Bogotá (Colombia), 10/06/2020, Hna. Carmenza Avellaneda Navas.- Este texto puede comprenderse como una personificación de la Sabiduría, la Sabiduría en acción. Es en cierto modo, un nuevo retrato, elogio de la mujer ideal con el cual el autor cierra el libro de los Proverbios, contrastando con una concepción de la mujer poco positiva.
Es una figura de la mujer, caracterizada por la unificación y la armonía, que dirige bien su vida, la de todos los días, y proporciona paz y alegría a los demás.
Una mujer perfecta, ¿quién la encontrará? Vale mucho más que las perlas. Confía en ella el corazón de su marido y no cesa de tener ganancia. Ella le procura el bien y nunca el mal todos los días de su vida. Busca lana y lino, y trabaja con su mano solícita. Es como una nave mercante que de lejano trae sus víveres. Se levanta cuando todavía es de noche, distribuye la comida a su casa y las tareas a sus criadas. Desea un campo y lo compra, con el fruto de sus manos planta una viña. Ciñe sus lomos de fortaleza y emplea la fuerza de sus brazos.
Constata que su industria prospera, su lámpara no se apaga por la noche. Echa mano a la rueca y sus dedos giran el huso. Tiende su brazo al desgraciado y alarga la mano al indigente. No teme la nieve para su casa, porque toda su familia lleva doble vestido. Ella se hace cobertores, lino fino y púrpura la visten. En las puertas de la ciudad su marido es estimado, cuando se sienta con los ancianos del país.
Teje telas de lino y las vende, y procura cinturones a los mercaderes. Se reviste de fortaleza y de gracia, y mira gozosa el porvenir. Abre su boca con sabiduría, y en su lengua hay una doctrina de bondad. Vigila la marcha de su casa, y no come el pan de la ociosidad. Sus hijos se levantan para proclamarla dichosa, su marido para hacer su elogio: Muchas hijas se han mostrado virtuosas, pero tú superas a todas.
Engañosa es la gracia, vana la belleza; la mujer que teme al Señor, ésa debe ser alabada. Dadle del fruto de sus manos y que en las puertas de la ciudad sus obras proclamen su alabanza.
Este texto guarda un profundo simbolismo que comporta una dimensión exterior y otra interior.
Esta mujer vale más que las perlas o los corales… Sus manos buscan, distribuyen, plantan, trabajan con la rueca y el huso, se tienden al desgraciado, se alargan al indigente, tejen, venden, comercian; son manos trabajadoras y dadivosas.
Organiza su casa: su lámpara se enciende de madrugada, distribuye las tareas, vigila la marcha de su casa.
Ella busca, discierne, reflexiona …
Busca lana y lino, y trabaja con su mano solícita. Echa mano a la rueca y sus dedos giran el huso. Constata que su industria prospera, su lámpara no se apaga por la noche. Teje telas de lino y las vende…
Marie Poussepin teje, hila…en la fábrica de medias, procurando el bienestar y la recuperación de las situaciones familiares; ofrece oportunidades de superación a muchos jóvenes aprendices a quienes conduce a una vida constructiva y autónoma.
Tejer, hilar en la Casa de Sainville es un medio de autogestión y de solidaridad que hace a quienes lo necesitan, partícipes de los bienes.
Se levanta cuando todavía es de noche, …distribuye la comida a su casa y las tareas ... Ciñe sus lomos de fortaleza y emplea la fuerza de sus brazos.
Marie Poussepin, empresaria organizada, mujer de casa, emprendedora, incansable… mira al buen uso y rendimiento de los bienes materiales y espirituales. Construye una casa donde sus hermanas puedan vivir el evangelio de manera original, encarnar su proyecto orientado a la edificación del Reino. “Con sabiduría se construye una casa, y con prudencia se mantiene firme (Prov. 24,3). Pone los cimientos y levanta con el trabajo comunitario, una capilla en la que al sonido de la campana se llama a la oración y contemplación del misterio amoroso del Dios providente y misericordioso.
