Santiago (Chile), 06/10/2020, Hna. Carmen Leonor Cortés Cortés.- 25 AÑOS DESPUÉS DE LA BEATIFICACIÓN… Frente a este acontecimiento se hace realidad el dicho: “recordar es vivir”. Volver a pasar por el corazón, aquello que marcó nuestra vida. ¿Cómo recuerdo hoy el hecho “Beatificación”? Fácil sentir, difícil expresar. Hablar de esta experiencia es como querer echar una botella de vino en una pequeña copa…
Los grandes acontecimientos de la vida, aquellos que son más significativos, tienen una fuerte resonancia en el “antes” y el “después”; por eso, al recordar y revivir la beatificación de nuestra Fundadora, me remonto espontáneamente a mi adolescencia, cuando a los 15 años, siendo Aspirante de la Congregación, le pedía insistentemente a Marie Poussepin que me llevara a conocer “su casa” y, como Dios va más allá de nuestros pequeños deseos, me concedió no sólo llegar hasta su casa sino celebrar con la Iglesia y la Congregación el reconocimiento de sus virtudes, aquilatadas tanto en la próspera ciudad de Dourdan como en la pequeña aldea de Sainville.
Qué maravilloso es recordar la alegría desbordante de las hermanas cuando se recibió la tan esperada noticia. Cuánta gratitud, cuánto entusiasmo. Todas nos decíamos unas a otras: ¡Llegó por fin la hora del reconocimiento público de Marie Poussepin, su beatificación; causa iniciada desde Mere Josepha, oficialmente introducida por Mere Leon Joseph en 1923 y finalmente alcanzada el 20 de noviembre de 1994, siendo superiora general Hna. María Fabiola Velázquez Maya y cuya última etapa correspondió a Hna. Inés Mercedes Mejía Toro... Cuántos esfuerzos, cuántos años de espera... Menos mal que ella misma nos había dado la lección: espera paciente, activa y perseverante.
Pero la noticia significó también disponernos a una preparación inmediata. Todas las Estructuras de la Congregación se pusieron en movimiento a través de una reflexión más profunda, una oración más intensa, una misión más convincente. Por ejemplo, la viceprovincia de Aconcagua quiso ofrecerle como homenaje una nueva presencia entre los más pobres y el 16 de febrero de 1993, da el paso del Chile continental al insular, para poner su tienda en la isla de Chiloé y compartir la vida y la fe con las familias de los pescadores, simbolizando de esta manera, el paso de Dourdan a Sainville.
Acercándonos un poco más a la celebración misma. En 1994 me encontraba como Viceprovincial de Aconcagua (Argentina-Chile), preparándome con todas mis hermanas al 50º Capítulo General, en el que fui elegida Consejera General. Desde este nuevo e inesperado ENVÍO viví la beatificación; es decir, con una perspectiva muy diferente a la que había soñado, volver a mi Viceprovincia para contar a mis hermanas todo cuanto había visto y oído… Pero no fue así.
Todavía guardo en mi mente y en mi corazón muchas de las actividades realizadas tanto en Roma como en Sainville y en la Bretèche. Me limitaré a las que tuvieron lugar en Roma, del 16 al 24 de noviembre, comenzando por la llegada, de los invitados a esta gran FIESTA DE FAMILIA. Todo se movía en torno a ella, la mujer que nos había convocado.
Imposible no recordar el FORO y la mesa redonda que se llevaron a cabo en el Instituto Agustiniano, el 19 de noviembre con el tema “Marie Poussepin: su Comunidad al servicio de la Caridad”. Experiencia imborrable por el hecho de constatar que personas diferentes a las hermanas, pudieran conocer de una manera tan profunda la riqueza humana y espiritual de nuestra Fundadora.
