“Es tu hermano y te está esperando”. Marie Poussepin comprendió desde muy pequeña que la caridad moviliza a las personas, invitándonos a salir de nuestra inercia y comodidad, para ir al encuentro del otro.
La cultura de la proximidad y el encuentro, es una expresión que, si bien no se encuentra explícita en los escritos de nuestra fundadora ni en los textos que nos hablan de ella, fue una vivencia constante a lo largo de toda su vida.
Esta reflexión que quiero compartir, tiene tres momentos: iluminación desde las Sagradas Escrituras y la propuesta del Papa Francisco, tres experiencias fundantes en la vida de Marie Poussepin, que nos permitirán ver cómo vivió “la cultura del encuentro” y la llamada que hoy se nos hace para ser mujeres de encuentro.
Desde las Sagradas Escrituras y la propuesta del Papa Francisco:
La “cultura del encuentro” no es algo nuevo en el mundo ni en la Iglesia, ya que tiene su fundamento en la praxis de Jesús. Los cuatro evangelios nos presentan diferentes encuentros de Jesús con personas y multitudes, encontrando en cada uno, actitudes constantes que hacen de ese momento una experiencia de transformación.
- El encuentro de Jesús con Zaqueo. (Lc. 19, 1 - 10) Zaqueo, quien quería conocer a Jesús, para esto se sube a un árbol, Jesús se enternece al verlo y no solo le dice que baje para saludarlo, sino que dice que se hospedará en su casa. Fue un encuentro transformador, de modo que Zaqueo ve la necesidad de compartir con los pobres y devolver lo adquirido sin honestidad.
- El encuentro de Jesús y la samaritana (Jn, 4, 1-29). Él inicia el diálogo, pidiendo un poco de agua para su sed. Recibe una respuesta discriminatoria, hay barreras entre judíos y samaritanos. Pero esto no impide que Jesús continúe su conversación. ¡Qué fecundo fue este encuentro!; pasó de una respuesta discriminatoria y de rechazo, a una conversión de todo un pueblo.
- El encuentro de Jesús y la viuda de Naím (Lc.7, 11-17). Un encuentro entre un hombre y una mujer, entre un hijo único vivo un hijo único muerto; entre una muchedumbre feliz, porque había encontrado a Jesús y le seguía, y un grupo de gente que, llorando, acompañaba a aquella mujer. Ante esta realidad, el texto nos dice que “al verla el Señor, tuvo compasión de ella”, se le acercó, le habló y tocó; y “el muerto se incorporó”.
Todos estos encuentros de Jesús narrados, nos revelan su capacidad comunicativa, su cercanía, su ternura, su misericordia y compasión, el uso adecuado de la palabra, del lenguaje para llegar al otro. Cada encuentro que Jesús tuvo fue fecundo y transformador.
Todo en Jesús parte de una mirada, de contemplar y dejarse conmover, de entablar un diálogo venciendo la barrera de la indiferencia y acogiendo al otro en toda su realidad. Así lo entendió Marie Poussepin quien vio y se conmovió, se dejó tocar por la realidad, saliendo al encuentro de las “niñas huérfanas y los pobres enfermos”.
“Cultura del encuentro” es una de las principales frases que definen el pontificado y el actuar del Papa Francisco. En su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, nos invita a dar el paso de la “cultura del descarte” a la “cultura del encuentro”.
«No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que si lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión […] Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas […] Hemos dado inicio a la cultura del descarte […], los excluidos no son “explotados” sino desechos. “sobrantes”». EG 53.
Ante la realidad descrita el Papa Francisco nos invita a “revalorar la preponderancia del ser humano por encima de todo y salir al encuentro del otro”. «La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos que primerean, se involucran […]. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomo la iniciativa, la ha primereando en el amor (ver 1 Jn. 4,10); y por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos». EG 24.
El Papa Francisco nos invita a correr el riesgo del encuentro, de buscar el rostro del otro”. Se trata, de salir del confort: «Siempre es posible desarrollar la capacidad de salir de sí hacia el otro […] La actitud básica de autotrascenderse, rompiendo la consciencia aislada y la autorreferencialidad, es la raíz que hace posible todo cuidado de los demás y del medio ambiente.» LS 208
Este es el reto que nos plantea la “cultura del encuentro”, que muy lejos de ser sólo un concepto, significa una nueva forma de vida y modo de actuar con relación a “los otros”.