Se levanta cuando todavía es de noche… Vigila la marcha de su casa, y no come el pan de la ociosidad. Mujer laboriosa. Inteligente y práctica, organiza el ritmo de las horas de manera que trascurra en la presencia de Dios y sea productivo para la misión, las tareas confiadas, el crecimiento personal y grupal de sus hermanas y el servicio y bien de quienes lo necesitan, todos, los de fuera y las de dentro.
Tiende su brazo al desgraciado y alarga la mano al indigente. Marie Poussepin, mujer anclada en la realidad de pobreza y miseria de su gente, que la desarraiga de su ciudad para ir a vivir en la aldea de Sainville, azotada por la escasez y la miseria. Ella carga sobre sí la realidad que toca con sus manos; planea, busca, discierne cómo responder a la educación de las niñas huérfanas, levantando el nivel de la instrucción; al cuidado de la salud que dignifica a los enfermos gracias al servicio atento, amable, efectivo.
Hace construir un pozo fuera de la casa, para que todos lleguen a buscar el agua, que ahí se convierte en signo de aquella que salta hasta la vida eterna.
Se reviste de fortaleza y de gracia, y mira gozosa el porvenir. No teme la nieve para su casa. Tiene su seguridad en Dios y pone su confianza en la fidelidad de las que la sucederán en la Obra de la Providencia que el Señor ha colocado en sus manos. Asume con fortaleza las dificultades que jalonan su vida y la realización de sus propósitos.
La mirada de Marie Poussepin trasciende límites. Ella mira muy lejos, con ojos de futuro, en vista de la formación, el anuncio del Evangelio, la administración. Sus directivas traspasan continentes y tiempos. Su visión misionera pronto llena de la presencia de sus hijas los campos de la Beauce …, las parroquias y diócesis que llaman desde sus urgencias y necesidades… los pobres están a la puerta. Ella sueña, proyecta, prevé y sus sueños se van haciendo realidades.
Abre su boca con sabiduría, y en su lengua hay una doctrina de bondad. Sus palabras orientan, enseñan, muestran el camino, corrigen, animan, exhortan, comunican paz y confianza, dan seguridad. La Caridad ha de ser el alma que sostiene y cohesiona su comunidad. La Caridad se derrama en el servicio, en casa tanto como fuera de ella. La humildad, la sencillez, la pobreza, la bondad hechas testimonio de vida se hacen anuncio de la Palabra. Conocer y anunciar a Jesucristo es el fin que conduce y da centralidad a la existencia.
Vigila la marcha de su casa, y no come el pan de la ociosidad. Las manos de la Fundadora se recogen para orar, son manos que trabajan, curan, organizan, producen, comparten, escriben, construyen, acogen, se hacen corazón y don sin reserva.
Entre Dourdan y Sainville Marie Poussepin permite que Dios teja la trama de su amor, cada día, en sencillez, pobreza, humildad, minoridad… En el silencio se embriaga del Señor; escribe y sueña para su comunidad. En el trabajo arduo y organizado pone su inteligencia y acción. La prudencia acompaña sus decisiones. La solidaridad, el amor y el servicio a quienes más lo necesitan la habita. La fortaleza sostiene su larga vida, animada por el Espíritu Santo para “ver lo recto a los ojos de Dios y cumplirlo”. La fe la hace hija ferviente de la Iglesia.
Que en las puertas de la ciudad sus obras proclamen su alabanza.
En este AÑO DE GRACIA nos sentimos muy felices de proclamar una vez más su alabanza y hacer juntas el elogio de la Tejedora de medias de Dourdan, la Hija de la Providencia, el Apóstol social de la caridad, la mujer fuerte llena de SABIDURÍA que a través de su comunidad está presente en muchos lugares, que desea acoger el camino abierto para seguir a Jesucristo hoy en novedad y coherencia. Camino de autenticidad, servicio, inclusión, centralidad, sinodalidad, Misericordia, AMOR.
Marie Poussepin nos interpela, nos llama hoy … El futuro próximo se abre para nosotras, con sendas de compromiso y determinación.
”Radiante e inmarcesible es la sabiduría; se deja ver fácilmente por los que la aman y encontrar por quienes la buscan. Ella misma se adelanta y se da a conocer a quienes la desean. El que madrugue para buscarla no se fatigará, pues la encontrará sentada a sus puertas." (Sab 6,12-14).