos del Padre…”.

Ella va paso a paso reconociendo que su obra, es “la obra de la sola Providencia” (petición a Monseñor de Pontchartrain). Es evidente, no puede desconocer el crecimiento de su Comunidad, no sólo por los miembros que se van sumando a ella, sino también por el camino que todas van haciendo en favor de aquellos hermanos tan necesitados. “La providencia de Dios, que por un admirable designio de amor elevó en sus comienzos al género humano a la participación de la naturaleza divina y, sacándolo después del pecado y de la ruina original, lo restituyó a su primitiva dignidad…” (Providentissimus Deus), está actuando y así lo percibe. Ese actuar de Dios en su Obra y a través de ella en Sainville, se convierte para Marie Poussepin en signo, en indicador, en señal y respuesta, incluso en los momentos difíciles, de esperas prolongadas y de largos silencios.

¿Cuál no sería la lectura de Marie Poussepin desde esta dimensión, cuando las vocaciones se multiplicaban… los señores obispos pedían hermanas para su diócesis… la población iba poco a poco saliendo de su situación…? Ella se va reafirmando en la convicción de que es la “Obra de la sola Providencia” y que el amor infinito de Dios tiene su momento.

Marie Poussepin, se sabe instrumento, obrera, mano de la Providencia… ellas, sus hermanas, las presentes y las que poco a poco llegarán… hacen parte de esta obra de la Providencia, así lo expresa en la súplica dirigida a su Majestad Luis XV: “ella confía bastante en la Providencia de Dios, para creer que sus hijas no carecerán en absoluto de los socorros necesarios, siempre que sean fieles a sus reglas y asiduas en el trabajo.” Confía plenamente en Dios, pero Él no hace lo que ella y sus hermanas deben aportar para que la acción de la Providencia actúe.

• "La razón de ser de su Comunidad es el servicio de la caridad" (I.P.)

Ella es servidora del Dios-Misericordia para cooperar en la reconstrucción del tejido humano de esta población postrada en la miseria: “Suplican humildemente la Hermana Poussepin y las Hermanas de su comunidad, diciendo que la Providencia ha permitido desde hace más de cuarenta años… sea establecida una casa en Sainville, de donde se provea el personal en diferentes lugares de vuestra diócesis; ellas se ocupan de la asistencia espiritual y corporal de las personas a quienes la ignorancia o la enfermedad hacen dignas de compasión” (Súplica a Monseñor el Obispo de Chartres).

Su caracterización como “servidora”, expresa su espiritualidad y actitud de entrega a ejemplo de Jesús quien se hizo servidor de todos: “No he venido a ser servido sino a servir y a dar la vida en rescate por muchos” (Mt 20,28.) La experiencia de Dios en la realidad misma, la llevó a ser más y más consciente de su condición de criatura, por lo tanto, su dependencia total de Aquel que la llamó para sus fines providentes. Ella se pone en sus manos… se da y se percibe a sí misma como servidora del Amor Misericordioso de Dios que acontece en su obra para dignificar la vida de esta porción de la Iglesia.

La experiencia de un Dios-Amor-Providente que nunca falla, que sale al encuentro en toda circunstancia, enardeció su corazón, potenció en ella su capacidad de riesgo, fortaleció su confianza y dispuso su existencia para hacer de toda su vida un servicio de Caridad, un anuncio de Aquel que “ardía de amor por su Padre y por los hombres” y una llamada apremiante a sus hermanas para imitar y llevar “por todas partes adonde sean llamadas el conocimiento de Jesucristo y de sus Misterios” (Reg. XXVII).

El “Servicio de Caridad que es anuncio de la Palabra y cuya fuente es la contemplación” C. 81

Una de las expresiones del Carisma, que recoge elementos fundamentales de su intuición misionera. Su vivencia bautismal la ha llevado a saberse hija amada del Padre y a poner su obra, al servicio de la Caridad. Como servidora de la Caridad, en la persona de los más necesitados, Marie Poussepin “vive de fe inquebrantable en Dios providente y de amor enamorado a Cristo Jesús por quien se da por amor, como Él, a los pobres” (Voto VII).

