Santiago (Chile), 12/10/2020, Hna. Licarayen Torres Muñoz.- Hace más o menos 10 años, cuando aún estaba en casa de mis padres soñando con hacer lo que quería, con la imaginación valiente de la primera juventud, me encontré con un grupo de jóvenes misioneros que sin saber me cambiarían la vida. Recuerdo que, en ese entonces, yo no tenía una relación tan directa con la Iglesia y mis búsquedas soñadoras transitaban por los caminos de los estudiantes que decididamente paralizaron el país para gritar por una educación diferente, por una educación justa para todos.
Esta comunidad de misioneros me mostró un horizonte, hasta el momento desconocido, me presentaron a una mujer, que si bien, vivió hace tanto tiempo, teníamos algo en común: los pobres también merecen una oportunidad y vale la pena jugarse la vida por ello. La comunidad misionera Presentación de Chile y Argentina, me mostró en sus acciones y en sus palabras a Marie Poussepin, ellos me trajeron a la congregación y me ayudaron a comprender cuan significativo sería mi encuentro con nuestra fundadora.
Así comenzó mi historia de amor. Marie Poussepin se dio entera en razón de vivir profundamente el Evangelio en medio de la historia, con ella pude comprender que quiero de mí, que es lo que vale la pena, donde está el sentido real de lo que me mueve o me impulsa en la vida. Al encontrarme con ella pude comenzar a abrir los ojos y reconocer que en la medida en que gaste mi vida en los demás puedo ser todos los días un poco más feliz, en ella pude descubrir que la vida es mucho más que el tener, es mucho más que acumular triunfos, es por el contrario, vivir desde lo profundamente humano, desde nuestras fragilidades, desde nuestras inconsecuencias, desde nuestra pobreza más aguda y con ella pude hacer la experiencia de que Dios abraza y acoge toda esta humanidad, mi humanidad.
La comunidad misionera Presentación fue la puerta de entrada a una vida nueva, en la que Marie Poussepin me tomó fuerte de la mano y cada día y cada noche me sigue indicando el camino del Evangelio, el camino de Dios.