Quisiera, en una locura de amor, romper el cofre finísimo del corazón de Marie Poussepin y leer allí, el valor y el sentido profundo del silencio, que marcó su vida, pero quisiera penetrar en él, también en un momento único de soledad y de silencio, de ese silencio que nos habla de Dios, de ese silencio, que rompe las ataduras mundanas, de ese silencio que trasciende el tiempo, la distancia, los espacio y marca el límite de la eternidad, el límite de lo infinito, de ese silencio que olvida horizonte y se pierde en el dulce espacio de la ”Obrera de la Providencia”.
Que locura, qué ganas de infinito, que atrevido el corazón al querer romper espacios reservados y buscar allí los secretos más profundos de aquella que vivió solo para Dios y para sus hermanos. Pero no puedo de ninguna manera violar este espacio sin la autorización de su dueña y es ella precisamente la que me abre la puerta y me permite recorrerlo con sencillez, amor y lealtad, me permite leer con los ojos de la fe cada palabra que allí se encuentre, me da valor y fortaleza para no perderme y escribir con suaves y dulces palabras las reservas allí encontradas, y me da la gracia sorprendente de la Caridad para no desvirtuar el mensaje recibido casi de sus mimos labios.
Es casi una sorpresa saber que vivió desde su infancia una vida marcada por el silencio, aún sin entender su profundo sentido, acompañaba a su mamá a las obras de caridad…e iba grabando en su infantil memoria todo los que veía y escuchaba; vivió una vida de familia normal, pero llegó el dolor con la muerte de sus seres queridos, quedando responsable de su hermano menor, asume en un silencio profundo la responsabilidad de su hogar y con entereza, hace crecer la fábrica y lucha por la educación de su hermano, preparando en el silencio de su corazón un día especial, un momento cualquiera para dar el paso más trascendente en su vida…lo madura con lentitud en medio del silencio y la contemplación, que bello ir recorriendo este camino de verdadera santidad.
Y llegó la hora señalada, la hora de Dios para dar un paso definitivo en su vida, parte de Dourdán a Sainville, ir a lo desconocido con un único fin” SERVIR”, silencio que se hace vida, silencio que es contemplación, silencio que es una respuesta de amor, al que la ha amado con amor eterno…
Allí se encuentra con los escombros de la guerra, dolor, miseria, tristeza…y le bastó encontrarse con la miseria y el abandono, le bastó vivir ese espacio de Dios, para dar esa respuesta plena de caridad, misericordia y compasión…bastó solo una mirada, una mirada profunda, llena de amor, una mirada contemplativa, una mirada silenciosa y esa mirada fue suficiente para iluminar su propia vida.
Y allí entre ruidos y prisas, entre el trabajo y la lucha, el silencio fue para Ella, la clave para vivir en una constante contemplación de su Dios.
Va colmando su ideal, compartiendo su vida, entregándola sin reserva alguna al SERVICIO, de igual manera comparte su silencio al lado del que sufre, del que ama, del que vibra al son de un sencillo acorde musical.
Es ella la que me abre el cofre sagrado de su silencio para compartir conmigo desde lo que es, desde lo que vive, desde los sufrimientos, de las alegrías, con palabras sencillas, simplemente desde lo que es… pero sigo recorriendo guiada por ella misma los diferentes sitios de su corazón y qué sorpresa ver como en el trabajo callado, silencioso y tranquilo, los dones de las personas se hacen visibles, y ha sido precisamente en su entrega total al más pobre y necesitado donde he podido descubrir la grandeza de su alma.
Qué especial es al enseñarme la importancia del silencio en la vida, es allí donde hablamos a Dios, pero no se hace esperar para invitarme a “conservar la presencia de Dios en todas mis acciones “cuando el silencio es fecundo se sabe hablar a Dios y hablar de Dios” me enseña que la contemplación es una sencilla mirada silenciosa de amos a Dios…debo aprender a descubrirlo en todo… Qué jornada de escucha silenciosa y de amor, qué jornada de aprendizaje y encuentro con el Dios del amor y la esperanza, el amor de la Caridad sorprendente de María Poussepin, y escucho una voz misteriosa y que me dice al oído: Marie Poussepin vio lo que era recto a los ojos de Dios y lo cumplió”, pero no puedo cerrar este cofre misterioso sin decirte que ella “no habiéndose reservado nada, no posee nada”.
Marie Poussepin amó el silencio, vivió el silencio con sus hermanas, en clima de oración, de trabajo y de contemplación.
Después de dar una mirada veo como la vida de nuestra Madre se movió toda en una actitud de escucha, de silencio y de contemplación, ¿estás en capacidad de seguir sus huellas?
Pero no quisiera romper este espacio sin mostrar la grandeza de Nuestra Madre al seguir las huellas del JESÚS y de la VIRGEN MARIA con esas actitudes incomparables de total silencio, que no es ausencia de palabras, sino una actitud profunda de contemplación y cómo haciendo ese recorrido podemos descubrir la plenitud del amor, la plenitud del silencio, la plenitud de la contemplación.