La pobreza, la exclusión y la discriminación hieren la dignidad de la persona, así lo percibió Marie Poussepin, quien pudo haber continuado con su vida próspera en Dourdan, saliendo al encuentro de los más necesitados desde la Cofradía de la Caridad; pero no, ella decidió dar un paso más, decidió trascender y dejarse transformar por el clamor de los más vulnerables.
La proximidad y el encuentro en Marie Poussepin:
«La inquietud del amor empuja siempre a ir al encuentro del otro, sin esperar que sea el otro que venga a manifestar su necesidad.» Esta expresión tomada del documento Alegraos, elaborado por la CIVCSVA, en el Año de la Vida Consagrada, resume con precisión, qué fue lo que impulsó a nuestra fundadora a vivir la “proximidad y el encuentro” a lo largo de toda su vida. La Caridad la movilizó y la llevó a vivir el despojo, hace de ella “el alma de su comunidad” y exhorta a las hermanas a hacer lo que “la caridad pueda inspirarles”.
-La Cofradía de la Caridad:
De los escritos que nos narran la vida de Marie Poussepin, sabemos que su madre pertenecía a la Cofradía de la Caridad, “asociación que tenía como objetivo: servir a los enfermos pobres, darles su comida preparada, cada día, y procurarles los socorros espirituales.”
Marie Poussepin desde temprana edad (diez años) acompañaba a su madre en las visitas que hacía a los enfermos, esta fue la primera experiencia significativa, de servicio y cercanía a los pobres que vivió. Imaginemos cómo habría sido esta escena: una niña a quien por la edad puede no parecerle atractivo visitar enfermos; sin embargo, con prontitud, disponibilidad y ternura acompaña a su madre y sale de su comodidad para acercarse al otro y acompañarlo en su dolor.
A partir de ese momento, en la vida de Nuestra Fundadora, se va afianzando la convicción de “cuánto vale una persona” y se va cultivando en ella la cercanía, la ternura, la compasión, va comprendiendo y aprendiendo lo que es “hacerse prójimo del otro”.
-Un acto de despojo y salida sí misma: Marie Olivier:
Otra experiencia significativa que vivió Marie Poussepin, en la que descubrimos su cercanía, su capacidad de sentir con el otro, de salir de sí misma para darse a los más necesitados, fue el acoger a Marie Olivier, una viuda enferma y pobre, que sufría las consecuencias del terrible invierno de 1693-1694. Marie Poussepin, no tuvo reparos de llevarla a su casa, hospedarla en su cuarto y acostarla en su cama, para cuidarla personalmente hasta la muerte.
La persona de fe se adelanta, sale al encuentro, se hace “próximo”, no solo ve, contempla; no solo oye, escucha y no se conforma con detenerse si no que, movida por la compasión, toma la iniciativa y actúa.
-De Dourdan a Sainville:
El año de 1695, marcó la vida de Marie Poussepin. Francia sufría las consecuencias de la guerra, las epidemias y la hambruna; es esta realidad de miseria general que Marie Poussepin pudo contemplar en la aldea de Sainville, situada a diecisiete kilómetros de Dourdan. El hambre, la enfermedad y la pobreza conmovió y movilizó las entrañas de Nuestra Fundadora, quien a los 42 años decide salir al encuentro de los más vulnerables: “muchos niños y adolescentes que se hallaban huérfanos, sin asilo y sin socorro”.
Después de muchos años un testigo dirá: “que él la ha visto llegar a Sainville con el designio de establecer allí escuelitas y cuidar a los pobres enfermos, lo cual hace veintiocho años cumple con edificación, puesto que está llena de caridad, particularmente por los pobres enfermos a quienes asiste y provee actualmente de los alimentos...”
En Marie Poussepin, la cultura del encuentro empieza por contemplar y reconocer en el otro a un hermano, salir a su encuentro, acercarse, curar sus heridas y acompañarlo en sus necesidades. (Lc. 10, 34-35).