Tanto en esta identidad de servidora, fruto de la experiencia del Dios Providente en quien se abandonó, como en su vivencia filial y fraternal desde la heroicidad de las virtudes teologales se manifiesta su profunda humildad, sencillez y transparencia y la verdad de su ser. En ella, “La caridad y humildad aparecen como fundamento y… resumen de sus virtudes en las diferentes prospectivas de su obrar” (Voto IX).

¿Servidora de qué?

Si Él es Providencia, Marie Poussepin se sabe llamada a entregar, a hacer visible el Amor, la Misericordia, Bondad de Dios - Providencia que camina siempre con su pueblo. “Que inflamen todos los corazones, si es posible, en el amor de su divina Majestad” (R XXVII). Este “Amor Providente”, hizo camino en el corazón de Marie Poussepin y al tomar el espacio abierto de las obras de misericordia para responder a las necesidades de su momento, nos enseña e invita a hacer otro tanto en el día a día, acogiendo siempre el horizonte de “todo lo que la Caridad pueda inspirarles” (R I), a través de las dos orientaciones de educación y salud, con preferencia por los pobres.

Hermanas, es una herencia que hemos recibido; estamos llamadas a cualificar día a día nuestro ser de “servidoras” desde una experiencia siempre creciente de Dios-Amor; Dios-Providencia.

Hoy, nosotras, hacemos parte de la “Obra de la sola Providencia”. Al mirar la historia de nuestra Congregación, hemos de reconocer el Amor Providente que ha sostenido su obra y la ha llevado según sus designios más allá de las circunstancias y dificultades de tiempo y espacio… hemos de apropiarnos y vivenciar cada vez más de acuerdo a las realidades circundantes, este legado espiritual que es “roca” donde “su obra”, que es la nuestra, nuestra Congregación, tiene su apoyo, su referente, su solidez para continuar hoy proyectándonos como “Instrumentos”, que hoy la Providencia ha escogido.

En la tarea de la reestructuración, en la cual toda la Congregación estamos implicadas, esta herencia espiritual de “el abandono en la Providencia” brilla como horizonte, como luz, como fuerza y seguridad para dar los pasos de acuerdo a lo que Dios en su plan providente tiene para nosotras.

Las circunstancias, la realidad cambiante y necesitada de nuestro mundo nos reclama, nos llama y espera de nosotras la mano tendida de la Providencia para fortalecer, iluminar y encontrar “sentido” a su existencia.

El Sainville de hoy también necesita este legado espiritual que hemos recibido. Presente en 36 países, podemos constatar que la obra de la humilde, piadosa y caritativa Marie Poussepin, sigue en manos del Dios y espera también la respuesta generosa del “abandono en la Providencia. En el marco de los 25 años de la Beatificación de Marie Poussepin, esta reflexión que el Gobierno General nos propone es una invitación para cualificar y fortalecer la vivencia de este legado espiritual que como rasgo espiritual de la intuición carismática de Nuestra Madre Fundadora, hemos de proyectarla desde nuestra vivencia personal y comunitaria.

• ¿No será en la vivencia de un Dios-Providente donde podemos proyectar la novedad que nuestros hermanos esperan y necesitan hoy?

• De cara a la realidad que nos circunda, la experiencia del Dios-Providente ¿no será una alternativa para fortalecernos con ellos, en una fe sólida, una esperanza más allá de las mismas situaciones y un amor apasionado por ese Dios que no abandona nunca la obra de sus manos?

La obra de la “sola Providencia” ha permanecido y después de más de 3 siglos es hoy respuesta a través de las múltiples presencias misioneras. Que Marie Poussepin nos alcance del Señor la gracia de crecer cada día en la identificación con la herencia espiritual que nos legó y que quiso “para siempre”.

“Así, a ejemplo de nuestra Fundadora quien no habiéndose reservado nada, no poseía nada, nos abandonamos a la Providencia en la alegría y en la libertad de aquellos cuya sola riqueza es el Señor. cf. Test. Marie Poussepin” (C. 93).