Imposible detener esta reflexión sobre la maravilla del silencio para poder descubrir el silencio de María, silencio profundo, silencio total “todo lo guardaba en su corazón” Jesús y María fueron realmente las sólidas bases para la vida de Marie Poussepin, Jamás se apartó de ellos.
Es sublime traspasar este límite y mirar el silencio de María, sube al templo y allí en su infancia se entrega al Señor, ama y es amada, vive en la sencillez de su hogar, pensando en ser “la esclava del Señor”.
“Alégrate llena de gracia” absorta en su silencio escucha las palabras del ángel; ¿y rompe su silencio “Cómo puede ser esto? “soy la esclava del Señor, hágase como Él quiere” y…silencio rotundo en su corazón…marcha presurosa, cruza la montaña y llega donde su prima que rompe ese silencio “de dónde a mí tanta dicha que la madre de mi Señor venga a visitarme” y en su silencio, que es casi contemplación, exclama “proclama mi alma la grandeza del Señor…”
Pasados unos meses llegan a Belén en la dureza de la soledad y en el más profundo silencio “no hay sitio para el dueño del Universo, y es a una pesebrera donde llega y allí los ángeles rompen el silencio…los pobres, los pastores. Ella ama, adora, contempla …la vida sigue su marcha y llegan un día cualquiera al templo y es un anciano quien se encarga de hablar: “una espada de dolor traspará tu corazón…” Ella y solo Ella sabe el TESORO, que lleva, por eso calla-adora…contempla…ama…
A los 12 años el niño se queda en el templo, cumpliendo la voluntad de su Padre y ella en el dolor de su corazón, con la tristeza de una madre lo busca, lo encuentra, se alegra y solo una palabra de reclamo…la cadena del silencio de María se va tejiendo con la fortaleza de cada día, con a la donación total de su vida, con el resplandor de su mirada y la aceptación libre de la voluntad de su Dios.
La vida sigue su rumbo, el Hijo sale al anuncio del Reino que ya está en medio de nosotros, y cuanto sufrimiento, cuántas horas de silencio, ella también se acerca para escucharlo: tu madre y tus hermanos te buscan, ¿pero quienes son mi madre y mis hermanos? Los que hace la voluntad de Dios”, Ella calla porque sabe que no es un desprecio, ella es la primera en hacer la voluntad del Padre…
lleguemos hasta el Calvario…allí está la madre del dolor y del silencio que ha recorrido con su hijo este doloroso camino, cuanto dolor al verlo destrozado, al ver el niño de su amor vuelto nada, cuanto dolor al ver la maldad del hombre, cuanto dolor al verlo clavado en una Cruz, el castigo de los grandes criminales y todo por nuestro pecado…cuanto dolor al recibirlo en sus brazos y silencio, esperando el dulce amanecer de la Resurrección.
Cómo recordaría la Virgen María, aquel día en que Dios se encarna en su seno virginal, aquel hermosos niño en un portal, su sueño en sus brazos, su sonrisa, sus besos llenos de amor, sus expresiones de ternura, sus juegos, su ayuda en las labores diarias, su compartir en las noches de verano…su descanso, …su despedida … sus encuentros, su camino hacia el calvario, su dolorosa muerte, el momento sorprendente cuando, en su agonía, le entrega a Juan como hijo…
Dos momentos íntimos de silencio, María la Madre de Dios, Marie Poussepin, la seguidora del Señor; María la mujer del amor y la esperanza; Marie Poussepin, la mujer entregada y llena de esperanza en su proyecto de amor…Marías la mujer del silencio total “todo lo guardaba en su corazón”; Marie Poussepin mujer de la escucha y la espera a la voluntad de su Dios.
Son dos silencios en tiempos diferentes, en espacios colmados de bendiciones, de amor, de entrega y de fidelidad; dos espacios donde el silencio es vida, donde el silencio se hace oración…es contemplación… dos espacios donde el corazón palpita y se desborda de alegría, donde la tristeza llega marcada de amor y de esperanza; donde la imaginación rompe todos los obstáculos para llegar a la plenitud y ser “coronada como Reina de todo lo creado” y ser proclamada como el “apóstol social de la caridad”
CUESTIONEMOS NUESTRA VIDA
Allí encontramos silencio, prudencia, fidelidad, escucha, fe inquebrantable, esperanza trascendente, amor providente y una entrega y donación total, en una realidad totalmente diferente, ¿tú qué puedes hacer? ¿Te sientes muy lejos de esta realidad de María y de Marie Poussepin? Estás dispuesta, no a iniciar el camino sino a continuar el camino que elegiste desde aquel día en el que el Señor toco a tu puerta y te llamó para a una misión muy especial.