A partir de estas tres experiencias fundantes en la vida de Marie Poussepin, podemos identificar en ella, actitudes evangélicas, fruto de un encuentro personal con Jesús, que la dispone para salir al encuentro de los hermanos.
Con una mirada contemplativa y comprometida, que reconoce a la otra persona como hermana y la comprende desde su realidad, dejando caer prejuicios y miedos, asumiendo riesgos para ir siempre más allá de los propios intereses, con la ternura y la compasión de Jesús, así vivió Marie Poussepin la cultura de la proximidad y el encuentro, asumiendo los desafíos que surgen cuando se sale de la comodidad y la autoreferencialidad, para hacerse compañera de camino, escuchando alegrías y tristezas de los pueblos y las personas, haciendo de cada encuentro con el otro un encuentro fecundo y transformador.
Llamadas a ser mujeres del encuentro:
Hemos sido “encontradas”, su amor nos ha alcanzado y nos ha cambiado la vida. «Quien verdaderamente encuentra a Jesús no puede permanecer igual que antes. […] Quien vive este encuentro se convierte en testimonio y hace posible el encuentro para los otros; y también se hace promotor de la cultura del encuentro, evitando la autorreferencialidad que nos hace encerrarnos en nosotros mismos»[1].
La carta a los Hebreos, nos recuerda que el mismo Jesús, para salir a nuestro encuentro, no dudó en compartir nuestra condición humana. Jesús no nos ha salvado "desde el exterior", no se ha quedado fuera de nuestro drama, sino que ha querido compartir nuestra vida.
Marie Poussepin, impulsada por la Providencia, no tuvo miedo a salir de su lugar para ir al encuentro de los más pobres, asumió el dolor de quienes sufrían, respondió con valentía, venciendo los obstáculos e incomprensiones que se le presentaron.
Hoy, cada una de nosotras estamos llamadas a seguir sus pasos y construir una cultura del encuentro, desde el estilo relacional de Jesús, en una realidad cada vez más compleja, fragmentada y dolida. Es apremiante crear una cultura capaz de entrar en diálogo, que vaya más allá de los prejuicios, una cultura del encuentro que nos disponga a convivir, a dar y recibir. Para ello necesitamos revisar nuestros estilos de vida personales y comunitarios, evitar la autorreferencialidad y dejar que el Espíritu nos movilice, haciendo lo que Caridad nos inspire.
Para reflexionar:
-Marie Poussepin respondió a la realidad de su época, en una situación de pobreza, ignorancia y enfermedad, a causa de las epidemias y el crudo invierno; con audacia, valentía y ternura, salió al encuentro de los más vulnerables, haciéndose próxima a ellos. Hoy nos encontramos ante una realidad dolorosa, marcada por la enfermedad, la muerte, la necesidad y la incertidumbre, como Hermanas de la Caridad Dominicas de la Presentación, en este Año de Gracia,
¿Cómo salir al encuentro de nuestros hermanos, especialmente de los más vulnerables, cuando por la situación que vivimos no podemos desplazarnos físicamente para estar con ellos?
- “Quien comunica se hace prójimo, cercano”, nos dice el Papa Francisco. El espacio digital, viene a ser para nosotras en estos momentos, un “lugar” de encuentro, una forma de acercarnos a los demás.
¿Cómo podemos poner la comunicación digital al servicio de una auténtica cultura del encuentro, ante esta situación de aislamiento social que vivimos?
-¿Qué actitudes hemos de potenciar en nuestra vida personal, comunitaria y en la vivencia de nuestro carisma, para fomentar la “cultura del encuentro”, desde el estilo relacional de Jesús y Marie Poussepin?
- Identifiquemos en cada una de nuestras comunidades ¿hacia dónde y hacia quiénes se dirigen nuestros pasos? ¿Qué situaciones o realidades nos invitan a salir a su encuentro?
*Hna. Rocío Cuellar DáValos es una hermana del Perú, provincia de Los Andes. Tiene 16 años de Vida Consagrada y en el momento actual forma parte del Consejo Provincial. Es enfermera por profesión y está integrada a la comunidad de Camporredondo en la Amazonía peruana, donde es la superiora local.
[1] Homilía del Santo Padre Francisco en el Jubileo de la Vida Consagrada el 2 de febrero de 2016.