Entre ellos, hermanos muy cercanos a la Congregación como Fr. Abelardo Lobato y Jean Jacques Pérennes; también, amigos y colaboradores como la señorita Patricia Terral, directora del Centro Bellisen (Francia), obra social fundada en 1861, el Sr. Guillermo León Escobar Herrán, sociólogo y diplomático, quien después fuera embajador de Colombia ante la santa sede y el Sr Michael Collins, presidente de Caritas Cristi de la Arquidiócesis de Boston, vinculado a nuestro Hospital de Santa Ana en Fall River, expresión de la comunión laicos-Congregación, tal como lo quiso Marie Poussepin, desde los orígenes.
Ese día 19 culminó con una Vigilia de oración en la basílica de Santa Sabina, donde sentimos, de manera especial, la fuerza de la fraternidad en Familia Dominicana.
Imposible no traer a mi memoria, la página 7 del Observatorio Romano en su edición del 18 de noviembre, enteramente dedicada a Marie Poussepin. Su foto tradicional y cuatro artículos hablándonos de ella y de su Obra: la Congregación. Cómo no dar a conocer la vida de esa empresaria capaz de dejarlo todo para ir al encuentro de quienes necesitaban recuperar su dignidad y autonomía a través de la salud, el aprendizaje, el trabajo. Con razón es proclamada “Apóstol Social de la Caridad”. Desafío que hoy sus hijas están llamadas a enfrentar a lo largo de la historia.
Quiero traer a este pequeño film de recuerdos, el coro de la canción compuesta para ella, por una de nuestras hermanas y que hace eco a la oración que cada día recitamos en su honor. « C´est Toi que je loue, Seigneur, en ce jour écoute ma prière et mon chant qui s´élevé vers Celle qui est ma lumière » Es a Ti a quien yo alabo, Señor. En este día escucha mi oración y mi canto que se eleva hacia aquella que es mi luz. También hoy, al recordar este acontecimiento, te alabo Señor y te bendigo, porque en el camino de miles de jóvenes pusiste a esa mujer, como luz, fuente de inspiración y apoyo en su propósito de Seguimiento a Jesucristo al servicio de los hermanos.
Finalmente quiero mencionar el folleto elaborado por el Servicio de Información y Comunicación de la Congregación (SIC): “Un rostro de Dios”, editado por la tipografía Vaticana. Su título que me impactó mucho. Lo encontré maravilloso. Con frecuencia me he detenido frente a él, tratando de profundizar su alcance. Lo confronto con otros idiomas, para descubrir nuevos matices y gustar su profundidad. “Il Volto di Dio”, “Un visage de Dieu”, “The face of God”. Y siempre me quedo admirada… ¡Qué mejor manera de definir a Marie Poussepin! Sí, su misericordia y amor hicieron visible el rostro de Dios a muchos pequeños y afligidos de Dourdan y Sainville.
Y, ahora sí, ¿con qué palabras hablar del hecho mismo de la beatificación? Me resulta casi imposible. Es algo para saborear, no para describir... Algo para contemplar y agradecer. Es ahí donde el silencio habla mejor que las palabras… y sólo sale una expresión: GRACIAS, SEÑOR.
Ver la Plaza San Pedro, acogiendo las delegaciones que lucían como distintivo su bufanda amarilla con las torres de la Casa Madre, en el logo; descubrir el enorme lienzo con la imagen de Marie Poussepin en medio de las diferentes expresiones misioneras del Carisma, experimentar la majestuosidad de la basílica, la armonía y belleza de la liturgia; era para mí, sentir que las puertas del cielo se abrían para mostrarle a todos, la gloria de esa humilde, piadosa y caritativa hija de Dourdan e hija de la Iglesia, escondida por tantos años.
Al comienzo dije que los grandes acontecimientos tienen una fuerte resonancia antes y después. Para mí, la mejor expresión del “después”, es el momento que estamos viviendo, en este año de gracia, en el cual la Congregación entera se moviliza para renovarse en su vida y misión; traspasar las fronteras y recuperar la fuerza original del Carisma, palabra de Evangelio para el mundo de hoy. Esta es nuestra hora y es ésta nuestra tarea. ¿Será la forma de prepararnos para su Canonización?